Algo debe de tener la caza cuando hay gente que no puede sustraerse a su embrujo. Así le ha pasado a un político austriaco.
13 de Noviembre.- En pleno franquismo, Carlos Saura, afín entonces al partido comunista, como la mayoría de los intelectuales españoles de la época, decidió rodar una película que hoy en día es reconocida como una rotunda obra maestra.
Se trataba de una metáfora de la guerra civil, un tema tabú entonces. La cinta estaba protagonizada nada más y nada menos que por Alfredo Mayo, el galán por excelencia del primer franquismo y alter ego del propio Franco en la película Raza, que escribió utilizando un seudónimo.
MARDITOH ROEDOREH
La película sucedía durante una jornada de caza. Cuando el director y los productores presentaron el guión a censura, como era preceptivo en aquellos tiempos oscuros, los censores, que eran bastante tontos, no vieron nada raro en la trama. Debieron de pensar “vaya tostón, esto de la caza”. La película pasó sin cortes. Los censores, sin embargo, pusieron un pero (vaya por Dios). La película no podía llevar el título que le habían puesto sus autores. Saura había llamado a la cinta, provisionalmente, “La caza del conejo”. A los censores, lo del conejo les pareció soez (animalito). Saura no se enfadó, porque, astuto como era, se dio cuenta de que La Caza así, tal cual, ganaba muchísima fuerza. Y con La Caza se quedó.
Personalmente, no entiendo a los cazadores. Conozco a algunos (en Austria, últimamente, se ha puesto de moda la caza) con los que no hablo del tema.
Como nieto, sobrino y todo lo demás de Guardia Civil, le tengo un respeto supersticioso a las armas, y no entiendo para qué querría ninguna persona normal tener en casa una escopeta. Ni, por supuesto, para qué querría nadie matar a ningún animalito del campo. Máxime cuando, por lo general, los animalitos del campo, si se toman las debidas precauciones, no le hacen nada a las personas.
Sin embargo, por lo visto, hay un cierto tipo de hombre que esto de la caza se lo toma muy a pecho. Hace cosa de diez días, un cabestr…Digoooooo un pobre desgraciado le pegó dos tiros al alcalde de su pueblo precisamente por esto, por un pleito de caza. Fue en la Austria profunda (rollo “Puerto Urraquen” para aquellos de mis lectores que sean españoles y que, como yo, tengan una edad).
Y hoy, la caza otra vez (o la incapacidad de dejar de cazar) le ha costado el puesto a un político austriaco. Con más precisión, al vicegobernador de Tirol, el socialdemócrata George Dornauer.
CUANDO TUS AMIGOS TE LLAMAN, PERO TÚ NO PUEDES BAJAR A JUGAR
Por lo que sea (una sanción, seguramente) las autoridades le retiraron a Dornauer, cazador, la licencia de armas durante un año.
Es de cajón de madera de pino que, si uno no tiene licencia de caza, no puede salir a pegar tiros por ahí.
Naturalmente, es un rollo cuando tus amigos tocan en el portero automático y te dicen:
-Tío, bájate, que vamos a matar un venado.
Naturalmente, tienes que contestar:
-Que no puedo, macho, que no tengo licencia de armas.
Y el otro, en plan tentador:
-Pero qué cagao !Si no se va a enterar nadie! ¿Tú crees que va a ir la policía detrás de nosotros?
A Dornauer le debió de pasar algo así y como el que le llamaba por el telefonillo era nada más y nada menos que René Benko el (entonces) hombre más rico de Austria, pues no se pudo negar.
Pero !Ay! Dornauer no contó con una cosa. En estos días todos vamos a todas partes, a hacer de vientre, inclusive, con el dichoso móvil. Y que los móviles hacen fotos.
Cuando René Benko era (aún) el hombre más rico de Austria, tener fotos con él era un objetivo ambicionado. De manera que un día, Benko y su amigo Dornauer se fueron a cazar (recordemos: Dornauer no podía, que no tenía licencia de armas) y alguien les hizo fotos. Esas fotos aterrizaron en los medios (alguien le debía de tener ganas a Dornauer). Desde mediados de la semana pasada, cada vez más voces pedían la dimisión de Dornauer. A uno, personalmente, le da la sensación que más por haberse hecho fotos con Benko (una persona, hoy por hoy, bastante tóxica) que por lo del tema de la escopeta. Aunque la atención mediática haya sido más por lo segundo que por lo primero.
Dornauer, al principio, trató de excusarse diciendo que a esa cacería él había ido de miranda y que no había disparado. No se lo creyó nadie, por supuesto. Y es que en las fotos llevaba puesto un sombrero característico, que es un código de los cazadores que significa que sí que disparó y que, por lo tanto, cometió una infracción.
Hoy, Dornauer ha abandonado el puesto de vicegobernador y se ha hecho diputado regional raso.
Con todos sus huevos morenos, con perdón, ha dicho que “no ha dimitido” (zurück getreten) sino que “se ha echado a un lado” (ich trete zur seite).
Supongo que para poder seguir cazando (vaya por Dios).
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