Adolf Beer pertenecía al círculo de poder del nazismo cuando fue detenido junto con su pareja, un joven de 22 años. La corrupción del tercer reich le salvó la vida.
LA PERSECUCIÓN DE LOS HOMOSEXUALES EN VIENA DURANTE EL NAZISMO
Capítulo 4
Expediente A11 LGI VR5632 / 39
8 de Junio de 1938
DENUNCIA ANÓNIMA
Estimada Gestapo:
Presten atención al ex cantante de ópera homosexual Hans Beer. Perteneciente al círculo de Röhm, no se siente seguro en el Reich y por ello se ha trasladado a un lugar donde pueda continuar su vida de vergüenza sin ser molestado. Su víctima actual es el joven Karl F., hasta hace poco piloto de las S A, a quien Beer apartó de su profesión para tenerlo completamente bajo su control. Es una pena por el joven al que está arruinando moralmente. Y una desgracia para el partido.
¡Heil Hitler!
Hans Adolf Beer
Exactamente un mes más tarde nos detuvieron a Karl y a mí. Teníamos alquilada una habitación en casa de una viuda, en la Gumpersdorferstrasse.
Yo era de Nuremberg, nacido en 1894. Estudié canto en Munich. Cuando estalló la gran guerra, como otros muchos, me alisté voluntario. Serví entre 1914 y 1918 en el frente occidental. Cuando terminó la guerra, tuve una carrera teatral con contratos en Augsburg, Heilbronn, Munich y el festival de Bayeruth.
A partir de 1934, cuando los nacionalsocialistas tomaron el poder, entré en las SA y estuve muy cercano a Ernst Röhm.
A pesar de que la homosexualidad fue pronto declarada ilegal, todo el mundo sabía que Röhm entendía, y que siempre tenía a su alrededor un grupo de jovencitos arios con los que se divertía !Cuántas noches me repitió las palabras de Hitler cuando le contaban de sus fiestas con chicos de clase baja! “No me importa con quién se acueste, siempre que guarde la debida discreción”.
Luego vinieron las envidias y el golpe de junio del 34. Entre enero de 1937 y el verano del 38 estuve trabajando en el ministerio de propaganda, del que dependían los asuntos del teatro.
A mediados de 1937 conocí a Karl en una sauna. Me dijo que le gustaba cantar, tenía buena voz. Así que le invité a casa, y pasó lo que tenía que pasar. Por aquel entonces estaba todavía en el ejército, en Wiener Neustadt.
Con la excusa de las clases de canto, le convencí de que se saliera del ejército y, tirando de contactos, le conseguí un trabajo en la misma agencia teatral en la que yo estaba. Luego se mudó a mi casa y empezamos a vivir juntos.
Después de que la Gestapo pusiera la casa patas arriba y encontraran pruebas contra nosotros, nos llevaron a juicio y nos declararon culpables. Más culpables no podíamos ser. Luego, nos mandaron al campo de concentración de Buchenwald.
A las dos semanas de estar los dos en aquel infierno, devolvieron a Karli a Viena. La excusa que pusieron era que yo le había seducido y que a mí se me notaba mucho la pluma, así que la sentencia fue campo de concetración hasta nueva orden.
Aquí pesaron mis antecedentes. La Gestapo de Viena se puso en contacto con la de Berlín, en donde yo tenía un amplio expediente. Parece que algunos de los jovencitos que estaban invitados a las fiestas de Röhm habían hablado más de la cuenta y me habían descrito como un tipo trepador que solo utilizaba la política para satisfacer sus deseos y su ambición.
Salieron otros procesos, como un rollo de una noche que tuve en 1936 con un tío de Salzburgo. Me encerraron diez meses por eso y luego me volvieron a mandar a Buchenwald. La suerte sin embargo vino en mi ayuda.
El hijo de Wagner, Siegfried, también entendía y habíamos sido muy amigos, él y yo. Cuando murió, conservé la amistad con Winifred Wagner, una de las personas a las que Hitler escuchaba. No sé cómo llegó mi caso a sus oidos, pero se apiadó de mí y, moviendo influencias, me sacó de Buchenwald.
Cuando terminó la guerra, viví todavía treinta años. Fallecí el 22 de septiembre de 1975.
A Karl no volví a verle más.
Deja una respuesta