Andrea se separa

¿Quieres entender el alma austriaca? Pues estás tardando en ir al cine a ver la última película de Josef Hader

 

LTeD 03.03.2024: Día internacional de la mujer

4 de Marzo.- Dentro de poco haré cincuenta años. Hay mucha gente que se toma eso de la edad muy a la tremenda, pero yo, la verdad, hasta el momento no he tenido ningún problema con el asunto. Hay ciertas cosas, eso sí, que me fastidian y es el sentimiento de que, en general, las películas están hechas, cada vez más para gente mucho más joven que yo. Naturalmente, no tengo nada en contra de la gente joven (¡Faltaría más!) pero pienso que las casas de Hollywood los tratan como si fueran imbéciles y les ofrecen un menú audiovisual basado en el ruido, en los efectos especiales generados por ordenador y, en general, en la indigencia mental. Cada vez es más difícil encontrar una película hecha para adultos no ya para filósofos, sino para personas que quieran pasar un buen rato en el cine sin tener mala conciencia después.

En general, esas películas suelen ser europeas. En Europa todavía contamos historias que les pasan a personas con las que uno se puede identificar (vamos a ver, lo mismo que de vez en cuando uno tiene ganas de atizarse un Big Mac, también hay días en que uno quiere ver una película de superhér…No, olvide el lector esta frase). El caso: el otro día fui a ver la última película de Josef Hader, Andrea lässt sich scheiden la que da título a este artículo y, como esta página tiene como una de sus misiones “facilitar la integración” aquí vengo yo a recomendarla.

Hoy decía yo (y perdón por citarme) que si uno pudiera coger Austria, meterla en un alambique y destilarla, probablemente el juguillo obtenido sería esta película llena de humor (muy negro) pero, sobre todo, llena de humanidad. La que impregna la mirada compasiva y humanística con la que está hecha.

Contemos un poquito de la Historia.

Andrea (Birgit Minichmayr) es una mujer policía que trabaja en un pueblo de Baja Austria (no se dice cuál, pero los exteriores están rodados en Unterstinkenbrunn). Es una persona muy responsable y cumplidora la cual se está separando de su marido, debido a que él tiene (presumiblemente) problemas con la bebida. Una noche, coinciden en una fiesta de cumpleaños. Él se emborracha (mucho) y tras una conversación bastante pastosa en la que le pide “una segunda oportunidad”, Andrea, cumpliendo con su deber, le quita las llaves del coche para que no conduzca bebido. El tipo se va a su casa andando. Andrea se queda un poco más en la fiesta y, ya de madrugada, se sube al coche para volver a su casa. Mientras conduce, su padre anciano la llama por teléfono, ella se distrae un momento y pumba, atropella a un peatón que iba andando por mitad de la carretera oscura. Andrea sale del coche absolutamente conmocionada, conmoción que aumenta cuando, muerta de pánico, se da cuenta de que ha atropellado a su marido borracho. Después de intentar reanimarle, huye del lugar del accidente y desencadena la trama.

La película es una comedia negra coral en la que se da cita todo lo mejor de los actores austriacos. Actores que se nota que han trabajado muy contentos y que dan el do de pecho. Empezando por Birgit Minichmayr la protagonista y siguiendo por toda la galería de secundarios que probablemente ha hecho de Andreas lässt sich scheiden lo que suele llamarse un clásico instantáneo.

Se nota mucho que Hader conoce no solo el material humano con el que está trabajando (uno tiene la sensación de que, de cerca o de lejos, todos los que salen en la peli son amigos suyos) sino también, y mucho más importante, el universo de esa Austria rural, conservadora y propensa a la enfermedad mental y a las rarezas, que es el alma de este país (aunque también diría que las historias que se cuentan en la película no deben de ser muy distintas de las que probablemente contaría mi primo, el que vive en Albacete).

Dejando aparte algunos baches de ritmo a la mitad, en donde la trama se desparrama quizá un poquito más de lo necesario. Es una película que me compraré cuando salga en Blue Ray (sí, yo todavía compro pelis).

 


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