Debido al cambio climático, grandes zonas de Austria se van a enfrentar pronto a un problema inédito por estas tierras: la sequía.
24 de Julio.- El cambio climático está cambiando el mundo a toda velocidad. Para mí, resulta escalofriante comprobar cómo en los veinte años que llevo en Austria los veranos han pasado a ser cada vez más parecidos a los que yo conocía de mi infancia y los inviernos, por desgracia, también.
Lejos quedan aquellas fotos de las calles de Austria nevadas con los chavales tirándose en trineo por las cuestas.
Según el observatorio europeo para el cambio del clima, Copernicus, el domingo pasado fue el día más cálido en el planeta desde que se tienen registros. La temperatura media del planeta casi llegó a los dieciocho grados, una barbaridad.
Como todos los años, también este verano ha llovido de manera salvaje en las zonas de Austria fronterizas con Eslovenia y con el norte de Italia.
El agua del Mediterráneo, mucho más caliente de lo que sería lógico, produce nubes cargadas de vapor de agua que se estrellan contra las cumbres frías de los Alpes y descargan en muy poco tiempo y, por lo tanto, en zonas muy concentradas del terreno.
Antes de ayer, en la ORF, los bomberos de las zonas afectadas se declaraban exhaustos. Las salidas de emergencia provocadas por las inundaciones se han multiplicado por cinco en los últimos años y los destrozos igual.
Se quejaban los bomberos de que resultaba una enorme carga emocional enfrentarse a toda esa gente sufriente, a todo ese estrés, a todo ese peligro y seguir trabajando como si nada.
Otro de los efectos del cambio climático es, por desgracia, el descabalamiento del régimen de lluvias.
Por paradójico que parezca, Austria va a enfrentarse más pronto que tarde a sequías duras y persistentes, sobre todo en la zona este del país y en algunas áreas de Tirol.
Hoy, los Verdes, que ya votaron en el Parlamento Europeo por la ley de restauración de la naturaleza, que pretende ser uno de los instrumentos para luchar contra los efectos adversos del cambio climático sobre los ecosistemas europeos, han presentado la que sin duda será una iniciativa pionera: un plan de gestión del agua.
Y es que, como ha dicho la ministra Gewessler -famosa también a su pesar por haber sido la llave de la aprobación de la ley que mencionaba más arriba- “en Austria hay mucha agua, pero no una cantidad infinita”, de manera que los austriacos deberían pensar ya cómo van a utilizarla de aquí a 2050.
Y luego, claro, cuando el agua llega, lo hace en muy poco tiempo y muy mal.
Una de las ideas que han lanzado los verdes es el cuidado del suelo y muy singularmente el “des-sellado” del suelo, para lo cual hay una partida de fondos europeos.
En Austria se construye demasiado para la demanda que hay, y se sellan muchas superficies de suelo que debería dejarse al aire libre. Esto, por ejemplo, provoca que cuando cae el agua no tenga por dónde tirar y se produzcan inundaciones.
Además, el suelo es un filtro natural que elimina las impurezas del agua, como todos los que bebemos agua de Viena sabemos. Agua que viene de los Alpes filtrada por las piedras calizas a lo largo de miles de años.
Los verdes también abogan por una constante monitorización no solo de la calidad y de la limpieza del agua “bebestible” sino también por su cantidad en los depósitos naturales. Asimismo, abogan por utilizar agua de lluvia para los sanitarios y para otros usos, por ejemplo, industriales.
El cambio climático, el calor extremo, golpea singularmente a las personas con menos recursos económicos. Para eso, los Verdes abogan por reverdecer las ciudades y, una medida que sin duda será polémica, abrir más accesos a los lagos y a las orillas de los ríos.
Son zonas que, por desgracia, están ocupadas por los chalés de los ricos. Una ley consensuada a nivel federal, deberá hacer que sean más accesibles las zonas de baño y los bosques.
Deja una respuesta