2028: Austria sale de la Unión Europea

En 2028, el Gobierno Kickl saca a Austria de la Unión Europea. El desastre es de proporciones épicas y no tarda en llegar.

 

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2 de Junio.- Octubre de 2024, la extrema derecha ha ganado las elecciones en Austria. Debido al desgaste de las demás fuerzas y a cierto Zeitgeist (la normalización de los ultras, que ya gobiernan en distintos países de la Unión y tienen un cuarto de los escaños del Parlamento Europeo) el Presidente Van der Bellen no tiene más remedio que encargar a Herbert Kickl la formación de un gobierno.

Crecido, envalentonado, Kickl, a mediados de 2025 Herbert Kickl encarga a su Ministro de Exteriores (el prorruso Vilimsky) que haga llegar a la Comisión Europea un pliego de condiciones maximalistas cuyo no cumplimiento implicarían la salida de Austria de la Unión. Entre estas, se encuentra que cese la lucha contra el cambio climático, que se posponga sine die el abandono de los combustibles fósiles y el fin inmediato de toda ayuda militar a Ucrania. A pesar del apoyo de Gobiernos afines, como el de Hungría, la Comisión Europea se niega a cumplir las exigencias del Gobierno de Viena.

En septiembre de 2025, el Gobierno austriaco, que ya empieza a estar hostigado por casos de corrupción, emprende una huida hacia adelante que se materializa con un Öxit duro al estilo del inglés.

Este llega, tras una dura negociación a cara de perro, el primero de enero de 2028. Durante los primeros meses, como sucedió en Inglaterra, no se produce ningún efecto visible en la vida de los ciudadanos. Pronto, sin embargo, las cifras macroeconómicas empiezan a deteriorarse. El Gobierno de Viena no consigue establecer alianzas regionales ni con Suiza, atada a un acuerdo preferencial con la Unión Europea, ni con el Reino Unido. En la práctica, se encuentra aislado económicamente. Las exportaciones a Alemania, el mercado natural de Austria, vuelven a ser difíciles debido a los trámites aduaneros y a los interminables procesos de homologación con la legislación comunitaria.

En cuestión de un año, la escasez de mano de obra se hace palpable.

La salida de la Unión Europea hace que los trabajadores comunitarios que mantenían el sector servicios y la sanidad funcionando, dejen de venir. Los rumanos, los checos, los eslovacos, los científicos y los ingenieros de la Unión que enriquecían Austria con su talento, simplemente hacen las maletas y se marchan o ya no vienen.

Poco a poco se va haciendo patente que la economía austriaca se ralentiza. En Viena y otras grandes ciudades es difícil (y sobre todo, mucho más caro) conseguir productos de primera necesidad como fruta o huevos.

Toda la legislación que protegía a los consumidores de los abusos de la industria y los bancos decae. La calidad de los artículos que se venden en las tiendas deja de ser homologable con la de la Unión. Se abaratan costes que hacen que las exportaciones sean más difíciles, al no cumplir los productos austriacos los estándares de calidad.

Se multiplican los casos en los que las entidades bancarias abusan de los consumidores engañándoles con cláusulas abusivas o liosas.

El mercado austriaco, privado de la legislación comunitaria, se ve inundado por copias baratas de productos austriacos. Se llegan a detectar Mozartkugels hechos en China con sucedáneo de Cacao, indistinguibles de los originales pero de mucha peor calidad y sabor. Austria y China se enredan en un complicado pleito que la República austriaca abandona por falta de recursos.

Los austriacos, gracias a la diligencia de su Gobierno de extrema derecha, se dan cuenta de lo importante que es la letra pequeña, a la que llevaban décadas sin prestar atención porque la legislación europea ya lo hacía por ellos.

Los restaurantes dejan de estar abiertos todo el día por falta de mano de obra y muchas empresas tienen que parar la producción.

El Schilling, la antigua moneda reinstaurada después de la salida de la Unión, está sujeta a todo tipo de turbulencias y es pasto de los especuladores. La inflación sube a niveles nunca vistos. El Gobierno austriaco se las ve y se las desea para conseguir préstamos en los mercados financieros internacionales, al no contar con el respaldo del Banco Central Europeo ni con su poder negociador.

Salir y entrar de Austria se convierte en un infierno de burocracia que termina por impedir a muchos trabajadores de las zonas fronterizas (los que viven en Austria pero trabajan en Alemania) cumplir con su labor.

Se repiten las escenas de 2020, cuando la reinstauración de los controles fronterizos por la pandemia provocó atascos históricos de 45 kilómetros en las fronteras austriacas.

Reaparece el “roaming” en las llamadas telefónicas. Llamar por teléfono al extranjero se convierte en cosa de ricos.

Los estudiantes austriacos quedan fuera del programa Erasmus y del sistema de becas que favorece la innovación dentro de la Unión. Les resulta más difícil conseguir fondos y muchos proyectos tienen que ser abandonados. La vida académica austriaca decae sin remedio.

(…)

Todas estas cosas que parecen de ficción YA están pasando en el Reino Unido y podrían pasar también en Austria si la extrema derecha se saliera con la suya.

Por eso, el próximo domingo, utiliza bien tu voto.


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