Un alto porcentaje de los austriacos no se fía de los medios de comunicación. El cuñadismo no es ninguna broma.
19 de Febrero.- Hay una serie de señales inequívocas de que uno se está enfrentando a lo que, en España, llamamos “un cuñao”. O sea, esa persona que habla sin saber y que, generalmente, se pone agresiva cuando se le hacen ver las inconsistencias o, simplemente, la falsedad de sus argumentos.
Desde la pandemia, una de esas señales suele ser alguna referencia al ganado ovino o alguna burla a propósito de que uno sigue como una oveja la opinión de “los medios”; el cuñao en cuestión suele también afirmar que mientras que nosotros, pobres personas, seguimos sin rechistar lo que él, en su idioma, llama “el mainstream” o los “System Medien” (esto ya es cuñadismo nivel “pro”) él, o ella (hay cuñadas también) piensa por sí mism@ o sea, es un “selbsdenker” y no se informa en esos medios de comunicación de masas sino que busca por sí mismo/a la información.
Los que hablamos el idioma cuñado sabemos que a lo que se quiere referir la persona es que obtiene lo que él o ella creen que son informaciones, de lugares que van desde lo diletante a lo pérfido. Lugares en donde el “cuñao” que nos haya caído en gracia ha aprendido la noción de que se puede opinar sobre asuntos de los que uno no tiene ni repajolera idea sin mayores consecuencias para su autoestima.
Hoy se han presentado en Viena los resultados de una encuesta del instituto Gallup sobre la confianza que los austriacos tienen en los medios de comunicación de masas.
Tan solo un 51% de las personas encuestadas (1000 sujetos mayores de edad) considera que la información sobre política interior que dan los medios austriacos es correcta. El 49% restante piensa que está demasiado influenciada por grupos de presión políticos, anunciantes o “lobbies”.
Las áreas informativas que más credibilidad les ofrecen a los consumidores austriacos de información son los deportes (79%), la cultura y la información regional.
La información sobre ciencia y medicina alcanza algo más del sesenta por ciento de aprobación.
La desconfianza en la información no está repartida por igual dentro del espectro político austriaco, llama la atención el escepticismo de los votantes de extrema derecha. Son especialmente incrédulos no solo en lo tocante a la información que se da sobre la política interior austriaca sino también, lo que resulta incluso más trágico, en lo referente a la información a propósito de la ciencia y de la salud.
A mi juicio, esta incredulidad se basa sobre todo en dos factores muy bien diferenciados: en primer lugar, es un escepticismo que podríamos llamar “aprendido” puesto que este grupo de personas vienen siendo bombardeadas desde hace años con mensajes que les incitan a alejarse de los medios tradicionales. La extrema derecha se comporta, en este caso, como el típico marido maltratador, cuyo primer paso en el camino de la dominación de la pareja es alejarla de sus amistades, para que no cuente con más voz sobre todos los asuntos que la de él.
El otro factor que explica el escepticismo de los votantes de extrema derecha es el puro y simple desconocimiento de los temas que se tratan. La pura y, en muchos casos, abisal, incultura científica.
No hay que olvidar que los votantes de la extrema derecha pertenecen a las capas sociales con menor instrucción académica, la desconfianza se refuerza con el hecho de no entender nada.
Todas esas personas, ese veintincinco, treinta por ciento de la población que ha dejado de entender el mundo, que comprende una mínima fracción de las cosas que le cuentan, es una bomba de relojería, la víctima perfecta para conspiranoicos, propagandistas de todo tipo de conspiraciones, charlatanes de cualquier especie (desde los que no creen en las vacunas hasta los que creen en la homeopatía, los fanáticos religiosos o los que creen que la tierra es plana.
Esta noticia que cuento hoy es parte de un problema muy peligroso. La última vez fueron seis años de guerra mundial. Esta vez, puede ser la última.
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