Un acto tan sencillo como lavarse las manos tiene consecuencias enormemente positivas. Austria ahorraría 280 millones de euros todos los años, por ejemplo.
5 de Mayo.- Hace algunos meses, falleció un amigo mío. La causa de la muerte fue, en último término, una bacteria resistente. Había entrado en su cuerpo en el hospital en el que le habían implantado una válvula en el corazón. La bacteria fue proliferando en su cuerpo, hasta que estropeó la válvula. Cuando le operaron para arreglar el desperfecto, los médicos no pudieron terminar con la infección. Sucedieron varios intentos de atacar la cosa con antibióticos. Fue imposible.
Cada año, comparten la suerte de mi amigo entre 4500 y 5000 personas en Austria. Son muertes que, según dicen las personas expertas en la cuestión, podrían evitarse muy fácilmente. Todos sabemos, de los tiempos de la pandemia, cuán importante es lavarse correctamente las manos.
Por si acaso, le refresco la memoria a las personas que me leen con una sencilla regla mnemotécnica: hay que mojarse las manos, echarse jabón en ellas y frotar mientras uno canta mentalmente dos veces “cumpleaños feliz” y ya está. No hay que olvidarse tampoco de los espacios entre los dedos.
Hace catorce años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) instauró el día mundial de la higiene de manos, que se celebra precisamente hoy, cinco de mayo. La fecha, 5.5, es una analogía con los cinco dedos de cada mano.
Se pretende aumentar la concienciación de todas las personas de lo importante que es lavarse las manos correctamente.
Si el personal sanitario y las personas que, en general, pisan los hospitales, se desinfectaran las manos como Dios manda, se podrían reducir considerablemente las muertes como la de mi amigo y, además, se reducirían mucho los costes del sistema sanitario. Las personas que han estudiado este tema calculan que la deficiente desinfección de las manos le cuesta todos los años al sistema de salud (que pagamos todos) alrededor de 280 millones de euros.
Si se evitaran todas estas infecciones, con el dinero que se ahorraría se podrían contratar 5000 efectivos de personal sanitario todos los años, con lo cual, probablemente, la atención mejoraría considerablemente.
Es una triste guasa, por cierto, que esto suceda precisamente en Austria. Fue aquí en donde se descubrió por primera vez la importancia de lavarse bien las manos y fue el doctor Ignaz Semmelweis (aquí lo conté) (al que, por cierto, sus colegas entonces se tomaron a pitorreo). Semmelweis se dio cuenta de que los mismos médicos que hacían las autopsias luego, sin lavarse las manos ni nada, asistían a los partos. Él no sabía que existían las bacterias pero tuvo la intuición genial de pensar que, quizá, las manos cochinas de los médicos tenían la culpa de que muchas recién paridas muriesen de lo que, técnicamente, se llama “fiebre puerperal”, o sea, de las infecciones que sobrevenían después del parto.
Después de una larga lucha, convenció a los colegas de que se lavaran las manos antes de atender a las parturientas y voilá! Como por arte de magia, empezaron a bajar las muertes por fiebre puerperal.
Según el Instituto austriaco Para Altos Estudios (IHS) si la gente se lavase bien las manos (cantando cumpleaños feliz y todo lo demás) se podrían evitar un diez por ciento de los ingresos, atribuibles a infecciones que, además, se han vuelto cada vez más difíciles de tratar, porque como todos nos hemos tomado los antibióticos como si fueran caramelos de menta, las bacterias han desarrollado sus estrategias para sortear su labor curativa.
Debido a esto, muchas personas que van a los hospitales para intervenciones muchas veces inofensivas, se contagian con gérmenes que les dan a los médicos dolores de cabeza.
Se calcula que, todos los años, unas noventa y cinco mil personas en Austria se encuentran en esta situación.
El resumen de todo esto es que, como ya notó Ignaz Semmelweis, lavarse manos, salva vidas. Mi amigo era joven, y podría haber vivido muchos años más, todavía. A él este artículo ya no le ayudará, pero puede ser que evite otras muertes en el futuro.
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