El derrumbe del Reichsbrücke de Viena

 

El mundo ha contenido la respiración al ver cómo un puente se hundía en Baltimore. Aquí también se nos hundió uno.

 

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26 de Marzo.- En estos países de habla extraña, es bien sabido, el primero de abril es el día de los santos inocentes. O sea, que la prensa dice alguna mentirijilla (procurando, por lo menos un día al año, que sea fácil de descubrir) o una mentira más gorda (de lo normal) de manera que solo los niños o los que están dispuestos a creerse cualquier cosa que salga en los papeles se la crean.

El día 1 de abril de 1932, un periódico que entonces se imprimía en esta capital (me juego el teclado a que fue el Kronen Zeitung) publicó un montaje a toda página en el que anunciaba que el Reichsbrücke se había derrumbado. 44 años después, el 1 de agosto de 1976, la noticia se hizo realidad y el Reichsbrücke “se hizo un Baltimore”.

Pero hagamos un poco de historia porque, como diría Bertín Osborne, los pueblos que olvidan su historia…Etcétera.

La primera encarnación del Reichsbrücke en 1876 (Wikipedia)

MISMO SITIO, DISTINTOS PUENTES

El primer Reichsbrücke se proyectó como Kronprinz-Rudolf-Brücke, aunque luego, como al hijo de Sisí y de Sosó le dio por “automorirse”, se le cambió el nombre por el que lleva en la actualidad. Debió de ser por evitar el mal fario. Estuvo en pie entre los años 1876 y 1937, cuando se construyó un puente nuevo, con cierto parecido al Golden Gate, que unía las dos orillas del Danubio por el mismo sitio que ahora, o sea, entre la llamada Mexikaner Kirche y la ONU.

El puente soportó bravamente la segunda guerra mundial y, de hecho, fue el único que quedó entero y practicable cuando se acabaron las hostilidades.

Y así continuó hasta el 1 de agosto de 1976.

Imagen del segundo Reichsbrücke derrumbado en 1976 (Wikipedia)

UN PUENTE SE HUNDE

Entre las 4:53 y las 4:55 de la madrugada de ese día que suele ser, en Viena y en el hemisferio norte en general, tranquilo debido a las vacaciones, el Reichsbrücke, orgullo del austrofascismo, que le compuso hasta una canción, hizo „Crack“ y se partió en varios trozos que se hundieron porque es bien sabido que el hormigón flota poco.

El trastazo fue tan grande que incluso se registró una sacudida sísmica en el observatorio de Hohen Warte.

En el momento en que esto sucedió, por suerte, había muy poca gente en el lugar. Un hombre con su coche y dos empleados de la ÖMTC -servicio de ayuda en carretera- que le estaban ayudando porque había tenido un pinchazo. El conductor de un autobús de línea -obviamente, conduciendo su autobús- y el conductor de una furgoneta pequeña. Todos se salvaron y pudieron salir de las aguas del Danubio azul, remojados pero ilesos, por su propio pie, menos el último, que murió aplastado por uno de los trozos del puente.

Para aquellos de mis lectores que no vivan en Viena, hay que decir que, entonces como hoy, el Reichsbrücke era una de las vías de comunicación más concurridas de la ciudad y que solo debido a la providencial circunstancia de que el suceso ocurrió el 1 de agosto, con medio mundo remojándose el pandeiro en la playa y a las cinco de la mañana, evitó que la desgracia fuese muchísimo más grave.

Por cierto, no fue la única desgracia del día: esa misma jornada, diríase que aciaga, Niki Lauda se ganó su apodo de „oreja a la plancha“ cuando, en un circuito sito en Nürburgring tuvo un accidente y el pobre por poco no lo cuenta.

El autobús que se ve en la foto, convenientemente restaurado, está hoy en el museo de las Wiener Linien (Wikipedia)

EL PORQUÉ DEL TRASTAZO

Pronto se nombró a una comisión de expertos para que estudiasen el suceso y seis meses después de la catástrofe se presentaron sus conclusiones. A pesar de las continuas revisiones, el estado de la técnica en 1976 hicieron imprevisible el final del Reichsbrücke, que había muerto porque en su construcción se utilizó un hormigón de muy mala calidad para cubrir partes que no debían estar expuestas a la humedad. El tiempo y la humedad habían desgastado este hormigón, haciendo posible la corrosión en uno de los pilares del puente, que cedió aquel día de agosto.

Volviendo al puente caído: también como sucede hoy, la oposición trató de sacar tajada política del derrumbe, pero paradójicamente, el tiro le salió por la culata. El iracundo ÖVP pidió la dimisión del entonces alcalde, Sr. Leopold Gratz, y el alcalde que nones, que él no había tirado el puente. Sin embargo, quien sí dimitió fue Franz Bauer, del mismo ÖVP, el jefe de la oposición en el consistorio vienés, porque su partido le echó en cara que no había sido capaz de utilizar la desgracia con fines políticos (chúpate esa, Manuela).

En 1980 se inauguró el puente que hoy sustituye al caído y que se utiliza, por ejemplo, como primer tramo de la maratón anual de Viena. Que Dios nos lo conserve muchos años.

 



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