El topo

Un ex alto cargo de los servicios secretos austriacos ha sido detenido hoy acusado de vender información secreta a los rusos.

29 de Marzo.- En 1901, el jefe de la Ojrana, los servicios secretos zaristas, el coronel Nikolai Stepanovich Batjuschin envió a Viena, camuflado como turista, a un agente encubierto con el nombre clave de Pratt. Su objetivo: captar a un oficial de alta graduación del ejército austro-húngaro para convertirle en espía. Pratt tiró de contactos y descubrió que había un coronel, de apellido Redl, que ocupaba un alto cargo en los servicios secretos y que, además, estaba liado con un teniente segundo llamado Meterling. En aquel momento, la homosexualidad era delito y Redl, que provenía de una familia de Lenberg (actualmente Lviv en Ucrania) carecía de contactos en la nobleza que le protegieran, con lo cual era fácilmente chantajeable.

Pratt y sus jefes sabían perfectamente que, de salir a la luz pública su „debilidad“, se terminaría la carrera de Redl. Al reclutarle, los rusos se encontraron también con una facilidad que no habían previsto: además de los chicos guapos, a Redl le gustaba también la buena vida. Después de comprobar que la mercancía que les pasaba lo valía, los rusos le pagaron muy bien. Redl le vendió a los rusos, a cambio de generosas cantidades de dinero, todos los secretos que pasaron por sus manos, incluyendo el plan maestro del imperio austro-húngaro para la eventualidad que ha pasado a los libros de historia como „primera guerra mundial“.

La cosa duró hasta 1912. Momento en el que, debido a un desliz tonto, Alfred Redl fue descubierto. Se le permitió morir con honor, en vez de ejecutarlo públicamente, lo cual hubiera, probablemente, sembrado el pánico en la población y hubiera sido un escándalo que la debilitada monarquía del emperador Francisco José hubiera soportado a duras penas.

Alfred Redl
El coronel Redl (Wikipedia)

En la actualidad se sabe que la información filtrada por Redl tuvo un papel fundamental en los primeros compases de la Gran Guerra y que causó la muerte de, por lo menos, medio millón de sus compatriotas.

Algo más de un siglo más tarde hoy ha sido detenido Egistos Ott, ex alto cargo del espionaje austriaco. La policía le ha echado el guante junto a otra persona. Según los medios (el semanario Falter) Ott ha sido detenido junto a su yerno. Se le acusa de haber espiado para los rusos. Durante años. Bajo el mando de Jan Marsalek, ex jefe de la entidad financiera alemana Wirecard, el cual vive ahora mismo en la Federación Rusa bajo otra identidad.

Según parece, el chivatazo lo ha dado el servicio secreto británico, que ha llegado a Ott investigando las ramificaciones de la trama Marsalek.

Como espía (y siempre presuntamente) los dos cometidos de Ott habrían sido la venta de información a los rusos, por ejemplo, de los movimientos de opositores al régimen de Putin que viven en Austria, poniendo en peligro su seguridad y, probablemente, sus vidas. Y también saboteando los propios servicios secretos austriacos. Por ejemplo, se presume que el informe anónimo que motivó que la policía asaltase la sede de los servicios secretos austriacos, siendo Herbert Kickl Ministro del Interior, salió de la mano de Ott. Si esto es cierto, se trata de una acusación gravísima. Aquella redada en el corazón de la seguridad del país, fue un escándalo de proporciones internacionales que motivó el cese de la colaboración de los servicios secretos europeos con los servicios secretos austriacos y, a la postre, permitió que se abriera un agujero de seguridad que le costó la vida a las víctimas del atentado islamista de Viena.

Parece ser además que Ott les ha pasó a los rusos el contenido de los móviles de tres altos cargos del Gobierno austriaco.

Después de una excursión, parece ser que los móviles de los altos cargos se cayeron al agua. Como los aparatos quedaron inutilizados por el remojón, el servicio secreto encargó a un técnico que los reparase o que, en todo caso, recuperase los datos que había dentro de los terminales. Una vez hecho esto, la copia quedó en manos de Ott. De los tres, el ahora detenido consiguió romper la encriptación de un terminal, en tanto que fue incapaz de descifrar los datos de los otros dos teléfonos. Parece ser que por este motivo se los pasó a sus “hermanos mayores” en el servicio secreto ruso.

Parece ser que Ott, bajo el mando de Marsalek, creó una célula que se dedicaba a vender secretos a la Federación Rusa.

Como demuestra el caso de Redl, no se trata de un fenómeno nuevo. Austria es uno de los objetivos primordiales del espionaje ruso. Lamentablemente, la experiencia dice que la labor de información/desinformación es directamente proporcional al ambiente bélico/prebélico.

 

Viena: pieza clave de la estrategia rusa

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