El presidente Van der Bellen ha conseguido, de momento, evitar la calamidad de un gobierno de extrema derecha. Otras cosas no va a poder evitarlas.
23 de Octubre.- El Presidente van der Bellen ha hecho todo lo que estaba en su mano para evitar lo que, sin duda, sería una enorme tragedia para Austria y para los austriacos, esto es: que la extrema derecha llegue de nuevo al poder y corrompa las instituciones como ya ha hecho en otros puntos de Europa, como Hungría, en donde el cieno y la podredumbre duran todavía, o en Polonia en donde, a pesar del cambio de gobierno, no acaba de brillar la luz del sol.
Sin embargo, el Presidente de una república democrática, como es la austriaca, no ejerce un poder absoluto -naturalmente, está muy bien que sea así- de manera que hay rincones a donde no puede llegar. De manera que, si bien ha conseguido parar la ola marrón, y que la extrema derecha no llegue al Gobierno, es poco probable que consiga que un ultra se haga con el que, en la práctica, es uno de los cargos con más poder del sistema político austriaco.
Se trata del cargo de primer presidente del Parlamento.
LOS NAZIS NO ERAN TAN MALOS, DESPUÉS DE TODO…ODER?
Hasta la fecha, era una tradición que este cargo, el segundo en el escalafón del sistema constitucional austriaco tras el Presidente de la República, lo ocupara alguien nominado por el partido más votado en las elecciones.
En este caso, la gracia ha caido en Walter Rosenkranz, político del FPÖ que fue, curiosamente, rival de van der Bellen en la última carrera por la presidencia de la República. Rosenkranz pertenece a la organización ultraconservadora Libertas (uno de los llamados Burschenschaften) y, como sucede con muchos de sus correligionarios, ha tenido algunas salidas de pata de banco. Como la de escribir un texto en el que alababa a dirigentes nazis bajo cuyo mandato se ejecutó a miembros de la resistencia que luchaban por la democracia.
Rosenkranz se ha definido a sí mismo como un “soldado del partido” y resulta indudable que se identifica punto por punto con el asqueroso ideario xenófobo, racista y autoritario del que hace gala el FPÖ.
Por eso, entre otras cosas, ha sido nominado por Kickl.
Si Walter Kranz fuera un señor común y silvestre y, sabiendo usted todas estas cosas, se postulara para un puesto en su empresa, con el corazón en la mano ¿Le daría usted el puesto?
PONIENDO PALOS EN LAS RUEDAS DE LA DEMOCRACIA
Pues parece que los señores y las señoras diputadas austriacas van a votarle para que pueda hacer las siguientes cosas para las que le faculta la constitución austriaca:
-El primer presidente del Parlamento es, por así decirlo, el “jefe” de esa cámara. Él fija los días de sesiones, puede retirarle la palabra a los diputados y miembros del Gobierno, si así lo estima oportuno. Puede dejarse asesorar por la conferencia de presidentes (otros dos más, uno por cada partido más votado) pero la última palabra es suya. Puede amonestar a los diputados según se lo dicte su criterio, e incluso prohibirles que vuelvan a hablar después de haber intervenido en una sesión determinada.
-En teoría, podría dilatar la tramitación de las leyes que no le vinieran bien a su partido sin ningún tipo de consecuencia.
El primer presidente del parlamento es el que fija la dinámica de las sesiones en la cámara legislativa austriaca. Podría, por ejemplo, interrumpir indefinidamente una sesión en la que se tratase una ley determinada o, directamente, no convocar una sesión para que una norma se tramite.
El legislador prevé que, a iniciativa de al menos veinte diputados, se puede convocar una sesión extraordinaria, pero el primer presidente del Parlamento puede interrumpirla sine die, torpedeando así cualquier iniciativa que no le venga bien al FPÖ, obligando a un futuro Gobierno de coalición a modificar las reglas en favor o a conveniencia de los ultras.
También puede convertir el Parlamento en una cámara opaca para la ciudadanía, al impedir la asistencia de público a los debates o incluso impidiendo que puedan ser transmitidos por televisión “para proteger los intereses generales” (cuáles puedan ser esos intereses generales no están especificados por el legislador.
-El primer presidente del Parlamento, al contrario de todos los demás cargos del ordenamiento jurídico austriaco es, en la práctica, inamovible. Su permanencia es directamente dependiente de la duración de la legislatura. No importa lo mal que lo haga o lo abyecto y parcial que sea su proceder, el primer presidente del Parlamento no puede ser desalojado de su cargo ni por una cuestión de confianza, ni por el presidente de la República, ni por una demanda ante el tribunal constitucional. La única posibilidad de que un primer presidente (o primera presidenta) sea desalojado de su cargo es que se disuelva el parlamento y se convoquen nuevas elecciones.
Así ha sido con el coriáceo Wolfgang Sobotka, que ha ocupado el puesto durante toda la legislatura anterior.
-El primer presidente del Parlamento austriaco ostenta también funciones de representación de cara al exterior. También puede sustituir al Presidente de la República en el caso de que sufra una incapacidad más larga de veinte días, en el caso de que esa incapacidad sea permanente o en el caso de fallecimiento. En ese caso se formaría un colegio formado por los tres presidentes del Parlamento. Aunque las decisiones, en estos casos, se tomarían por mayoría, el primer presidente tiene derecho de veto.
Aquellos de mis lectores que lleven más tiempo en Austria recordarán que, durante el tiempo que tardaron en repetirse las elecciones que llevaron al primer mandato de van der Bellen, fueron los tres presidentes del Parlamento de entonces, los que actuaron de presidencia colegiada en funciones.
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