Los ricos austriacos también lloran

 

Burning Lenin (AI)

La quiebra de Signa es la mayor en la historia de Austsria. Dos acreedores han llamado la atención: curiosamente dos con una cosa en común.

5 de Febrero.- La del grupo Signa es la mayor quiebra de la Historia de Austria. En estos momentos, aquellos que saben y, por lo tanto, pueden apreciar la magnitud de lo que sucede, están en el mismo estado de perplejidad que nosotros, los simples mortales, experimentamos cuando las torres del World Trade Center se vinieron abajo. Como las bombillas de un letrero luminoso, las diferentes empresas del grupo Signa se han ido fundiendo en un proceso que no parece que vaya a terminar pronto.

Algunas de las insolvencias tienen incluso algo de metafórico, como la del centro comercial Lamarr, en pleno centro de Viena, cuya construcción se ha parado pura y simplemente por falta de recursos financieros.

Todavía es pronto para saber si la quiebra de Signa ha sido mala suerte (esa subida inoportuna del precio del dinero), fallos en la gestión (quien mucho abarca poco aprieta) o si ha habido algún factor delictivo en el asunto (es inevitable que, a aquellos que tenemos una edad, nos venga a la cabeza otra quiebra sonada, la de RUMASA), pero lo cierto es que René Benko va a tener que enfrentarse en un futuro próximo con “mucha gente encabronada” que diría aquel. O sea, los acreedores que invirtieron su dinero y ahora se enfrentan con un agujero en su cuenta corriente o aquellos que realizaron trabajos para el grupo Signa y ahora ven que no van a cobrar.

DOS ACREEDORES ESPECIALES

De la fila de personas anónimas que llamarán a la puerta de René Benko extendiendo su mano derecha esperando que caigan los jEur, hay dos que han llamado la atención. Curiosamente, dos ex cancilleres.

Uno de ellos ha sido Sebastian Kurz. Después de dimitir de su cargo “para defenderse” y “restaurar su honor perdido”, Sebastian Kurz, una persona sin estudios dignos de ese nombre (en su Facebook pone que se ha educado en “la escuela de la vida”) puso una empresa de la que se dice que va bastante bien. Tanto que le facturó al grupo Signa varios millones de jEur por trabajos de asesoría. Dinero que ahora va a tener dificultades para cobrar.

La aparición del nombre de Sebastian Kurz en relación con Signa no sorprendió a casi nadie. Al fin y al cabo, René Benko y Sebastian Kurz tienen muchas cosas en común. Los dos son jóvenes, los dos salvan a base de desparpajo y fe en la propia suerte el no proceder de familias ricas, en los dos se detecta cierto complejo de impostura. La diferencia es que, hasta el momento, uno parece haber nacido con una flor en el culíbiris (Kurz) y a otro se le ha marchitado el clavel (Benko).

El otro nombre que ha llamado la atención de los observadores ha sido el de Alfred Gusenbauer.

Gusenbauer fue canciller de Esta Pequeña República, uno más de la la fila de políticos más o menos grises, que jalonaron la decadencia del bipartidismo en el que los aliados cimentaron la estabilidad de Austria después de la segunda guerra mundial.

Hasta llegar a la cancillería, nuestro hombre fue un borroso “aparatchik” del Partido Socialdemócrata Austriaco, pero después de dejar el despacho de la Rathausplatz !Ay, después! Aprovechó todo lo que había aprendido y se convirtió en “asesor” profesión que tiene una definición tan nebulosa como “coach”. Yo puedo ser coach, tú puedes ser coach, él puede ser coach. Vaya, que todos podemos ser coach.

Al parecer, Gusenbauer, en algún momento de su vida, se hartó de ser miembro de la “famélica legión” de La Internacional y empezó a llevárselo crudo.

Sin ver la contradicción entre ganar millones de jEur todos los años y seguir siendo un miembro prominente del Partido Socialdemócrata austriaco (SPÖ), cuando Signa quebró, Gusenbauer se apresuró a poner el cazo.

Sus compañeros, con Babler (el marxista de peluche) a la cabeza, observaron la curiosa conversión en “millonettis” de Gusenbauer con el lógico escándalo. Andreas Babler, el jefe del partido incluso evaluó la posibilidad de echarle del SPÖ por “comportamiento inmoral”. Sin embargo, tuvo que renunciar a la idea, porque los estatutos del SPÖ permiten la expulsión de los miembros solamente en unos supuestos muy tasados y, por desgracia para Babler, el haberse forrado a lo bestia haciendo informes para René Benko, no es uno de esos supuestos.

Se intentó que el propio Gusenbauer tomase la sublime decisión pero, lo dicho: el ex canciller no veía ninguna contradicción entre estar forradísimo y ser miembro de un partido que aboga principalmente por redistribuir la riqueza y, como tal, considera que los muchimillonarios deberían avergonzarse de serlo.

En plena campaña electoral y con las encuestas anémicas, en el SPÖ cunde la preocupación y, al mismo tiempo, se trata de echar tierra sobre el asunto, a ver si se olvida.

El único que no se olvida, lógicamente, es Alfred Gusenbauer, que está llamando día sí y día no a la puerta de René Benko para preguntarle qué hay de lo suyo.

Desventajas de estar forradísimo.

 

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