Ensaladilla rusa en Austria

La expulsión de dos presuntos espías ha abierto una brecha en las relaciones entre Rusia y Austria.

 

Ensaladilla rusa

14 de Marzo.- El Gobierno ruso ha llamado a consultas al embajador austriaco en Moscú. Es un gesto de hidalga indignación producido por la expulsión de Austria de dos diplomáticos rusos que trabajaban en la embajada  en Viena (la bilateral, ya que Rusia tiene otras embajadas en esta capital en donde hay tantos organismos internacionales).

La acusación que pesa sobre los dos expulsados es la de haber (textual) “emprendido acciones que son incompatibles con el estatus de diplomático”. Bajo esta críptica frase suele esconderse una cosa: espionaje. No es el primer caso desde que la Federación Rusa invadió Ucrania, y no será el último, probablemente.

Tratándose de los diplomáticos es algo difícil delimitar qué son trabajos relacionados con lo servicios secretos y que son labores propias de su condición de tales. En general, se consideran espionaje todas aquellas gestiones encaminadas a obtener información de manera ilegal, por medio de contactos con personas o robo de datos o escuchas. También es motivo de expulsión el hecho de intentar influir de alguna manera torticera en el país anfitrión, por ejemplo favoreciendo las labores de desinformación en las que tanto y tanto “savoir faire” tiene la Federación Rusa, por cierto.

Se desconoce la posición concreta que ocupaban los dos expulsados en la embajada rusa, pero se sabe que el Imperio de Putin tiene acreditados a sesenta diplomáticos en la embajada bilateral. 56 trabajan en Viena y los otros cuatro en la oficina consular de Salzburgo.

Por supuesto, el Gobierno ruso se ha hecho un Díaz Ayuso en toda regla y aduce que la expulsión de sus diplomáticos no tiene fundamento y obedece a razones puramente políticas. Es una versión algo más sofisticada del clásico “mama, la seño me tiene manía” o del “profe, el perro se ha comido mis deberes”. Tanto la profe como nosotros en este caso sabemos a qué atenernos perfectamente.

El Gobierno ruso se ha reservado el derecho de dar a conocer cuando estime oportuno las represalias que toma (qué gente más jartible, por Kruschov). Generalmente, estas represalias son una expulsión equivalente de diplomáticos austriacos de la embajada rusa. O sea, que ya debe de haber alguien en Moscú haciendo las maletas y preparándose para volver a comerse un Schnitzel como Dios manda.

El semanario “Falter” ha publicado estos días un dossier con documentación a propósito de personas cercanas a la extrema derecha del FPÖ y simpatizantes con Putin, también de diplomáticos rusos implicados en tramas de espionaje. Se supone que entre estos últimos se cuentan los expulsados.

Las relaciones entre el FPÖ y Rusia se remontan a tiempos inmemoriales y se hicieron singularmente fuertes durante la última etapa de la extrema derecha en el Gobierno. Famosa es la foto de Karin Kneisl, entonces Ministra de Exteriores, arrodillada frente a Putin (y no, no voy a mencionar a la papisa del orgasmo aunque me esté muriendo de ganas de hacerlo). No fu la única que se arrodilló, por cierto. En 2018, siendo Herbert Kickl Ministro del Interior, abogaban por un “intercambio de datos y de fuerzas policiales lo menos complicado posible entre los dos países” (Rusia y Austria, se entiende).

Solo de pensarlo, da miedo.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.