¿Qué hacer en Viena con esta calor insoportable? Pues hay alternativas bien curiosas y refugios que consuelan y alivian.
12 de Julio.- Ya lo cantaba Conchita Velasco (la pobre) „qué calor en la ciudad“ y respondía el coro „qué calor, qué calor“. Viena y los vieneses con ella, nos achicharramos vivos de día y de noche, mientras la canícula (o sea, la perrilla) se abate sobre esta pequeña república.
¿Qué hacer? Hay consejos para todos los gustos y cada cual, como pasa cuando el termómetro está a bajo cero, hace lo que puede.
Desaconsejados están, por ejemplo, las bebidas alcohólicas y el café, porque deshidratan el cuerpo serrano y ya se sabe que cuando uno pasa calor, suda como un pollo. En su lugar, los doctores y las doctoras que entienden de esto aconsejan beber mucho líquido y a ser posible fresco. También comer lo que el cuerpo le pida a uno, especialmente, si el cuerpo te pide fruta, verduras de la huerta y cosas así. No hacer deporte en las horas centrales de la jornada, que es cuando más aprieta Lorenzo y, en general, sentido común.
Pero ¿Hay lugares de Viena que sirvan de refugio contra el calor?
Pues los hay. Y aquellas de mis lectoras y aquellos de mis lectores que quieran aliviarse un poco la sofoquina, pueden seguir estos sencillos consejos:
–Ir al Stephansdom. O sea, a la augusta catedral gótica de Viena. Ateos y capillitas tienen la oportunidad de refrescarse en esta cueva artificial cuyas piedras no están torturadas por el astro rey. Hasta diez grados menos que en la calle hay, oiga.
Los creyentes, además, podrán postrarse ante un pelo del mismísimo Juan Pablo II (se supone que procedente de la papal testa, no hay noticias de que sea un pelo rizado) que se guarda allí como reliquia. También podrán rezar por la salvación de su alma y, quién sabe, incluso escuchar música de órgano si a mano viene.
Ni que decir tiene que las Iglesias vienesas gozan de la misma frescura que la catedral. Son sitios silenciosos en donde refugiarse un poquito del mundanal ruido y evitar los golpes de calor.
-Podrán también ir a un museo. Los lugares en donde se guardan cosas viejas con mérito tienen que estar a una temperatura constante -y tirando a fresca- durante todo el año, al objeto de que cuadros, momias, muebles y demás parafernalia, no sufran cambios de temperatura que pudieran conducir a su deterioro.
El departamento del antiguo Egipto del Kunsthistorisches Museum es el lugar más fresco. Según el periódico (der Standard) de donde saco todos estos datos, reinan en este lugar unos paradisiacos veintidós grados, que ya quisiéramos muchos para dormir de noche.
–Puntos frescos. La ciudad de Viena, como es moderna, pone a disposición de sus pobladores unos refugios climáticos para huir de la calina.
Estos puntos con Wifi, bebidas y toda clase de comodidades, están situados en hogares para ancianos, bibliotecas y otros sitios públicos.
–Los transportes públicos vieneses también son un lugar ideal para librarse del calor. En el metro “sin encambio” hay que fijarse y subirse a convoyes que estén climatizados. En los otros, que datan de cuando Kreisky era canciller (es un decir) los recios vieneses de los ochenta no consideraron necesario poner aire acondicionado, y se suda la gota gorda.
La estación más fresca es Schottenring.
Aquí lo dejo yo para quien quiera aprovechar la información.
-Quizá la forma más curiosa de librarse del fuego y del plomo derretido que caen del cielo sea ir a patinar sobre hielo.
¿Se puede? Pues sí, señora. Se puede. Todos los martes y todos los sábados en la Stadthalle de Viena se puede patinar sobre hielo y sentirse pingüino en el polo (quien sepa patinar, porque yo correría serio peligro de traumatismo craneoencefálico).
-Por último, está la alternativa más tradicional: el remojo. Piscinas, el mismo Danubio que riega esta ciudad con sus linfas cantarinas, los lagos y charcas en donde los mosquitos se dan el banquete padre a base de sangre humana y los mirones sacian su ansia de cuerpos ajenos puestos al sol. Yo, personalmente, ni he sido ni soy un hombre amante de las intemperies.
Como soy blanquito, me quemo y no me gusta. De todas maneras, con echarse protector solar, pues vale.
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