La honra de una mocita

No hay nada más frágil que la reputación, es la materia prima de algunos oficios, como se ha podido comprobar hoy en Linz.

12 de Marzo.- El saber ancestral del ser humano, transmitido de generación en generación, es concluyente en una cosa: no hay bien más frágil que la reputación. Lo dice el dicho: “para una vez que maté a un gato, me llamaron matagatos” y, sin acudir al refranero, valga como ejemplo la canción de los Chichos “el cristal cuando se empaña se limpia y vuelve a brillar, la honra de una mocita se mancha y no brilla más”.

Aunque uno cumpla con su tarea infatigablemente y con corrección durante décadas, todo ese trabajo, toda esa probidad, todo ese celo, todo ese todo, se va a la porra en cuestión de segundos por una mala palabra o por un quítame allá esas pajas (y nunca mejor dicho como en el caso que nos ocupará hoy).

Di que se ha celebrado en Linz la vista por el recurso que ha puesto una maestra de escuela contra la dirección de educación de Baja Austria, la cual había despedido a la docente de forma fulminante precisamente por haber, a su juicio, malbaratado su reputación.

La mujer, llamada Monika Ring, 47 primaveras no del todo bien llevadas, trabajaba como maestra y, en los ratos libres que le dejaba esta labor loable,  se dedicaba a dar consejos en las redes sexuales, digo, sociales.

Su objetivo, tan digno de alabanza como el de desasnar infantes, era que las personas que la siguieran tuvieran una vida amorosa plena. No ha trascendido la formación con la que contaba la Sra. Ring para garantizar que daba consejos dirigidos a incrementar la eficacia en el ascenso al monte del gozo, pero se hacía llamar “papisa del orgasmo” (Orgasmus-päpstin) nombre, a su parecer, músico y significativo y, con toda probabilidad, sumamente prometedor para aquellos que aspiraban a dejar de lavar a mano para empezar a lavar a máquina.

La dirección de educación no encontró esta afición de la Sra. Ring demasiado compatible con la enseñanza, de manera que, cuando trascendió a lo que dedicaba el tiempo libre, rescindió su contrato de forma fulminante, indicando que una enseñante tiene que llevar, por lo menos de puertas para afuera, una vida discreta y que no era serio que se dedicase a decir cochinadas por internet en vídeos públicos, los cuales podían ser consultados en cualquier momento por sus alumnos, menores de edad y, por lo tanto, presuntamente inocentes.

Dado que la Sra. Ring no era de la misma opinión, como queda dicho, interpuso un recurso, que se ha visto hoy.

La Sra. Ring se ha presentado en el tribunal hecha un brazo de mar, una Gunilla von Bismarck, rubia (dado el tono, presumiblemente de frasco), vestido blanco, botas altas y abrigo de leopardo. Coqueta, ha posado para los numerosos medios que se han acercado a curiosear a propósito de este caso tan peculiar. Confiada, ha dicho no estar nerviosa (no es raro, dada la experiencia que tiene con la cámara) y ha declarado que lo que ella quiere es que se haga justicia. O sea, que se la readmita a su trabajo, para poder seguir intentando introducir las raíces cuadradas y los sintagmas nominales en las tiernas cabezas de sus pupilos.

La dirección de educación no está por la labor y ha considerado que el que la señora ofreciese un servicio llamado “déjate tocar por mí” (parece el título de una canción de Susana Estrada) y diese hora y fijase unos honorarios, era un indicativo de que, por hablar en plata, la mujer prestaba “servicios corporales” (sic).

La defensa de Monika Ring aduce que se trataba de un curso por Zoom y que, por lo tanto, no había contacto piel con piel.

Las partes no han llegado a un acuerdo, de manera que el 23 de mayo van a volver a encontrarse. A ver si se arreglan, aunque sea por euro más o menos.


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