Según un rumor insistente, los políticos austriacos ya han iniciado conversaciones para frenar a la extrema derecha si Kickl gana las elecciones.
1 de Agosto.- El próximo 29 de septiembre serán las próximas elecciones. Serán el final de la que, probablemente, haya sido la legislatura más rara de la historia reciente de Austria. Por lo menos, la más rara desde la segunda guerra mundial. Primero los virus, con su carga tóxica de negacionistas, antivacunas y “rojipardos”; después la invasión rusa de Ucrania, que ha cambiado el mundo. Entre medias, multitud de cambios que han azotado como un oleaje el mundo y a Austria como parte de ese mundo -un cachito muy agradable, pero solo un cachito-.
En este momento, todas las encuestas dan ganador a Herbert Kickl, el cual debe de estar ya salivando al pensar que, como dijo aquel, dos meses después de que se siente en la oficina de la Ballhausplatz, a Austria no la va a conocer “ni la madre que la parió”.
Y, sin embargo, Herbert, que es desconfiado y paranoico, no está tan seguro de que eso vaya a suceder alguna vez. Marine Le Pen también estaba segura de ir a sentar a su protegé, Bardella, en la silla de primer ministro de la Francia olímpica e inclusiva, y mira. Se quedó con un palmo.
Kickl sabe que, aunque haya un tercio de los votantes que le elijan (no llegan al tercio, según las encuestas) sus posibilidades de ser canciller son solamente medianas, y yo diría que remotas.
Por lo pronto, el Presidente de la República, Alexander van der Bellen, ya ha reiterado varias veces que, aunque se diera el caso, no le encargaría a Herbert Kickl formar Gobierno o, mejor dicho, iniciar las conversaciones para la formación de una coalición.
Es cierto que los demás partidos tienen unas expectativas muy magras. Pero Van der Bellen no quiere pasar a la Historia por ser el presidente que devolvió al poder a la extrema derecha en la tierra de Hitler.
Por otro lado, corre por los mentideros de Viena un rumor menos que discreto, que indica que, preparándose para lo peor, socialdemócratas y populares ya han empezado a elaborar lo que sería un cordón sanitario si Kickl llega a ganar las elecciones. Sería una coalición a tres con los Neos.
Por parte de los socialdemócratas, estos esfuerzos de entendimiento vienen de Herbert Ludwig, el alcalde de Viena, un hombre mucho más experimentado en los tráfagos y los quid pro quos de la política que su jefe, el dubitativo Babler.
La prensa populista, echada ya en los brazos de la extrema derecha, ya habla de “acuerdos secretos” (no puede ser secreta una cosa que sabe o puede esperarse todo el mundo, pero bueno) en tanto que Kickl, viendo pasar por delante de sus naricillas la oportunidad de ser canciller, ya se ha dado a todos los demonios y ha hablado de un “pacto contra la democracia”.
Todos sabemos que la democracia también (o la democracia sobre todo) es el juego de las coaliciones. Incluso de las “coaliciones de perdedores” como las llama Kickl. De hecho, a lo mejor el líder de la extrema derecha debería preguntarse por qué nadie quiere tenerle en su equipo. Lo que nos hace humanos es precisamente lo que él no puede hacer: establecer acuerdos de colaboración.
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