!Ista,ista,ista! Salzburgo (puede ser) comunista

 

Las elecciones en Salzburgo han dado un vuelco al ayuntamiento de esa capital. Es hasta posible que un comunista se siente en el palacio de Mirabell.

 

11 de Marzo.- Salzburgo es un bastión del conservadurismo austriaco. De hecho, se podría calificar a la Baviera alemana y al bundesland austriaco como una especie de hermanos separados al nacer. Es un conservadurismo, eso sí, de raíz católica, muy anclado en la Historia, que no tiene mucho que ver con la querencia por la extrema derecha de Baja Austria. Puede ser también porque el Bundesland que fue la patria chica de Mozart es un lugar en donde sigue habiendo dinero, mucho dinero y la extrema derecha del FPÖ ha asentado sus reales en las clases trabajadoras.

Ayer se celebraron en Salzburgo elecciones municipales y la sorpresa ha sido mayúscula cuando, al contarse los votos, el corazón de esa región, la propia ciudad de Salzburgo, ha experimentado un vuelco político importante. Si hasta ayer gobernaba el Partido Popular austriaco (ÖVP) después de las elecciones se disputarán la alcaldía el Partido Socialdemócrata (SPÖ) y los comunistas.

Hay que aclarar que en Salzburgo se elige el ayuntamiento y luego hay una ronda eliminatoria para elegir al alcalde entre los cabezas de lista de los dos partidos más votados.

Mientras escribo esto, tengo delante de los ojos una fotografía del candidato comunista que no explica totalmente su éxito, pero que ayuda a entenderlo. Se trata de un hombre joven, alto, más o menos de mi edad o algo más joven (pongamos cuarenta, cuarenta y dos) el cual acudió a votar con un bebé colgado por delante y una mochila, se intuye que con los adminículos necesarios para cuidar a la criatura, a la espalda. Tiene el aspecto de un joven profesor universitario de clase media. Lleva gafas y va vestido con unos vaqueros y un jersey grises. Sonríe.

En política, la imagen es todo. El caballo de batalla de los comunistas en Salzburgo ha sido (en pie, famélica legión) la lucha por una vivienda accesible. Y vestido así, yendo a votar así (podría haber dejado al bebé en casa, por ejemplo) Kay-Michael Dankl estaba lanzando señales a sus potenciales votantes. Les estaba diciendo “¡Eh! Que soy uno de vosotros”. Ese bebé también está puesto ahí para explicar que Kay-Michael Dankl es una clase de hombre muy determinada. En el ecosistema léxico español (de España), la imagen del candidato comunista estaría asociada a “crianza”, a “reparto de tareas”, a “igualdad de género” y a esa nube léxica en general.

El contraste es todavía más evidente si se compara a Dankl con el candidato del Partido Popular, Florian Kreibich. Un señor que representa mucha más edad de la que tiene, de traje y corbata y que ha basado su campaña electoral en alertar a la población sobre el “peligro comunista” y que no ha conseguido más que espantar a los votantes (de hecho, el Partido Popular ha perdido casi la mitad de sus representantes, que se dice muy pronto).

Ayer mismo, el propio Kreibich decía que el resultado había sido terrible, una derrota sin paliativos.

Si Dankl llega a ser alcalde de Salzburgo, será el segundo comunista que gobierne una capital de provincias austriaca. La alcaldesa de Graz también es comunista y la prueba de que su gobierno está siendo un éxito es la ausencia de noticias al respecto. Si acaso, hay noticias positivas, como que ha sido reconocida como una de las mejores alcaldes del mundo.

En los dos casos, los observadores coinciden en una cosa: el triunfo comunista se basa en la constancia y en la autenticidad que transmiten tanto los candidatos como los cuadros del partido, muy alejados del extremismo gritón y llorica de la extrema derecha, que es en donde, tradicionalmente, se ha refugiado (y se refugia) el voto protesta en Austria.


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