Un conductor de las Wiener Linien expulsó ayer a una madre y a su hijo del 13A. Los otros pasajeros protestaron, las WL concluyen que hizo bien.
10 de Mayo.- Una de las instituciones públicas mejor valoradas por los vieneses son las Wiener Linien, o sea, los transportes públicos. Se trata a medias de una cuidadosísima estrategia de marketing, que consigue hacer cálido y personal un servicio que podría no serlo y, a medias, a qué negarlo, que los transportes públicos vieneses funcionan como un reloj.
Resulta una heroicidad que, teniendo los conductores de autobús la fama que tienen, y tratándose de un negocio en el que se trabaja de cara al público, no haya nunca ni un sí ni un no, ni pueda documentarse una voz más alta que otra.
¿Nunca? Bueno, casi nunca.
Ayer, en la línea de autobús número 13 se produjo un incidente.
La trece es la línea que atraviesa Viena (antiguamente, había incluso autobuses de dos pisos) y una de las más concurridas.
Di que subió una mujer con un niño de unos cinco años (hispanohablantes, según parece, así que si la afectada está leyendo esto, le ruego que se haga viva para obtener su versión de los hechos).
Según parece, se sentaron justo detrás del conductor. El niño, apuntan todos los indicios, tenía un día tonto, de esos que tienen los niños alguna que otra vez. Que si lloro por esto, que si grito por lo otro, que si estoy insoportable y nada me conforma. Quién sabe, quizá el niño tenía también algún otro problema (un déficit grave de atención o hiperactividad). El caso es que la criatura no cesaba de gritar.
De nada sirvieron los intentos de la madre por calmarlo o de los demás pasajeros por distraerlo y hacerle fiestas. El crío, nada, inmune a los intentos de tranquilizarlo.
El conductor, tenso. Y es que hay dos cosas contra las que ninguna persona es inmune -a menos, claro, que sea un psicópata- una es el sonido de un teléfono, y otra es el llanto de un niño.
Según parece, el chófer intentó resolver la situación de forma diplomática. En una parada, dijo:
-Señora ¿Y si se baja y toma un poco de aire con el niño?
Y la señora, que no, que no quería bajarse.
Cuando el autobús reemprendió la marcha, nuevos intentos de calmar al niño que seguía con la perra.
Hasta que al final, tres paradas más tarde, el conductor conminó al niño y a su madre a que se bajasen del autobús.
Esta actitud del conductor provocó una reacción adversa en los pasajeros. Que si hay que ver, que cómo tratan a los niños algunas personas, que si no ha tenido usted hijos, que si esto y lo otro.
Pero si el crío estaba con la perra, el conductor también era inflexible. Continuó con la marcha tras el desagradable incidente.
Cuando se supo la cuestión, las Wiener Linien prometieron investigar qué había sucedido y llegaron a la conclusión de que el conductor había manejado bien la situación.
Los chóferes tienen derecho a expulsar a los viajeros de los medios de transporte públicos solo en dos supuestos: en primer lugar, cuando alteren el orden o violen las reglas de comportamiento prescritas (la Hausordnung) y cuando puedan impedir que el viaje transcurra con seguridad.
Al sentarse justo detrás del conductor, desconcentraban al que iba conduciendo y hubieran podido provocar un accidente. De manera que, según las Wiener Linien, el conductor, tras intentar resolver la papeleta de forma diplomática, no había tenido más remedio que expulsar a la madre y al hijo del vehículo.
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