Amargos recuerdos de los viejos tiempos

En Baja Austria los refugiados no podrán comprar alcohol ni tabaco, también tendrán que sufrir otras restricciones.

22 de Agosto.- Durante la pandemia, debido a una casualidad, descubrí los diarios de Victor Klemperer. Klemperer, un hombre apacible, algo neurótico, estudioso del lenguaje, era judío aunque despues de la primera guerra mundial, si no me falla la memoria, se convirtió al protestantismo. De poco le sirvió porque, cuando los nazis llegaron al poder, Klemperer y su mujer (en tanto que esposa de un judío) cayeron en la terrible picadora de las leyes raciales de Nuremberg.

El lector de los diarios de Klemperer va asistiendo con creciente angustia a las dificultades que el matrimonio va experimentando al mismo ritmo que el nazismo, ese alien agarrado a las entrañas de la república de Weimar, va tomando como un parásito asqueroso la democracia hasta destruirla.

Es un goteo contínuo que empieza primero en la criminalización, que continúa en el aislamiento social y que termina en toda una serie de prohibiciones grandes pero sobre todo pequeñas, que apenas permiten a los pobres Klemperer respirar y hacer una vida que merezca el nombre de vida.

La lista de estos interdictos es larga y solo cito aquí algunos a fin de que le queden al lector en la memoria para que pueda comparar más tarde. Los judíos tenían prohibido poseer libros. Los judíos tenían prohibido entrar a los parques y pasear por ellos. Los judíos solo podían comprar en tiendas de ropa usada y solo tenían derecho a un número determinado de prendas. Los judíos solo podían ir a médicos judíos.

Los Klemperer no pudieron marcharse de Alemania, porque no disponían de la prohibitiva suma de dinero que hacía falta para dejar el país y que fue una de las maneras en que los judíos, contra su voluntad, contribuyeron al mal llamado milagro económico alemán. Así pues, no les quedó más remedio que sufrir estas privaciones hasta el final y, por fin, se salvaron de milagro.

TARJETAS DE PAGO

Hoy se ha presentado en baja Austria la tarjeta de pago para refugiados y solicitantes de asilo de Baja Austria. La ha presentado el ultraderechista Udo Landbauer, el vicegobernador, y no la gobernadora, Johanna Mikl-Leitner. Landbauer, en el lenguaje matonesco que le caracteriza, ha enumerado todas las limitaciones que convertirán la vida de los refugiados y solicitantes de asilo en algo, mutatis mutandis, muy parecido a lo que los nazis hicieron con los Klemperer.

Antes de empezar a enumerar esas limitaciones, hay que decir que Austria, como firmante de los acuerdos internacionales que regulan el estatus de refugiado, tiene la obligación de proveer de alojamiento y sustento a todas las personas que soliciten asilo dentro de sus fronteras dado, sobre todo, que los solicitantes de asilo no tienen permitido trabajar (esto se hace para evitar el “dumping”). Alojamiento y sustento significan una enorme y amarga pobreza. Los solicitantes de asilo sobreviven con lo justo y con mucho menos de lo justo. Juzgue el lector.

La nueva tarjeta de pago que entrará en vigor el 1 de septiembre, funciona como un sistema muy conocido de vales en Austria (Sodexo). De hecho, la ha puesto en marcha esa misma empresa, que ahora se llama Pluxee.

Al contrario de lo que sucede con los vales de Sodexo, canjeables en la práctica totalidad de los supermercados austriacos, los solicitantes de asilo o refugiados solo podrán utilizar su tarjeta en aquellos establecimientos que estén adscritos a este programa. Una lista que ni es completa, de momento, ni es actual.

Los solicitantes de asilo o los refugiados tendrán a su disposición 260 euros mensuales para hacer frente a su manutención y a gastos como la ropa. Estos 260 Euros no se les transferirán integramente una vez al mes, sino que los recibirán a razón de 5,7 Euros diarios. El precio de una botella de aceite de oliva.

Los receptores del subsidio, como los Klemperer, no podrán comprar en mercados sociales, ni podrán comprar en farmacias con esta tarjeta. No podrán adquirir con ella alcohol o tabaco (260 Euros no dan para muchos vicios, de todas formas) y no podrán comprar billetes para los transportes públicos. Para esto, siguen disponiendo de una cantidad de dinero en efectivo mensual (40 Euros) que se les seguirá entregando en mano, como hasta ahora, a cambio de una firma en un recibí.

Landbauer ha afirmado que, con esta medida draconiana (de hecho, las condiciones son mucho más estrictas que en el resto de Austria) se pretende que Baja Austria no se convierta en un lugar deseable para los refugiados. También ha dicho, textualmente que, a quien no le guste “que se vaya a su casa” (en los ambientes neonazis que Udo Landbauer frecuenta a este “irse a su casa” se le llama “remigración”).

Probablemente sus abuelos de los años treinta estarían orgullosos de él.


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