Margaritas a los cerdos

Hay un lugar en donde Vladímir Vladimirovich no ganó las elecciones por goleada. Un mísero siete por ciento sacó entre los rusos residentes en Viena. Qué dolor.

 

Margaritas a los cerdos

18 de Marzo.- Según fuentes a las que ha tenido acceso exclusivo Viena Directo, en estas últimas noches no se ha dormido bien en el Kremlin. Personas conocedoras de lo que ha sucedido en ese complejo palaciego en el centro de la capital que el Moskba riega con sus cantarinas aguas, pintan a un Vladimir Vladimiróvich Putin desasosegado. Quienes han puesto la oreja en la cerradura sorprendieron un diálogo parecido a este:

¿Qué te pasa, Vladímir? – le preguntó, preocupada, su pareja.

-Ay, no sé Alina, estoy como desasosegado.

-¿Y eso, hombre? Igual has cogido frío. Ponte el gorro de dormir que en estos palacios corre mucho relente y tú ya no tienes edad de andar cazando osos por la estepa.

!Pero si estoy hecho un oprichsnik! No, no es eso Alina, chiqui. Es que estoy…¿Y si no me votan? ¿Y si mis rusos de mi alma se creen toda esa propaganda de occidente y no saco mayoría esta vez?

-Pues nada, a la dacha y andando. Que se queden con su Rusia. Desagradecidos.

Aquí, por lo visto se dijeron algo ininteligible, pero parece ser que Vladímir Vladimirovich, el espía que llegó del frío, abandonó su impasibilidad y dio un suspiro lastimero.

-Pero es que, Alina, dicen de mí…

-El qué, chiquitín, el qué dicen de tí.

-Que soy un dictador.

-Bah.

-Que quien se mete conmigo se cae por la ventana o se suicida.

-Infundios.

-¿Yo qué culpa tengo de que la gente tenga tan mala salud y que yo, sin embargo, esté hecho un torete y me pueda presentar a una elección detrás de otra?

Dicen fuentes conocedoras del caso que Alina se levantó de la cama. Recorrió los veinticinco metros que separaban el lujoso lecho del sillón en donde su Vladímir sentía la carcoma de la duda y se sentó junto a él. Porque la pareja que suspira unida permanece unida.

Como todos sabemos, Vladímir Vladimirovich no tenía nada que temer. Los rusos en masa han votado “de que sí”. Los guardias con metralletas, las urnas transparentes, los policías pidiendo el voto puerta a puerta, han sido precauciones inútiles, para disuadir a los cuatro revoltosos que todavía quedan en ese inmenso país que, en realidad, es una gasolinera.

En Austria, sin embargo, lejos de la paternal autoridad de Vladímir Vladimirovich, el resultado ha sido muy otro que en la madre Rusia.

El candidato “liberal”, un tal Dawanko (no me da para escribir unas comillas más gordas) ha obtenido en Viena un 43,5 % de los sufragios y en Salzburgo más de un cincuenta por ciento.

Según la comisión “electoral” (de nuevo entre todas las comillas del mundo) votaron este domingo 1437 personas en el consulado de Salzburgo. Como queda dicho, el 52,68% votaron por el candidato títere tolerado por el Kremlin, 22,8% votaron no válidos y un 21,08% votaron por Vladímir Vladimirovich.

La participación se ha elevado mucho, porque en las últimas “elecciones” de 2018 de Putin contra sí mismo votraon nada más que 237 personas.

No hay que ver este aumento como un interés especial de los rusos residentes en esa zona de Europa de cantarle las cuarenta al actual presidente, sino que se ha cerrado el consulado ruso en Múnich (pa qué vamos a tener este gasto, diría el régimen de Moscú) y los residentes en el sur de Alemania se han desplazado a Salzburgo a depositar su voto. Voto que podrían haber usado lo mismo como papel higiénico, porque el resultado de las elecciones estaba ya decidido, pero bueno.

En Viena, el resultado ha sido todavía peor para Putin. Entre los rusos residentes en la capital de Austria ha obtenido solamente un siete por ciento de respaldo. Pero Vladímir, tú no te preocupes, padrecito, ingeniero de las almas, que hay gente que no sabe entender tu estilo de gobierno. Es como echarle margaritas a los puercos.

Portavoces del Kremlin, en declaraciones a la agencia Reuters, han achacado esta desafección a que la gente, cuando se marcha de la madre rusa pierde sus raíces y se contamina de ideas chungas, se hacen gayers, ven Eurovisión y les da por hablar de democracia. Hay gente pa to.


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