Cinco largos días, cinco, ha tardado Herbert Kickl en reaccionar al medidísimo discurso de Van der Bellen. Ha sido en una comparecencia sin preguntas.
14 de Octubre.- Una de las cosas que más llama la atención del actual proceso de formación de Gobierno es la relativa lentitud con la que la ultraderecha, con Herbert Kickl a la cabeza, está reaccionando a cada uno de los pasos que van dando las demás fuerzas en juego, empezando por el „Bundespresidente“ y siguiendo por todo el resto de partidos.
CINO DÍAS CINCO
Los ultras fueron la fuerza más votada tal que un domingo y no fue hasta el jueves siguiente, vísperas de la reunión con Van der Bellen, que no se reunieron para celebrar los buenos resultados y, es de suponer, para elaborar una estrategia.
Asimismo, el miércoles día 9, Alexander van der Bellen habló a la nación y explicó que, a su juicio, era necesario que los jefes de los principales partidos se pusieran a la tarea de „clarificar“ sus posiciones para superar el „bloqueo“ y han pasado cinco eternos días, cinco, hasta que Herbert Kickl ha reaccionado. Y lo ha hecho mediante una rueda de prensa en la que, obviamente, no se han permitido preguntas. Digo obviamente porque sin duda a Herbert Kickl no le interesaba que nadie pudiera sacarle los colores haciéndole notar determinadas debilidades de su argumentación.
Recordemos un momento que el Presidente Van der Bellen no encargó a Kickl la formación de un Gobierno con el argumento siguiente: Kickl había puesto como condición sine qua non que el FPÖ entraría en el Gobierno solamente si Kickl era canciller y que los demás partidos, o bien se negaban en redondo a coaligarse con la extrema derecha (Neos, Verdes, Socialdemócratas) o bien solo accederían a una coalición en el caso de Kickl se apartase.
Kickl, en su comparecencia de hoy, se ha agarrado al clavo ardiendo de la tradición. Ha recordado que, hasta ahora, el uso era que el Presidente (los Presidentes) encargaran la formación del Gobierno a la fuerza más votada. En el ordenamiento jurídico austriaco no hay ninguna ley al respecto, por cierto. El Presidente no tiene obligación de encargar a nadie que forme el Gobierno. Puede limitarse solamente a esperar a que haya una mayoría suficiente e investir a los ministros.
Ahora bien, si el Presidente ha roto una regla no escrita al no encargar a Kickl que forme Gobierno, no es menos cierto que Kickl ha roto otra regla que parecía sagrada hasta hoy. Generalmente, las conversaciones postelectorales del Presidente son secreto de confesión. Se realizan a puerta cerrada precisamente para que no se contaminen del ruido de la pugna política. Kickl ha desvelado algunos pormenores de la conversación con Van der Bellen.
¿UN MANDATO CLARO?
Kickl interpreta los resultados de las últimas elecciones como un mandato claro de que se forme la coalición que a él más le interesaría. Una coalición „de centro derecha“ en la que, sobra decirlo, el „centro“ lo pondrían los populares y la „derecha“ naturalmente, él.
Obviamente, le ha tendido la mano a Nehammer y ha apelado a las „fuerzas sensatas“ dentro del ÖVP -algunos de los cargos más montaraces de los populares, como la ex secretaria de estado Plackholm- le han hecho ojitos a los ultras.
Kickl ha recordado que el contenido del llamado „Plan Austria“ presentado por los conservadores austriacos antes de las elecciones, solo podría llevarse a cabo con la colaboración de los ultras, aunque después ha llamado “perdedor” a Nehammer.
La respuesta de los populares, sin embargo, no se ha hecho esperar. Muy poco después de que Kickl compareciera ante la prensa, leyera su texto y se volviera a marchar sin permitir preguntas, el secretario general de los populares austriacos, Stocker, ha reiterado que con Kickl no irán ni a la vuelta de la esquina. Y que una coalición con el FPÖ es imposible mientras Kickl muestre la cercanía que muestra con los llamados „identitarios“ (el intento de los neonazis de forjar una marca que burle más o menos las leyes de prohibición de apología del nazismo) y rechace el escudo antimisles.
Lo que está claro es que Kickl se ha pasado la campaña electoral diciendo que él es el único que está fuera del “sistema” y llamando a todos los demás partidos “el partido de la unidad”. El hecho es que más del 71 por ciento de los electores, la aplastante mayoría de los austriacos con derecho a voto, no le quiere como canciller. Según los sondeos de opinión, ni siquiera los votantes de su propio partido le quieren como canciller. Él dice que el resultado de las elecciones es “claro como el cristal”. Es bastante probable, en cualquier caso, que tenga razón. Aunque no como él piensa.
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