Hace treinta y cinco años, un comando enviado por el gobierno de Teherán asesinó en Viena a un dirigente kurdo. Esta es su historia.
Para Danial, que me puso en la pista de esta historia.
26 de Julio.- Hace casi exactamente dos semanas se cumplieron treinta y cinco años de un crímen que conmocionó a Austria y que colocó a su Gobierno ante una posición muy incómoda.
El 13 de Julio de 1989, Abdul Rahman Ghassemlou, el jefe del Partido Democrático Kurdo de Irán, fue asesinado en Viena junto con otras dos personas, por un comando a sueldo del régimen de los ayatolás. Ghassemlou, lo mismo que las otras dos víctimas, había acudido a un encuentro secreto para lo que él creía que sería una negociación sobre la autonomía de los kurdos residentes en suelo iraní. Según fuentes de una concienzuda investigación llevada a cabo por el austriaco Peter Pilz, entre sus asesinos se encontraba presuntamente Mahmud Ajmadinejad, el cual más tarde se convertiría en uno de los presidentes más fundamentalistas que ha tenido la República Islámica de Irán.
Una vez cometido su cruel acto, los presuntos asesinos se refugiaron en la embajada de Irán en Viena. Tras una presión diplomática brutal del Gobierno de Teherán el Gobierno austriaco les dejó salir del país. Incluso uno de ellos fue llevado al aeropuerto de Schwechat bajo escolta policial.
Por dar un poco de contexto: desde el final de la segunda guerra mundial el pueblo kurdo lleva buscando un lugar dentro del mosaico de etnias y nacionalidades, muchas veces superpuestas territorialmente, dentro de los países que se reparten la región que conocemos como Oriente Medio y que fue la cuna de nuestra civilización. Su lucha por una mayor autonomía ha seguido todos los vaivenes del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. El propio Abdul Rahman Ghassemlou intentó buscar un mejor futuro para su pueblo acercándose, primero, a los países de la antigua órbita comunista (vivió muchos años en la entonces Checoslovaquia) y luego, a partir de los años setenta, intentó lograr una autonomía kurda dentro de un Irán democrático.
En Turquía, el conflicto entre el Gobierno de Ankara y la minoría turca se ha enquistado y se ha cobrado ya cientos de vidas, en una dinámica en la que se suceden los atentados y la represión.
Volviendo a los momentos posteriores a los tres asesinatos de Viena, el régimen de los ayatolás consiguió sacar al comando de presuntos asesinos de Austria ejerciendo una presión brutal, que algunos de los funcionarios austriacos implicados calificaron de “métodos mafiosos”. Básicamente, le hicieron llegar al Gobierno austriaco, bajo el mandato de Thomas Klestil entonces, un mensaje claro: si los asesinos de Abdul Rahman Ghassemlou llegaban a ser juzgados, la vida de los austriacos residentes en Irán “podría llegar a ser peligrosa”.
Según parece, no fueron estos los únicos medios con los que contaba Irán para presionar a la República austriaca. Según el expresidente iraní Abolhassan Beni-Sadr, el Gobierno de Teherán contaba con documentos que probaban que la República de Austria había participado en entregas ilegales de armas durante la guerra Irán-Irak.
Ghassemlou no ha sido el único líder kurdo asesinado por el Gobierno de Teherán. El 17 de agosto de 1992, su sucesor al frente del Partido Democrático Kurdo de Irán, Sadegh Scharafkandi, fue asesinado en el restaurante Mykonos de Berlín. Otras cuatro personas murieron o fueron heridas de gravedad. Al día siguiente, Scharafkandi tendría que haber viajado a Viena. La justicia alemana acusó al Gobierno de Teherán de practicar terrorismo de estado, lo cual llevó a los países de la Unión Europea a un boicot diplomático contra el Gobierno de Teherán.
Desde entonces, todos los intentos de aclarar la participación del Estado austriaco en la huida de los presuntos autores del asesinato de Abdul Rahman Ghassemlou han sido infructuosos. La viuda del asesinado demandó a la República austriaca y fue derrotada en tercera instancia, al no encontrar los jueces ninguna conducta reprochable del Gobierno. Sendas comisiones de investigación parlamentarias, la última hace cinco años han terminado en callejones sin salida.
Paralelamente, son numerosos los políticos austriacos que han visitado Irán. En 1999 y en 2004, Thomas Klestil, que fue el primer presidente de la Unión Europea en visitar Teherán. Mohamed Jatami, presidente de Irán, estuvo varias veces en Austria. Solo bajo Amadinejad se enfriaron las relaciones -Amadinejad pasa por ser uno de “los duros” del régimen de los ayatolás.
Una cosa, eso sí, no ha cambiado: los kurdos, en Siria, en Irán, en Turquía, siguen sin poder gozar de un autogobierno razonable ni de las libertades elementales.
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