Los partidos austriacos planean su estrategia

Tras las elecciones del domingo, hoy los partidos han escrito el siguiente capítulo del culebrón del próximo Gobierno austriaco. Así están las cosas.

 

LTeD 29.09.2024: Especial elecciones

1 de Octubre.- Después de la turbulenta noche electoral del domingo al lunes y tras la previsible resaca (los ultras tenían su cuartel general en la Bierambulanz, conocida cervecería de esta capital), los consejos rectores de los partidos austriacos se han puesto manos a la obra para intentar decidir cómo encaran la nueva situación.

Hoy se han reunido los Populares, los Neos y los Verdes. Los socialdemócratas también han hecho llegar a la opinión pública su posición, y los ultras también. Empecemos por estos últimos.

Parlamento austriaco

EL FPÖ QUIERE EMPEZAR A TOCAR PODER

Como a estas alturas sabe el lector, por primera vez en la Historia de Esta Pequeña República la extrema derecha ha ganado unas elecciones. Naturalmente, no es una mayoría absoluta aunque es una victoria con un enorme valor simbólico. Que los herederos de lo nazis hayan ganado en el país en el que nació Hitler tiene a todo el mundo bastante soliviantado.

Los ultras han hecho saber por activa, por pasiva y por perifrástica su posición a este respecto. Repiten a quien quiera oírlos que quieren gobernar y que quieren que Herbert Kickl sea el canciller. Ese canciller que llevan en el corazón todas esas personas que piensan que cuando te ponen una vacuna te inoculan un chip. Los demás, están comprensiblemente horrorizados ante esta perspectiva.

Mientras esto se resuelve, en el FPÖ han empezado con otra batalla que también tiene su valor simbólico: la de decidir quién será el próximo presidente del Parlamento o Nationalratspräsident. El uso era hasta este momento que el cargo que, nominalmente, es el segundo con más poder en Esta República, fuera ocupado por una persona procedente del partido más votado. Así, hasta ahora ha sido el rocoso Wolfgang Sobotka (ÖVP) el que ha hecho este papel. Si continuara la tradición, el cargo debería ser ocupado a partir de ahora por alguien del FPÖ. Sucede sin embargo que para que alguien pueda ser elegido se debe apoyar en una mayoría parlamentaria suficiente.

Se barajan dos nombres y, curiously enough, los dos han sido oponentes de Alexander van der Bellen en la carrera a la ”Bundespresidencia”: uno, Hofer, el hombre al que sacaron demasiado pronto del bancal, el candidato tróspido, la sonrisa del régimen. En su momento, y aprovechando un quítame allá esas pajas (con perdón) Kickl le defenestró del liderazgo del FPÖ y el otro se exilió a Burgenland a esperar que corrieran mejores tiempos. Esos tiempos pueden haber llegado.

El otro candidato es Walter Rosenkranz (para aquellos de mis lectores que sean más antiguos en este país, este Rosenkranz no tiene nada que ver con otra Rosenkranz, también ultra, que se presentó a “Bundespresidenta”). Rosenkranz perdió las últimas elecciones presidenciales, afortunadamente y, dejando aparte que no es muy fotogénico (tiene una cierta tendencia a salir en las fotos papando moscas) pasa por ser un ultra de convicciones “manolíticas” (Manolo por Manolito el de Mafalda y Líticas por las piedras).

LOS POPULARES SE MUESTRAN MAGNÁNIMOS

También se ha reunido hoy el consejo director del ÖVP o partido popular austriaco. Karl Nehammer, el actual canciller y jefe de los conservadores austriacos, ha puesto su cargo a disposición de los barones del partido. Los barones le han confirmado en su puesto por unanimidad (ya lo decía “Mulossini”, tan de actualidad, credere, obedire e combatere). En la reunión subsiguiente se ha discutido de la situación actual. A la salida de ella, Karl Nehammer ha explicado que, según su honrado parecer, el Presidente de Esta Pequeña República debería encargar a los ultras la formación de Gobierno, para no perder la sana costumbre que ha venido rigiendo en hasta ahora.

En la opinión de quien esto escribe, esta afirmación es un movimiento táctico que para el ÖVP solo tiene ventajas y funciona a varios niveles: en primer lugar, es una afirmación que les sale absolutamente gratis y no les obliga a nada.

No están presionando al Presidente de la República, cosa que sería inconstitucional y, al mismo tiempo, y como decía aquel “le pasan un poco la mano por el lomo” a las huestes del FPÖ. Una afirmación semejante también tiene la virtud de “destensionar” una situación que los ultras quisieran que fuera lo más tensa posible, para luego poder enrocarse en ese victimismo llorón que tan buenos resultados les ha dado en las urnas. Por último, también puede ser una trampa para los ultras: si el Bundespresidente les encarga formar Gobierno pero luego el resto de partidos les dan un no por respuesta, Alexander van der Bellen queda salvado.

LOS DEMÁS TAMBIÉN QUIEREN

Por último, también se han reunido los verdes y los neos. Ambos han expresado su deseo de entrar en un eventual Gobierno. Según los analistas, los Neos serían los que más cartas tendrían, por ser más afines a los populares (ya han expresado su rechazo a pactar con Kickl).

Los de Nehammer se han pasado los últimos cuatro años haciendo cosas que su electorado no entendía mucho y sin poderse apuntar los éxitos, que es peor. Ya recordará seguramente el lector que esto sucedió también en Viena cuando los socialdemócratas se coaligaron con los verdes. Los verdes se apuntaban los tantos y los socialdemócratas se llevaban los tortazos.

No hay que olvidar tampoco el último año que los populares han pasado y muy singularmente la, para ellos, inaudita rebelión de Leonore Gewessler y que llevó a la aprobación de la famosa ley de restauración de la naturaleza a nivel de la Unión Europea. Para más dolor con el voto de oro de la ministra de medio ambiente austriaca, aclamada en todas partes menos en su propio país.

Los socialdemócratas, mientras tanto, también han confirmado a Andreas Babler (de momento) en su puesto. Algunas voces también abogan porque “se reconstruyan” en la oposición. Aunque quizá de todo este proceso de búsqueda de identidad hablaremos en un artículo futuro, que esté me está quedando ya demasiado largo.


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