Harto de oración y de penitencias, un cura de la diócesis de Sankt Pöllten decidió provocar visiones en sus feligreses por otros métodos.
29 de Julio.- En la Edad Media, San Benito de Nursia puso a los monjes a trabajar al grito (vamos, bajo el lema) Ora et Labora. O sea, a Dios rogando y con el mazo dando. San Benito, seguramente, había visto que el ocio solo engendra vicios y que los que se pasan todo el día tocándose el cordón del hábito terminan más mal de la cabeza que bien.
Después vinieron épocas de más opulencia, y los curas y las monjas vivían divinamente, pero hete aquí que llegó la ilustración y la religión empezó a decaer. La Iglesia se vio en la obligación de vivir con más modestia, y los curas se pusieron acorde con la empresa para la que trabajaban.
Se suponía, carlo, que el que se metía a cura debía de estar preocupado no por la pasta y los oropeles, sino por el bien de las almas.
Lo que viene siendo un pastor que oliera a oveja, citando el feliz lema del Papa Paquirri.
Alguno que otro, sin embargo, tentado por el Maligno, no encuentra este programa de vida demasiado atractivo, y no le hace ascos a los cuantiosos beneficios que se sacan (según parece) de la producción y el tráfico de pastillas de la risa y de cigarrillo que huelen a pachuli.
Hace algunos meses, un cura español (que tenía novio también, para más ardor) fue acusado de traficar con drogas.
Quizá siguiendo su estela la policía ha pillado a un cura de Baja Austria. Dado lo que sigue, por cierto, también se le podrían presumir ciertas aficiones seriéfilas. Sin duda encontrará el lector algunas similitudes con aquel relato seriado que se llamó “rompiendo mal” o sea “Breaking Bad”.
Y es que nuestro cura, presuntamente, se dedicaba a cocinar en su parroquia Christal Meth, o sea, metanfetamina.
Una vez la tenía hecha, la vendía, cosa que está naturalmente prohibida por las leyes, dado que la metanfetamina no es ningún licorcete digestivo de esos que se beben a sorbitos durante las noches del invierno.
Tras recibir el chivatazo, la policía ha hecho el preceptivo registro y ha encontrado los útiles necesarios, así como ingredientes que, presuntamente, el cura utilizaba para inducir el éxtasis y las visiones en sus clientes.
(Claro, era una vía más rápida que los ayunos y las oraciones que practicaba, por ejemplo, la Santa de Ávila).
De las informaciones publicadas por la Iglesia austriaca se colige que el presunto era polaco (fíate de la virgen de Varsovia y no corras).
Ha trascendido que tiene 38 años, edad que le permite conocer los hábitos de la juventud.
Precisamente en la capital de ese país que vio nacer a Lech Walesa, reserva espiritual del catolicismo europeo, había nuestro hombre ejercido hasta 2021, momento en que, sin duda por la escasez de vocaciones que tiene amojamados los seminarios austriacos, había sido importado al objeto (oficial) de luchar contra el pecado en la diócesis de Sankt Pöllten.
Con santa ira ha reaccionado la Iglesia austriaca.
El sacerdote ha sido apartado de sus funciones y se le ha prohibido que ejerza su ministerio en la diócesis a la que estaba adscrito. Vaya por Dios.
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