Las noches de boda ya no son lo que eran. Muchos austriacos que se casan, lo hacen pensando ya en que no será para siempre.
14 de Mayo.- En “Siete Novias para Siete Hermanos” se canta una canción “mu gonita”. Las muchachas secuestradas por los siete fornidos leñadores para ver si se enamoran de ellos (un argumento que está pidiendo a gritos un mee too o algo) dicen que “people say when you marry in june, you´re a bride all your life). O sea, que las chicas que se casan en junio permanecen toda la vida inmunes al tedio, al desamor, a las peleas por Netflix y a todas esas pequeñas cosas que terminan dando al traste con todos los matrimonios.
No debe de haber muchos matrimonios celebrados en junio e Austria porque, según un estudio de la casa de encuestas Marktagent, un veintiuno por ciento de las personas que se casan pasan la noche de bodas pensando que quizá hubiera sido mejor mandar a su cónyuge (“o cónyuja”) a pastar.
Tres cuartas partes de la población de Esta Pequeöa República piensa que la institución matrimonial sigue ofreciendo soluciones para el mundo moderno. No como en Espaöa, país en el que pensamos que lo mejor para que una relación dure es que la selle el banco, hipoteca mediante.
En cualquier caso, cuando a los austriacos se les rompe el amor es, en primer lugar, por infidelidad (un 44%). Un día, de pronto, las personas empiezan a notarse dos bultillos en la frente y luego, como le pasaba a la reina Doña Sofía, encuentras que no puedes ponerte sombrero porque, por alguna extraña razón, no te caben. Luego, atas cabos y, por último, terminas pidiendo cita con el abogado que te merezca más confianza. Siguen los desperfectos emocionales (36,4%). Después, está el que los miembros de la pareja no han experimentado una evolución paralela y un día, después de treinta años, se encuentran con que están celebrando la nochevieja con una persona desconocida que, para colmo, no les cae ni bien. La constatación de “no pegar juntos” es también un motivo de separación muy extendido (19%) y, por último, las adicciones (¡Qué malas son!). Los cigarrillos de la risa dan al traste con un 16,7% de los matrimonios).
El 85 por ciento de los divorcios terminan siendo (por lo menos sobre el papel) de mutuo acuerdo, aunque lo normal es que la iniciativa la haya tomado una de las dos partes (ver “Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo” o “se nos rompió el amor de tanto usarlo”).
Las personas en Austria suelen llegar al matrimonio después de una larga convivencia. Las noches de boda, por lo tanto, han dejado de ser fogosas o pasionales, pero también ni decepcionantes ni nada. En general, la pareja protagonista, después de haber emborrachado a toda su parentela termina rota en la cama sin ganas de ascender por la ladera del monte del gozo.
Las parejas ven el casarse como una “promesa mutua”, como un “signo de amor” o como una “conexión íntima entre dos personas”. También, cómo no, el matrimonio es visto como un “seguro legal”. Porque ya lo cantaba Carmen Linares “si me camelas, si me camelas, llévame por las calles anchas y no por las callejuelas”.
Por lo demás, las mujeres suelen dudar más del futuro de sus relaciones que los hombres y se suelen preguntar qué han hecho para merecer la compañía de las personas con las que conviven. Los hombres, según parece, somos de mejor conformar.
Por último, un último dato: los matrimonios que se rompen suelen hacerlo, como media, al séptimo año.
El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita, que no la tire, que no la tire.
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