Este año, el mes del orgullo es también el mes de las elecciones. Uno de los caballos de batalla de la Unión es (afortunadamente) la protección de las personas LGTBIQ+
31 de mayo.- Hoy termina el mes de mayo y mañana empieza el mes de junio. El mes que, desde hace unos años, se ha convertido en “el mes del orgullo” (aunque a mí me gusta más traducir “pride” por Dignidad, que creo que se ajusta más a las reivindicaciones).
Este año va a ser un mes de junio un poco especial. En Viena, el programa de actos de todo tipo ha empezado y tendrá su cumbre en la manifestación del día 8, la Regenbogenparade o “desfile del arcoiris”. Al día siguiente, votaremos en todos a los miembros del nuevo Parlamento europeo.
Se espera (se teme) que la Unión Europea vire hacia la derecha y se espera (se teme) que continúe el proceso de normalización de los partidos de extrema derecha. Un conglomerado de fuerzas políticas que van de lo nauseabundo a lo vomitivo pero que tienen una cosa en común: sus intentos constantes de minar los avances del colectivo LGTBIQ+.
La situación del colectivo LGTBIQ+ es muy diferente en la Europa rica (en general, la parte más occidental del continente) y la Europa pobre (la cosa va a peor según se acerca uno a Rusia). En la Europa rica, las personas del colectivo LGTBIQ+ son tratadas, en general, con bastante decencia. En España, se puede decir que a día de hoy, tendría que suceder algo terrible, un cataclismo que volviera del revés la sociedad, para que la tolerancia que reina se revirtiese. En el otro extremo están los países más influenciados por Rusia, en donde las personas del colectivo no solo son discriminadas con todo el aplauso de grandes capas de la población, sino que el Gobierno aprueba todo tipo de leyes de hostigamiento.
A pesar de los esfuerzos de los malos, se puede decir que la Unión Europea (y Austria, como parte de ella) representa un lugar seguro para las personas LGTBIQ+. En 2019 (último año del que se tienen datos) las tres cuartas partes de las ciudadanas y los ciudadanos de Europa manifestaron estar en contra de que se discrimine a las personas LGTBIQ+. Las leyes no pueden acabar de un día para otro con la discriminación subyacente, esa de la que no se habla. Por ejemplo, la que vuelve a meter a muchas personas mayores en el armario cuando las llevan a una residencia. Pero el hecho de que sea ilegal en Europa discriminar a personas LGTBIQ+ a la hora de buscar un piso, o de elegir colegio para sus hijos o de acceder al sistema sanitario, es un paso muy importante.
Desde 1999, la Unión Europea dispone de competencias para evitar la discriminación de las personas del colectivo LGTBIQ+, que se han materializado en directivas que se han transformado en leyes que han mejorado la vida de cientos de miles de personas a lo largo y ancho de todo el continente.
Desde 2003 es ilegal discriminar a las ciudadanas y a los ciudadanos de la Unión por razón de su orientación sexual. Esta protección incluye el acoso de las mujeres y los hombres trans en el trabajo, una vez hayan empezado su transición o hayan pasado por el proceso de reasignación de sexo.
El odio contra las personas LGTBIQ+ se manifiesta con frecuencia en las redes sociales. En 2016 la Unión Europea firmó un acuerdo con las grandes tecnológicas, con Microsoft, con Facebook (hoy Meta), con la red que nadie llama X (Twitter) y con Youtube que obligaba a las compañías americanas a revisar las incitaciones al odio y retirarlas, en su caso, en un plazo no mayor de veinticuatro horas. Otras compañías se fueron adhiriendo a este acuerdo en 2018 y 2019.
Otro asunto importante, sobre todo en la Unión Europea, es todo lo relativo al paso de fronteras y asuntos transfronterizos.
Aunque las ciudadanas y los ciudadanos europeos tienen derecho a moverse libremente por todo el territorio de la Unión acompañados de sus hijes y sus cónyuges, a veces las personas LGTBIQ+ se encuentran con obstáculos. Por ejemplo, en aquellos países en donde no está reconocido el matrimonio igualitario (la práctica totalidad de los países del este y de los Balcanes). La UE no puede obligar a los países a que hagan el viaje desde el siglo XI hasta el siglo XXI, pero en la práctica los matrimonios entre personas del mismo sexo son válidos en todos los países de la Unión desde el momento en el que todos los casados tienen derecho a establecerse legalmente en todos los países de la Unión y a que se les reconozcan los mismos derechos que a los demás matrimonios.
En más de setenta países del mundo, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son un delito y en muchos (siempre son demasiados) se castigan incluso con la muerte.
La Unión Europea, a través de su acción exterior, es uno de los mayores donantes del mundo a organizaciones que intentan acabar con este troglodítico estado de cosas. Es más, la Unión pone mucho énfasis en que los países que quieran entrar en el club se comprometan a fomentar medidas para la promoción de las personas LGTBIQ+ y para evitar que sufran discriminación. Los “países candidatos” (Ucrania, por ejemplo) tienen que demostrar su compromiso en este aspecto. La Unión también ayuda a organizaciones de la Sociedad Civil que luchan contra la discriminación en Turquía y los Balcanes.
Una sociedad que cuida y protege a sus minorías y previene la discriminación es una sociedad más sana y más decente y, por supuesto, más exitosa, porque puede garantizar que el mayor número posible de personas puedan hacer su vida sin miedo y dando lo mejor de ellos mismos.
Por eso, el día 8, cuando vayas a votar, piensa muy bien la dirección de tu voto. Recuerda que al introducir tu voto en la urna puedes estar haciéndole daño a mucha gente inocente. Gente como tú y como yo que lo único que quiere es vivir en paz.
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