A vueltas con la integración

People seat on a stadium tribune

Indefectiblemente, todos los años, al principio del Ramadán, se representa en Austria la misma obra de teatro.

 

Parlez-vous autrichien? (primera parte)

7 de Marzo.- El domingo empieza el Ramadán, o mes del ayuno de los musulmanes. Como es bien sabido, las personas que lo practiquen no pueden ni comer ni beber durante las horas de luz solar. Debido a que la religión islámica se rige por un calendario lunar, el Ramadán cae en diferentes fechas cada año. La edición 2024 empieza el domingo, día diez de marzo y termina el día 8 de abril.

En Austria hay unas 750.000 personas que practican la religión musulmana (registradas, probablemente sean más, como pasa con los católicos). Lo que viene a representar un 8% de la población. En Viena este porcentaje se eleva, según cifras del censo, al 15%.

Para los musulmanes el Ramadán es tan importante como puedan ser para nosotros las navidades y del mismo modo, cuando se termina el mes, hay tres días de jolgorio en los que se rompe el ayuno. En los países de mayoría musulmana, las cadenas de televisión reservan para esos días las películas y las series de más audiencia, y las familias se suelen reunir para ponerse como el quico.

Los católicos también tienen su mes de ayuno (la cuaresma) aunque en la actualidad esté bastante en desuso. Se termina con la pascua florida en donde, en Austria, es tradicional que las familias se reúnan en comidas especiales.

Todos los años sin excepción, coincidiendo con el Ramadán, los políticos y una parte no pequeña de la población austriaca representan una obra que se llama “la integración es que ellos sean todo lo musulmanes que quieran mientras se les note lo menos posible”, que es de los mismos creadores de la obra “gays: que se acuesten con quien quieran pero que yo no lo sepa”.

Este año, el pretexto ha sido la idea de instalar una decoración específica en el barrio de Viena en donde más población musulmana hay: Favoriten. La idea no ha sido de los musulmanes vieneses, sino que ha venido de la ciudad alemana de Frankfurt, en donde, ante una proposición semejante, también “ha estallado la polémica”.

Más allá de la cuestión religiosa específica, me parece que este es un debate muy sintomático de cómo se entiende la integración en Austria. Se trata de que la persona que venga de cualquier otra parte (incluyendo España) pase por un proceso exhaustivo de eliminación de todas las cosas que la hacen específica y se convierta en eso que se supone que es un austriaco pata negra. Entre esas cosas está participar en las celebraciones y liturgias de la religión católica.

Naturalmente, esto no se dice así, pero el concepto es ese. Para sostenerlo, como suele suceder, se ha montado una percha conceptual de bonitas palabras que tienen la pretensión de sonar neutras. Así, cuando se hablaba estos días de la famosa decoración (un letrero luminoso en donde puede leerse “Happy Ramadan”) la ministra conservadora Stadtler escribió en Twitter:

Menschen, die zu uns kommen und bei uns leben, müssen sich an die Werte der Mehrheitsgesellschaft anpassen und nicht umgekehrt. Auch das ist Teil einer gelebten Leitkultur, wie bereits im Österreich-Plan von Karl Nehammer

O sea:

Las personas que vienen a Austria y que viven aquí, deben adaptarse a los valores mayoritarios de la sociedad y no al revés. También esto es parte de una cultura principal vivida, como ya se ha dicho en el Plan Austria de Karl Nehammer

He dejado a propósito la versión alemana, porque se entenderá muchísimo mejor la (rancia) estructura mental que hay detrás de esto.

El Twit no tiene ningún desperdicio y podría haber sido escrito por cualquier redactor casposo del Kronen Zeitung.

En primer lugar, habría que recordarle a la ministra que nadie está diciendo que todo el mundo tenga que celebrar el ramadán, sino que aquellas personas que por su religión islámica (que es tan austriaca, recordémoslo, como el catolicismo, porque así lo dicen las leyes de este país) quieran celebrar el Ramadán, puedan tener la posibilidad de hacerlo tranquilamente y, si les apetece, y dado que el Ramadán no es ningún crimen, hacer ostentación de ello.

En segundo lugar, quizá habría que decirle a la ministra que la integración no tiene nada que ver con perder las señas culturales propias de cada persona. Por poner un ejemplo, a nadie se le ocurriría pedirle a un judío ortodoxo de los alrededores del Karmelittermarkt que renunciase a su manera de vestir característica (ni habría por qué, por supuesto) o que dejase de celebrar la fiesta de Hanuka, a pesar de que tanto la manera de vestir de los judíos ortodoxos como sus celebraciones son absolutamente ajenas a la corriente principal de los usos austriacos.

Por no hablar de que ese mainstream cada vez es menos mainstream.

Yo no soy religioso y, dentro de mi esfera, que es la católica, podría vivir perfectamente sin navidades. Vivo rodeado de personas austriacas que son fundamentalistas del brilli brilli, del punsch y de los villancicos y trabajo todos los días codo a codo con musulmanes que son unas bellísimas personas. Unos ayunan y otros no, lo mismo que hay personas entre las que me encuentro a las que las navidades le repatean y otras que empiezan en septiembre a pensar en cómo van a decorar su casa.

Quizá el problema sea que la ministra (y muchos austriacos) no han visto un musulmán de carne y hueso en su vida.

Moraleja: vive y deja vivir.


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