Hoy se han hecho públicos los nombres más frecuentes en Viena durante 2023
8 de Enero.- Los romanos creían que el nombre marca inexorablemente el destino de una persona.
Tal vez por esto, en muchos casos, les daban a sus hijos nombres neutros como primus, secundus, etc los cuales remitían solamente al orden de aterrizaje en el planeta tierra. En el parque, las madres romanas debían de gritarle a sus hijos:
-!Niño dos, como no dejes de echarle arena a los ojos a niño cinco, vas a llorar por algo!
Cuando en el mundo (bueno, en nuestra parte) se impuso el cristianismo, el nombre pasó a ser algo más secundario. Las criaturas nacían y eran bautizadas con el nombre del santo del día.
Una ruleta rusa, las cosas como son.
Un niño nacido hoy cuyos padres sean (un poner) del Opus, podrá recibir de por vida la carga de llamarse „Paciente“ o „Natalán“ (un nombre infrecuente aunque precioso, por cierto), aunque también es verdad que si los padres no quieren tirarse por el lado salvaje de la vida también pueden llamarle Apolinar.
Por cierto: en la jornada presente hay pocas santas -solo una, Santa Gúdula- con lo cual, las „afortunadas“ tendrían que conformarse con llamarse „Jorja“ (si no me falla la memoria una hija de Don Santiago Ramón y Cajal se llamaba así), Severina o Erharda.
Hay destinos peores, por supuesto.
En España, según las últimas estadísticas, hay 189 Daenerys (por el personaje de Juego de Tronos) y ayer, al hilo de mi post sobre DJ Ötzi, me enteré de que el hijo de unos conocidos se llama como se llama debido a un éxito de este cantante (alabado sea Dios y Nuestra Señora del Schlagger, patrona del Casio PT-1).
En ambos casos, no se sabe que los padres hayan sido detenidos por la policía. Siguen gozando de libertad (ejem).
No se puede negar que, de alguna manera, los romanos tenían razón. Llamar a un niño con un nombre demasiado cantoso, ordinario o asociado con una clase social desfavorecida, marca a la criatura por el resto de su vida. Los maestros austriacos tienden a dar peores notas a niños que no tienen nombres asociables a la „raza aria“. Es conveniente pues no bautizar a una criatura que tendrá que nacer en Austria con nombres como el ya mencionado Danaerys o con otros que no diré para no darles a ciertos padres el sinsabor de ver escrito que han marcado a sus hijos para siempre jamás.
Otro de los aspectos fascinantes de los nombres es que son como el método del Carbono 14, o sea, que sirven para datar a las personas.
Si yo menciono solamente un hombre, pongamos „Crescente“, el 99 por ciento de mis lectores se imaginarán a un señor mayor. Uno no se imagina a ningún personaje de Élite llamándose „Crescente“.
Lo mismo aquí, todas las Walburgas, las Hannelores o las Gerlinde, Sieglinde y demás (!No hablemos de los Adolf!).
Llamarse así es peligroso. Los timadores buscan estos nombres en los listines telefónicos o en los buzones, para hacer el llamado „timo del sobrino“. Se trata de llamar a una persona mayor y confundirla haciéndole creer que uno es sobrino suyo, que se encuentra en un apuro económico y que necesita urgentemente una transferencia de fondos.
Entre los diez nombres de niño y los diez nombres de niña más populares en Viena durante el año 2023, lista confeccionada por el organismo estadístico de esta capital y de la que se hace eco la agencia APA, no hay nombres demasiado rimbombantes.
En las hembras gana Emma (93) seguida de Olivia (85), Laura y Mía (ambas posibilidades con 79) y Elena (69).
En los varones gana Leon (105), Noah (100), Elias (97), David (93) y luego, a cierta distancia, Adam, Alexander y Maximilian.
Verán los lectores que son nombres bastante formalitos, no adscribibles a ninguna cultura concreta y, sobre todo, válidos para varios idiomas, de manera que si las criaturas hacen Erasmus o se casan (como es probable) con personas de otros países, los suegros no sufran una trabazón de lenguas.
Esto es el progreso y con Carrefur es posible.
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