Cuestión de intereses

Las noticias se comprenden mejor si se ponen juntas. Hoy, exploramos un elemento escondido pero primordial de esta campaña electoral.

30 de Agosto.- hay un viejo dicho que sostiene que “dos noticias se comprenden mejor si se ponen juntas”.

Estos días pasados, en el marco de la campaña electoral, Herbert Kickl concedió una de sus raras entrevistas a Die Presse, el medio conservador en Austria por excelencia. Dejando aparte que ni siquiera en esas circunstancias Kickl se las arregló para ser agradable, la respuesta a la primera pregunta es ya una declaración de intenciones. Traduzco:

Die Presse: Desde su llegada al puesto (jefe del FPÖ) no hemos tenido ninguna entrevista con usted. Ahora nos recibe juntos (a los medios). ¿Por qué?

Kickl: Está claro que los medios expresan sus deseos en relación a esto (a conceder entrevistas) pero también cuentan los intereses de los políticos con los que ellos quieren hablar. Cuando esos intereses se encuentran, nos ponemos de acuerdo. Si no, no. Con la llegada de las redes sociales existe una pérdida de relevancia de los medios clásicos, por eso me comunico también utilizando otros canales.

Aclaro que las cursivas son mías y paso a explicar:

¿Cuáles pueden ser los intereses de los políticos? En este caso el interés de Herbert Kickl. Como experto que es en la propaganda, el interés primordial de Herbert Kickl es colar su mensaje sin que haya ninguna posibilidad de que haya interferencias (en el caso de Kickl, que haya inoportunas voces críticas que pongan en cuestión lo que Kickl quiere que sus receptores crean.

¿Cuándo se encuentran los intereses de Kickl y los de los medios tradicionales? Hay una única ocasión en la que Kickl accede a “arriesgarse” a preguntas de personas que no tengan ningún interés en lamerle el orificio anal y es esta: cuando trata de llegar a una audiencia lo más transversal posible, que no tiene acceso a esos “otros canales” que cita.

¿Por qué los medios tradicionales, según Kickl, ya no son relevantes? Por supuesto, porque Herbert Kickl, lo mismo que todos los políticos ultras, no puede controlarlos. Cuando Kickl o los suyos utilizan los albañales de internet para decir lo que les apetezca, si eso que dicen está distorsionado, lo cual es la mayoría de las veces, esa distorsión sale enteramente gratis. Aquí vamos a la segunda noticia:

Un exaltado caballero llamó mentiroso a Armin Wolf en la red social que todo el mundo sigue llamando Twitter. Se trató de un comentario en un post de Heinz Christian Strache (entonces aún jefe del FPÖ) en donde, siguiendo puntualmente la tradición ultra, se acusaba a Wolf y a la ORF de todo menos de ser el toro que mató a Manolete.

Wolf demandó a Strache por descrédito, ofensas al honor y difamación. Se llegó a un acuerdo: Strache se desdijo en su perfil de Facebook y publicó en el Kronen Zeitung un anuncio a media página, pagado de su bolsillo en el que también se retractaba de sus acusaciones.

En esta segunda consecuencia legal de aquel incidente, la justicia ha condenado al comentarista del post de Strache a pagar 2450 Euros, que serán donados por Wolf a la organización Zara, que se encarga de luchar contra el odio en la red (nada que ver con la empresa textil).

La extrema derecha ha creado a su alrededor, concienzudamente, una constelación de medios que le evitan a sus dirigentes incidentes enojosos como este. Cloacas en donde la desinformación, amparada por el anonimato, campa a sus anchas y en donde los “intereses de los políticos” pueden ser satisfechos de una manera barata y prácticamente impune.


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