Bañista en la isla del Danubio

La traidora

Bañista en la isla del Danubio

Mientras fuera de Austria la Ministra de Medio Ambiente es una figura de modesta popularidad, dentro está condenada al ostracismo.

21 de Junio.- El solsticio de verano tiene siempre algo de trágico e irremediable. Y es que, como sucede en las vidas de muchos seres humanos, una vez alcanzada la pujanza máxima de la juventud, solo cabe ir empeorando. A poquitos, eso sí, pero cuando el sol está más alto, se sabe siempre que, en algún momento, primero, llegará el equinoccio y, después, el otro solsticio, aquel en el que la oscuridad le gana la partida a la luz.

Esta semana, sea por los aires acondicionados o sea por la ley implacable de los virus, he estado (y estoy) acatarradísimo. No soy el único. Los trenes y los transportes públicos en general son una sinfonía de toses, mocos y estornudos. Desde alguno de esos, llegaron hasta mí los virus (quién sabe quién fue el anterior huesped). Lo que no ha cambiado en ningún momento ha sido, eso sí, la curiosidad por la actualidad austriaca.

Mientras en gran parte del continente europeo Leonore Gewessler, la ministra de Medio Ambiente, es aplaudida por su actitud valiente, que permitió salvar por el pelo de un calvo la ley europea de restauración de la naturaleza, en su país los señoros hacen vudú con su foto.

En un país en el que la jerarquía se considera una virtud heróica, en el que más o menos todo el mundo tiene la firme convicción de que si el capitán se hunde con el barco los fogoneros de la sala de máquinas tienen la obligación de ahogarse, la actitud de Gewessler se considera un delito de lesa majestad. Pero es que, además, Leonore Gewessler es una mujer. No se dice, claro, pero son hombres todos los que la acusan de algo de lo que probablemente es inocente. Desde el canciller, que la ha denunciado por prevaricación hasta el líder de la ultraderecha, Herbert Kickl, que la ha acusado de “alta traición” (sic), hasta los representantes de los Länder confederados (la gran mayoría del Partido Popular) que no quieren ni verla. Literalmente. Hoy no se han presentado a una reunión que había convocada para discutir la hoja de ruta para que Austria abandone los combustibles fósiles (lo cual, añado yo, falta le hace).

El ostracismo al que se ha condenado a Gewessler es a medias sincera, hidalga indignación y a medias también un aviso para lo que pueda venir. Imaginemos que de las próximas elecciones sale un Gobierno, como parece probable, de la derecha y sus deréchers (el FPÖ) ¿Qué pasaría si, pongamos, un Herbert Kickl o un Dominik Tepp, digo Nepp, empezara a tomar decisiones por su cuenta? Pongamos “concentrando” a los pobres refugiados en “campos” construidos al efecto.

Leonore Gewessler es ya una figura política amortizada y, probablemente, “se ha inmolado” por un fin que ella considera benéfico (y que seguramente lo sea). Pero pueden venir gente con no tan buenas intenciones.

En este sentido, esa clase de señores que las feministas más combativas motejan de “pollaviejas” también se indignan con un silencio que les resulta especialmente llamativo, que es el del Presidente de la República, Alexander van der Bellen.

¿Por qué no dice nada? Se preguntan indignadísimos ¿Por qué no tuvo ninguna piedad en expulsar a Herbert Kickl del Gobierno en su momento y ahora no dice nada siendo -en su opinión- el “crímen” de Gewessler mucho peor?

Entretanto, la afectada hace de tripas corazón y se muestra bastante relajada en sus apariciones públicas. Cosa que, por cierto, también le reprochan sus “reprochantes”. Que si actúa como si no hubiera pasado nada, etcétera etcétera.

La cuestión, por supuesto es: el país va a elecciones de aquí a cien días y todo el mundo cree estar tomando posiciones para hacer las cosas que más les gustan a sus votantes.

¿Tendrá todo este teatro alguna influencia en los votos?

De alguna manera parece que sí porque, por lo que sea, una parte del voto conservador está migrando insensiblemente hacia el Partido Popular y ya las encuestas no son tan brillantes para Kickl como eran.

De todas maneras, cien días dan para mucho.

Yo, mientras tanto, voy a ver si me curo a base de paracetamol.


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