La ORF y Armin Wolf están, desde hace años, en el punto de mira de la extrema derecha austriaca.
6 de Mayo.- Una de las bestias negras de la extrema derecha austriaca es la televisión pública, por razones que es fácil suponer. El FPÖ ha dedicado años de trabajo y mucho dinero para construir un entramado de medios que aspira a envolver a sus votantes en una burbuja en donde solo consuman contenidos producidos por medios ultras, que luego son repicados dentro de la misma galaxia, creando así la ilusión de una mayoría que los apoya. Diversas páginas, desde las que lindan con lo delictivo (por su afinidad al núcleo “hardcore” neonazi de los llamados “identitarios” y afines) hasta lo más o menos presentable en la página web del partido.
Poco a poco, y salvo en períodos electorales en donde no tienen más remedio, los políticos del FPÖ se han ido retirando de los medios tradicionales (conocidos en el argot ultra como “mainstream”) y solo conceden entrevistas a canales dominados por ellos en donde saben que no habrá preguntas incómodas (o, simplemente, razonables) y en donde cada entrevista será un publirreportaje.
Una de las promesas electorales de la extrema derecha, so capa del manto del “liberalismo económico” es arrasar la radiotelevisión pública (que es, recordémoslo, la que más cuota de mercado tiene del país) y convertirla en una “emisora básica” (Grundfunk) al estilo de lo que el Partido Popular español hizo, por ejemplo, con Telemadrid.
Mientras tanto, y a la espera de que las próximas elecciones coloquen a Herbert Kickl al frente del Gobierno austriaco (Dios lo evite) tratan de poner todos los palos posibles en las ruedas de la ORF y atacan a sus principales figuras.
La persona a la que más atacan es el jefe de informativos de la ORF, Armin Wolf, sin duda el periodista más riguroso del país, que se las tiene tiesas con los dirigentes ultras tanto las veces que tienen que pisar el plató del telediario como en las redes sociales, el antiguo Twitter (ahora X) en particular.
Son escaramuzas en las que siempre hay más ruido (por parte del FPÖ) que nueces. Últimamente, las bravuconadas han subido un poco de tono, porque se acercan las elecciones y porque en la ORF, desde hace algunos meses, hay un nuevo consejero ultra, Peter Westenthaler, cuya relación con Herbert Kickl no ha sido nunca fluida (es de la cuerda de Haider) y que, por lo tanto, necesita hacer méritos ante el jefe, ante la previsible eventualidad (de nuevo, Dios lo evite) de que Herbert Kickl sea el próximo canciller y haya pudiera aspirar a cargos, prebendas, sinecuras o mamandurrias que pudieran venirle bien.
La estrategia consiste en provocar a Armin Wolf en Twitter, para que se salte el nuevo código de comportamiento en las redes con el que la extrema derecha intenta neutralizar no solo a Armin Wolf, sino a otros presentadores de informativos de la tele pública, como Martin Thür.
Cuando Wolf contesta lo que sea, sucede invariablemente la indignación farisaica de Westenthaler, que jura y perjura que Wolf ha violado el deber de imparcialidad que le marca la ley a la ORF y que esto no quedará así.
La última trifulca fue a cuenta de un invitado (invitada) en el ZIB, el telediario de la cadena pública austriaca. La invitada, una socialdemócrata alemana, habló durante la entrevista de las relaciones entre AfD (Alternative für Deutschland, un partido obviamente neonazi) y el FPÖ y destacó el hecho de que el líder de la fracción ultra del parlamento europeo, a la que también pertenece el FPÖ sea un político de AfD.
Hipócritamente escandalizado, Harald Vilimsky (de entre los malos del FPÖ, uno de los peores) reprochó a Wolf haber invitado a una alemana para que hablara mal de los políticos austriacos y Wolf le contestó que, de momento, la redacción de noticias de la ORF invita a quien le sale de los rayos catódicos, porque la redacción de noticias es, por ley, independiente, y debe de estar exenta de influencias externas.
Esta respuesta, naturalmente, ha merecido la airada réplica de Peter Westenthaler, acusando a Armin Wolf de no tolerar la crítica y de utilizar al abogado de la ORF, pagado con los impuestos de todos, para acallar a los críticos.
Asimismo, durante años, la extrema derecha azuza a sus embrutecidas huestes en contra de Armin Wolf, encasillándolo en el papel ingrato de portavoz del statu quo. En la última propaganda electoral del FPÖ se utiliza la imagen de Armin Wolf para protestar contra el nuevo canon de financiación de la ORF.
Cortés, pero firmemente (y de muy mala leche) Armin Wolf advirtió al FPÖ en Twitter de que no podían utilizar su imagen sin su consentimiento para la propaganda electoral. El siguiente paso fue que el abogado de la ORF enviara sendos mensajes al FPÖ recordándoles lo que es el copyright y el derecho a la propia imagen (de Wolf).
Peter Westenthaler, como no podía ser de otra forma, ha protestado de forma igual de ruidosa que esas latas que se atan en la trasera de los coches de los recién casados.
En el pasado, en situaciones parecidas, los tribunales han fallado a favor de Wolf, lo cual no ha hecho más que enfurecer a los ultras, los cuales le tienen ganas. Muchas ganas. Y, en según qué situaciones, esa exposición pública puede llegar a ser muy peligrosa.
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