Los malos han ganado en Austria

Ayer los malos ganaron un poco en Austria. Es una noticia triste, pero hay que contarla de todos modos.

7 de Agosto.- Cuando un armario está vacío, decimos que no hay nada dentro, cuando en realidad está lleno de cosas. En primer lugar, de aire (ya saben, oxígeno, nitrógeno y argón sin forma definida, que dijo aquel). Lo que pasa es que como nacemos en el aire, vivimos en el aire y respiramos aire, para nosotros el aire, paradójicamente, no existe.

Lo mismo pasa con una convención narrativa que preside todas las historias que nos cuentan desde el parvulario y que muy poca gente (que yo sepa Woody Allen en Match Point) se atreve a romper: esa convención es que el mal nunca triunfa y que siempre ganan los buenos.

El sistema (nuestro “aire”) necesita de esa convención para sobrevivir. Porque, si ganan siempre los buenos, significa que, para ganar, hay que ser bueno. Y sin embargo, como todos sabemos aunque no resistamos a creerlo, en la vida ganan los malos también. Ganaron los malos que llevaron al Reino Unido al Brexit, ganaron los malos cuando Franco ganó la guerra civil y le impuso al país el atraso, la burricie y la incultura, siendo singularmente víctimas de esto las mujeres. Ganaron los malos cuando ganó Trump (quiera Dios que no vuelva a ganar) y los malos ganaron ayer un poquito en Austria. O un mucho, creo yo.

Ayer, el único grupo que protestaba eficazmente sobre el cambio climático, Letzte Generation, anunció en un comunicado que se autodisolvía y que abandonaban las protestas. Y lo hicieron porque, según sus propias palabras “no tenían ya esperanzas de lograr algún éxito”. O sea, tiraron la toalla y asumieron que la situación no tiene remedio. Ellos quieren creer que han sembrado una semilla de protesta pero, personalmente, pienso que son demasiado optimistas.

Durante los últimos años, Letzte Generation ha sido la bestia negra de los malos. Ayer, los malos, jubilosos, celebraron su desaparición. Y ese júbilo, visto en la cara de gente indeseable, la verdad es que supo muy amargo.

Los malos han intentado desacreditar a los activistas por todos los medios a su alcance. Los llamaban “Klima-kleber” porque se pegaban a las calles para impedir la circulación de los coches. Cuando la policía detuvo a algunos activistas y los encerró en condiciones infrahumanas (menos de un metro cuadrado por persona) los malos celebraron el encierro y, arrogantes, se rieron de las protestas de las víctimas de semejante atropello.

Los malos sexualizaron y emputecieron a algunas activistas, por ejemplo a una alemana a la que le pusieron el mote de “Klima Shakira” (se parece a la cantante). Los malos llamaron a los activistas locos, desquiciados, extremistas, y cosas así.

Mientras todos los veranos, Austria se asfixia de calor y se registran picos históricos de temperatura, mientras se secan las plantas y las lluvias torrenciales desatadas se llevan pueblos y casas, los malos hablan del presunto derecho de la gente a tener coches o de las empresas a condenar a nuestros sucesores en esta casa de alquiler que es planeta a la miseria, a base de perforar buscando más gas y más petróleo.

Ayer, con la disolución de Letzte Generation se extiende por los cruces y las carreteras austriacas la paz de siempre que, si no hacemos nada, puede ser la paz de la muerte y de la desolación para las generaciones futuras.

Ese silencio estúpido es el testimonio peor y más acre de que los malos, de momento y al contrario de lo que pasa en las películas, han ganado.


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