Lo que nadie dice de las inundaciones en Centroeuropa

Estos cinco días pasados, la desgracia se ha abatido sobre Austria. Sin embargo, hay algo que nadie (o casi) está mencionando.

19 de Septiembre.- Después de una semana, aquí estoy de vuelta. Durante mi ausencia, se ha abatido sobre Esta Pequeña República una manta de agua que ha arrasado, desgraciadamente, grandes zonas. La gobernadora de Baja Austria, Johanna Mikl-Leitner, se ha lamentado (y con razón) de que la reconstrucción y la reparación de los desperfectos durarán años.

Viena ha estado también varios días en estado de excepción meteorológica.

Desde mi destino vacacional (Valencia) escuchaba yo rugir las aguas del normalmente manso rio Viena, que bajaban embarradas y bravas. Leía incrédulo como el Hartmann Strandbar, ese lugar al que los vieneses vamos a esparcirnos, se había reconvertido involuntariamente en un local para submarinistas. El presidente VdB también se ha lamentado en un comunicado oficial de la desgracia que se ha abatido sobre Austria y que hasta ahora le ha costado la vida en toda Centroeuropa a más de veinte personas.

LO QUE NADIE DICE

En general, los políticos, empezando por el Bundescanciller y terminando por los alcaldes de los puntos calientes de la catástrofe, han pronunciado con cara compungida discursos más o menos intercambiables en los que se echaba de menos un pequeño detalle: las auténticas causas de la riada. Es más que probable que el cambio climático provocado por el hombre (y por la mujer) haya sido el responsable de que la catástrofe haya sido tan cruel. Y es más: es probabilísimo que el cambio climático que todos hemos provocado durante los últimos ciento cincuenta años vaya a hacer que inundaciones como la de estos cinco días pasados vayan a ser el pan nuestro de cada día en el futuro.

El clima es un asunto complejo, complejidad a la que se agarran los negacionistas para quitarle hierro a la situación. Los factores que causan unas inundaciones semejantes son múltiples.

Se podría decir que una catástrofe como esta empieza en la atmósfera, pero también sigue, por así decirlo, en el suelo.

ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA

En primer lugar, hay un hecho incontrovertible: los gases de efecto invernadero actúan como una manta acumulando el calor en la atmósfera. Este verano ha vuelto a ser el más cálido desde que se tienen medidas y el mar Mediterráneo estaba, cuando yo estuve en Valencia hace solo dos días, a la temperatura de una bañera. Yo, que odio el agua fría, me bañé sin problemas.

Cuando las temperaturas son muy altas, se evapora mucha agua, y el aire caliente retiene mucha más humedad que el aire frío. Cuando esas nubes de vapor de agua se enfrían muy deprisa (por ejemplo cuando ascienden hacia los Alpes) y si las corrientes de las capas superiores de la atmósfera se ralentizan, como está sucediendo, es más que probable que las trombas de agua descarguen en el mismo sitio.

Luego, en el suelo, hay otras cuestiones que favorecen que el agua suba de nivel.

Por un lado, está el sellado. Cada vez que se construye un aparcamiento, que se asfalta una calle o se levantan casas donde antes había campo, esa esponja natural que recoge el agua sobrante, el suelo, se tapona un poco y, como pasa con todas las esponjas, si se tapona, no retiene agua. Todos sabemos lo que pasa cuando se echa agua en un sitio que no es poroso -un cubo, por ejemplo-.

Otra problemática añadida no es el cuánto se construye sino el dónde se construye. En muchas ocasiones se ignora la orografía del terreno o sea, la ruta que tendrá el agua si se produce un nivel voluminoso de precipitaciones.

Por ejemplo, si el río hacía un meandro y se necesita ese espacio para construir casas, se desvía el curso del río artificialmente. Lo que sucede está cantado: en cuando hay un volumen suficiente de agua la naturaleza sigue su curso.

También se construye cada vez más en los márgenes de los ríos, eliminando las zonas húmedas (las esponjas naturales) mediante las cuales los ríos se autorregulan. Si en vez de arcilla y limo el agua encuentra hormigón, es evidente que no se va a resolver la inundación.

Por eso es tan importante la ley de restauración de la naturaleza, contra la que el Gobierno austriaco quiso votar, por cierto.

El panel intergubernamental de la ONU para la observación del cambio climático estima que, si la temperatura media del planeta sube 1,5 grados las inundaciones como las de estos días serán 1,5 veces más frecuentes.

En lo que llevamos de siglo, las superficies afectadas por las inundaciones han aumentado un 24% y otro dato más: el 90% de estos fenómenos se producen en zonas de ingresos medios o bajos. El cambio climático es un problema de pobres, en una palabra. Quizá por eso los ricos se tomen la cosa con tanta parsimonia.


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