Los austriacos están cansados y estresados

Los habitantes de esta pequeña república están cansados y estresados, estos son los datos de una encuesta sobre salud encargada por una aseguradora.

20 de Septiembre.- Cada año, cientos de miles de personas vienen a Austria buscando el país que la ORF enseña cada año en los videos que acompañan al Concierto de Año Nuevo.

Ríos cantarines que discurren por prados cortados al milímetro. Iglesias barrocas con su consabida cúpula de cebolla presidiendo aldeas en donde agricultores de mofletes colorados (a medias por la buena vida y a medias, las cosas como son, por el abuso del alcohol) sonríen mientras perpetúan el medio de vida que han llevado durante generaciones. Calles pacíficas en donde solo se oye el golpeteo rítmico de los cascos de los Fiaker. En resumen, un mundo de cuento, uno de los pocos trozos de este planeta en los que aún se lleva una vida tranquila y sosegada. Un lugar al que, como dijo con mucha sandunga Gustav Mahler, el fin del mundo llegará cincuenta años más tarde que al resto del planeta.

Sin embargo, según un estudio encargado por una aseguradora austriaca (Wiener Städtischen) y llevado a cabo por la consultora Gallup y que cita la prensa austriaca (Der Standard) la realidad es mucho más compleja y la profesión va por dentro.

El estrés, los disgustos, los sopitipandos y las preocupaciones forman parte inseparable de la vida diaria de una gran mayoría de los austriacos, desmintiendo así esa imagen de tranquilidad que todos tenemos de Esta Pequeña República.

A pesar de todo, y antes de desgranar los problemas de salud mental a los que se enfrentan nuestros convecinos hay que decir que la mayoría valora su salud mental muy positivamente.

Quizá más positivamente que lo que en realidad es.

Según las conclusiones del estudio, por lo menos un tercio de los austriacos y de las austriacas, se pasan la vida hechos una fuente de cortisol, la sustancia que el cuerpo humano genera profusamente en situaciones de estrés agudo.

No vamos a abundar aquí en las consecuencias funestas de esta sobreabundancia de cortisol.

No solo esto: casi un veinticinco por ciento de la población de Austria confiesa que está más estresada que el año pasado. Las mujeres, por cierto, mucho más que los hombres.

El estrés trae preocupaciones.

En particular son los menores de treinta y cinco años los que más confiesan estar más preocupados que el año pasado.

Lo que más quebraderos de cabeza causa es la salud. La propia o las de los allegados. Luego, pues lo típico: el futuro y los jEur, que siempre son un motivo de preocupación. Si se tienen, porque se teme perderlos. Si no se tienen, porque a ver qué vamos a comer mañana.

Como dijo aquel ministro de Franco, “Mens sana in corpore insepulto”. La mente tiene su influencia en los trasiegos del cuerpo. La mayoría de los austriacos cuida su cuerpo un poco así (como si pensaran que son inmortales, vaya). En general, se alimenta de forma tradicional (tradúzcase por carnaza y grasaza). Un quince por ciento de los encuestados confiesa ser “flexitariano”. O sea, que intenta no comer carne pero no le hace ascos a un buen filete si a mano viene (este que escribe, se alimenta así).

Un nueve por ciento son vegetarianos o veganos.

Aquí tengo que introducir una apreciación personal: cuando yo llegué a Austria hace veinte años no era una opción frecuente esta última, pero ha subido mucho con el paso de los años.

Las mujeres se procupan de comer bien más que los hombres, en tanto que los más partidarios de la dieta tradicional son los hombres mayores de cincuenta y cinco.

Tocante a deportes: más de un veinte por ciento de los habitantes de Esta Pequeña República es de la opinión de que correr es de cobardes y no hace ni el huevo. Los demás, bueno, así así.

Tampoco duermen lo que deberían. La mayoría de los austriacos confiesa dormir entre cinco y siete horas cada noche, de manera que cuando se levantan, lógicamente, están hechos unas bragas.

También se ha preguntado a propósito de la fe en las virtudes de las vacunas. El sesenta por ciento de los austriacos piensa que son eficaces y se dejarían vacunar otra vez en caso de pandemia. Más en la ciudad que en el campo. Se cumple con los antivacunas la misma regla que con votar al FPÖ. Hay una correlación clarísima entre el nivel educativo y el antivacunismo. Cuantos menos estudios, más escepticismo sobre las vacunas.

Por último, señalar que los austriacos, cuando están malos, no recurren al hechicero de la tribu, como podría hacer pensar el dato de las vacunas, sino a los médicos. En general, la gente está contenta con el sistema educativo.


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