Internet no olvida y los comentarios que se dejan por aquí y por allá dicen mucho de nosotros. A veces más de lo que quisiéramos. Mucho más.
24 de abril.- Hace unos días, salió a la luz el caso de un policía jubilado que se dedicaba a trastear por las redes sociales. En vez de entretenerse en los inocentes pasatiempos de abuelos austriacos, por ejemplo, yo qué sé, en buscar insecticidas que mate bien muertos a los pulgones de los rosales o comprar cacharros de plástico que conserven mejor la comida, o a publicar vídeos de gatitos (o de gatitas), el Sr. M. se dedicaba a sembrar la red de contenidos racistas, antisemitas y revisionistas, algunos de ellos, incluso delictivos. También, a nada que tenía oportunidad, le daba vivas a Putin, al tiempo que ponía a escurrir a la Unión Europea.
Uno de los posts de Herr M. estaba relacionado con una vieja historia, la del campo de concentración de Rheinwiesen. Según esta historia, los aliados, a partir de 1945, habrían matado de hambre intencionadamente a miles de prisioneros de guerra alemanes para, después, hacer pasar sus cadáveres por los de judíos y así inflar artificialmente la cifra de muertos del holocausto.
La historia solo tiene un pequeño problemilla: que es mentira. De cabo a rabo.
Ya en los años setenta del siglo pasado, los historiadores investigaron los veintitrés campos de prisioneros de Rheinwiesen y concluyeron, como no hubiera podido ser de otra manera, que todo era un cuento de viejas.
Sin embargo, el Sr. M., creía la cosa a pies juntillas y día sí y día también publicaba en sus redes alguna tontería (o alguna perversidad) relacionada con esta cuestión. En Noviembre del año pasado publicó un burdo collage de fotos con el subtítulo “El Rheinwiesenlager, un episodio silenciado de la historia alemana”.
El post, naturalmente, contó con la buena acogida de otros conmilitones. Gente grasienta y cervecera, descomunal, que hubiera escrito Cervantes, de esos que no se querían vacunar y que piensan que los aviones le echan cosas a las nubes para que no llueva. Ese tipo de persona.
Sin embargo, quizá no tan sorprendentemente para Herr M., su post fue comentado por un caballero muy fino, nada más y nada menos que el general Brieger. Para que mis lectores se hagan una idea: si la Unión Europea tuviera un ejército, el general Brieger sería su comandante en jefe, su mandamás, su baranda, el jefe supremo de la dojo-mojo-casa-house. Es sería él.
Como Felix Baumgarter, el general, un día de noviembre de 2023, mientras estaba haciendo de vientre, escribió en el post del policía retirado “es, sobre todo, un capítulo de la historia silenciada de los vencedores”. Luego, le dio a publicar, tiró del rollo de papel higiénico, se limpió, se subió los calzoncillos y los pantalones, tiró de la cadena y, quizá, se fue a dar una conferencia sobre seguridad en el continente europeo, quizá suponiendo que nadie se daría cuenta de que, uno de los jefes supremos de la defensa de la Unión, estaba dándole crédito a una teoría conspiranoica neonazi y demostrando que seguía a un notorio cafre en Facebook.
Pero el hecho es que alguien se dio cuenta y el traspiés se hizo público. Cogido en falta, el general Brieger no ha tenido más remedio que tratar de explicar lo que quería decir. Y esto…Bueno…Eu….ejem…Yo lo que quería decir…Era que fue un episodio histórico que se investigó muy tarde (mentira, claro).
Más concretamente, ha declarado esto:
“Mein Kommentar hat sich ausschließlich an der meines Wissens erst spät erfolgten historischen Aufarbeitung des Schicksals der Insassen der ‘Rheinwiesenlager’ orientiert. Da dieser Kommentar jedoch missverständlich interpretiert werden kann, habe ich die Facebook-Beziehung gelöscht”.
En español:
“Mi comentario se orientaba solamente al conocimiento, tardío, según mis conocimientos del destino de los internos del Rheinwiesenlager. Como este comentario podía ser malinterpretado, he borrado la respuesta en Facebook”.
A Brieger no le hubiera hecho falta ningún comentario para significarse, porque ya se sabe que a los cojos se les conoce en la manera de andar. Brieger fue jefe del estado mayor austriaco bajo el FPÖ y se le llamaba en los chats internos que han salido a la luz “uno de nosotros”.
Su hijo también está vinculado a los ultras (es concejal del FPÖ en Baja Austria) y trabaja en el club parlamentario de los de Kickl.
El incidente podría no quedar así, porque se ha elevado la cuestión a Josep Borrell, en la Comisión Europea, ante la que Breiger, previsiblemente, tendrá que responder.
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