Enero vegano en Austria

Ilustración obtenida por IA (Dream Studio AI)

El principio de 2024 nos ha traído un nuevo pasatiempo relacionado con la alimentación.

4 de Enero.- En todas las personas anida un misterio. Por ejemplo, a mí desde siempre me han interesado mucho las palabras. Encuentro fascinante observar cómo habla cada persona y qué modismos usa ¿Por qué? Probablemente, nunca llegaré a saberlo.

Lo que sí sé es que, cuando era chico, me encantaba el misterio de no saber lo que significaban las frases y expresiones que decían los adultos y el proceso, a veces tortuoso, de deducir su significado. Porque había muchas cosas que decían los adultos que no estaban en los diccionarios que yo manejaba para el colegio.

Por ejemplo: cuando yo era niño, cuando alguien estaba tieso de dinero se describía su situación diciendo que, quien fuera, estaba “como las putas en cuaresma”. Para mí esta enigmática expresión siempre fue un sinónimo de “es pobre”. Tenía claro, eso sí, que “puta” no se decía, porque era malsonante y porque mi abuela describía así a otras mujeres con cuya conducta no estaba demasiado de acuerdo. Por eso, fue sorprendente cuando, en la catequesis, el cura, Don Miguel, mencionó la palabra en cuestión ( “cuaresma”, no “puta”) que era ese momento en el que “las obreritas del amor” pasaban dificultades económicas.

Dada la pérdida de importancia de la religión en mi día a día y dado el hecho de que la prostitución era y es un fenómeno absolutamente ausente de mi vida, el de la cuaresma dejó de ser para mí un concepto de uso corriente hasta que llegué a Austria.

Para mi sorpresa, después de carnaval, la publicidad se llenaba de personas (sobre todo esquiadores) comiendo espinacas para la “Fastenzeit”. O sea, para la cuaresma. Fuera del intríngulis religioso, se ponía mucho énfasis en que renunciar a determinados placeres (y nada más placentero para un austriaco que un schnitzel) era saludable (aunque solo fuera para coger luego el tema con más gusto). Al principio de llegar yo a Austria, la gente solo renunciaba a la carne (y no mucho), pero más tarde empezó a ponerse de moda renunciar también al alcohol o al móvil o al fumeque o a cualquier otro placer.

Pues bien: di que estaba yo ayer viendo la tele (ATV si no me falla la memoria) cuando el presentador mencionó un concepto que yo no tenía registrado hasta ahora, “Veganuary”. O sea, ser vegano en enero. Como digo, esta cuaresma laica era nueva para mí, pero parece ser que los primeros intentos empezaron hace justo una década, en 2014.

Casualidad o no, hoy los periódicos austriacos mencionaban las dos vertientes de esta cuestión. En Der Standard, biblia oficiosa del centro izquierda austriaco, se glosaban en un artículo los beneficios de la alimentación vegana, no solo para el cuerpo de los propios veganos, sino también para este planeta nuestro de cada día. El espíritu del artículo era algo así como que es un atraso seguir comiendo productos derivados de los animales y que se puede vivir tan ricamente a base de viandas procedentes del reino vegetal. Pruébelo usted, hombre (o mujer) y verá qué bien.

Era bonito acercarse a Die Presse, biblia oficiosa del centro derecha austriaco para ver que todo puede ser de otra manera. El periódico Die Presse está muy vinculado al Partido Popular austriaco y una de las organizaciones más poderosas dentro del ÖVP es el Bauerbund (o “confederación de granjeros”). Se trata de una organización que, en lo ideológico, aparte de influyente es sumamente conservadora y, por supuesto, es un lobby dentro de la ganadería austriaca. Como es lógico, que la gente se vuelva vegana, aunque solo sea por un mes, y no beba leche o no coma carne de las terneras que pastan en los prados alpinos a los ganaderos austriacos no les ha hecho ni pizca de gracia. Por eso llevan un par de semanas con una campaña de publicidad preventiva, del sello de calidad austriaco de la carne, AMA Gutesiegel, en donde solo se muestra (como es natural) una parte de la industria ganadera austriaca. Una explotación familiar en donde una señora cuida de sus vacas y dice que, para ella, lo más importante es que los pobres bichos estén lo mejor posible. Por supuesto no se habla de lo obvio: o sea, de que al bicho en algún momento hay que matarlo y comérselo. Lo mismo que tampoco se menciona que es imposible que las vacas austriacas vivan todas una vida de mimos y pastos tiernos, porque el consumo de carne en este país sigue haciendo necesaria la existencia de grandes explotaciones industriales que tiran hacia abajo de los precios y causan que la carne sea muy barata. Tan barata que se ha convertido en la dieta (no siempre sana) de los pobres.

Los ricos pueden jugar a hacerse veganos por un mes porque se lo pueden permitir.

A lo mejor es la moraleja de todo esto, que para ser ético y comer sano primero hay que poder pagárselo.


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