El canciller Nehammer ha anunciado hoy la fecha de las próximas elecciones generales. La casilla de salida es esta.
11 de Junio.– En todas las oficinas de este mundo (y del otro, no me cabe la menor duda) existe la típica persona trepa cuyo principal talento es “venderse bien”. Esta capacidad de automarketing no tiene demasiado que ver con otros talentos, que pueden estar presentes o no.
El primer mandamiento de las personas que se venden bien es comportarse como si ya fueran jefes de algo. Ir vestidos de punta en blanco, sacar mucho pecho, estar todo el día con una cara como si llevaran sobre los hombros el peso de decisiones importantísimas, hacer horas extras, y tratar a los compañeros a patadas, como si fueran unos vagos despreciables que merecieran solamente el despido como pago a su perversidad.
Todos los que hemos hecho teatro alguna vez sabemos que un cincuenta por ciento de un personaje es la actitud.
Luego, el resto, saberse la letra mejor o peor, el vestuario, el maquillaje, el tener la edad o el tipo físico que exija el papel que a uno le han repartido, son cosas casi secundarias. Pero la actitud no se puede sustituir con nada.
Hay gente que dice con su actitud “aunque sea el empleado más muerto de hambre de esta empresa, seré tu jefe algún día”.
Hoy hemos sabido cuándo serán las próximas elecciones: el día 29 de Septiembre y, después de las europeas todos los partidos del arco parlamentario austriaco menos la extrema derecha se encuentran en ese proceso de buscar su actitud al objeto de evitar lo que todo el mundo insiste en considerar inevitable y que no tendría por que serlo: que los ultras ganen.
SPOILER: No la terminan de encontrar.
Especialmente los socialdemócratas a los que, seamos realistas, tampoco les ayuda mucho el Zeitgeist.
La extrema derecha de Kickl, después de haber ganado las europeas por la mínima, es el compañero coñazo de la oficina que saca pechito y se comporta como si ya tuviera un despacho para él solo.
Su interés primordial es el de demostrar que el hecho de que Herbert Kickl será canciller después de las próximas elecciones es una cosa tan inevitable como que el agua rompe a hervir si se la calienta a cien grados centígrados. Y sin embargo, no es tan seguro, de ninguna manera, que Herbert Kickl vaya a ser canciller. El relato del FPÖ es que, si en octubre, resultan ser el partido más votado, tienen derecho a poner ellos el canciller. No hay sin embargo ninguna ley del ordenamiento jurídico austriaco que así lo dicte. Hay, de hecho, precedentes de lo contario. No en el caso del canciller, sino de la entrada en el Gobierno del FPÖ. El precio de que el FPÖ entrase en el Gobierno siendo canciller Schüssel, a primeros de este siglo, fue que Jörg Haider se mantuviera lo más lejos posible de cualquier ministerio.
A cambio del poder (y a cambio de apaciguar a la comunidad internacional) los extremistas sacrificaron a su líder.
La maquinaria propagandística del FPÖ, la mejor engrasada del país, junto con la de las Wiener Linien, es muy consciente de la importancia de los gestos. Del “comportarse como sí”.
De ahí, por ejemplo, las giras de Kickl que llevan el nombre de “Volkskanzler” (el “canciller del pueblo”, título, por cierto, inventado por Goebbels para Hitler) en las que Kickl ejerce como si ya estuviera sentado en la Ballhausplatz.
¿Y por el otro lado?
Hay una vieja borma que decía que cuando en San Francisco (USA) eran las nueve de la noche en Viena era 1856.
Pues en el resto de los partidos austriacos va todo un poco así.
Contra la formidable maquinaria de producir tensión y bulos de la extrema derecha, los demás partidos han emprendido una huida de la realidad que lleva al Partido Popular austriaco a proclamar que su desgastadísimo Karl Nehammer se encuentra en un “duelo” por la cancillería cuyo contendiente es Herbert Kickl (los ultras, por supuesto, se han reido en su cara).
En cuanto a Andreas Babler, ha declinado la invitación de acudir al telediario austriaco de máxima audiencia, el de la ORF, para explicar su valoración de los resultados de las elecciones europeas, quizá para no tener que responder a preguntas a propósito de su saboteador máximo, Doskozil, el presidente del Land de Burgenland.
¿Se puede revertir en cuatro meses esta dinámica?
Más nos vale a todos que se pueda.
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