Hoy todo eran sonrisas a la salida y a la entrada del café Epstein. Se notaba bastante que las negociaciones en serio no han empezado aún.
14 de Noviembre.- Todo eran sonrisas hoy a la salida y a la entrada del Palais Epstein. Bajo sus augustos techos y entre sus vetustos muros se ha celebrado hoy la segunda reunión a tres de “sondeo” entre los partidos que formarán, de forma cada vez más plausible, la nueva coalición que llevará a Austria a nuevas cotas de prosperidad. O, por lo menos, todos deseamos esto, por la cuenta que nos trae.
De momento, se trata de eso, de sondear a los futuros compañeros de trabajo. De ver si hay química, por así decir, una especie de First Dates de la política.
Ante los periodistas, tanto Andreas Babler como Karl Nehammer como Beate Meinl-Reisinger se han mostrado contentos y uno diría que hasta un poquito aliviados. Para no echar las campanas al vuelo demasiado pronto, han dicho que están todavía conociéndose pero, por lo que llevan tanteado, parece que hay “bases para una colaboración”.
No se sabe, eso sí, cuando este tanteo (utilizando el lenguaje amoroso, este “tonteo”) pasará a mayores.
Al respecto corren varias versiones contradictorias.
La más plausible, en opinión de quien esto escribe, es que ya en verano, oliéndose la tostada, los equipos negociadores del partido socialdemócrata y del partido popular se sentaron discretamente y plantearon diversos escenarios (de verdad, si esto hubiera sido así, la clase política austriaca hubiera demostrado una frialdad y un sentido común digno de la historia de prudencia de este país).
De ahí que muchos interpreten estas sesiones de té con pastas como un signo inequívoco de que, en el tortuoso camino hacia una coalición, por lo menos entre socialdemócratas y populares, ya hay mucho trecho adelantado.
De cualquier manera, cuando los partidos se sienten a negociar en serio, se van a encontrar con un pequeño gran problema.
La pasta, o sea.
En estos momentos Austria tiene un gran déficit presupuestario, provocado en gran parte por la contracción de la actividad económica (y derivada de esta, del consumo). Lo que viene siendo que el país gasta más de lo que ingresa. Esta diferencia alcanzará el año que viene la nada despreciable cantidad de 4,4 millardos de Euros.
Un déficit así solo se puede arreglar de dos maneras: una, aumentando los ingresos, lo cual no parece que vaya a ocurrir a corto plazo, porque el mundo, y la Unión Europea en particular, están en una fase de vacas flacas económicas.
La otra manera es, por supuesto, apretarse el cinturón. O sea, gastar menos. Eso significa decidir dónde se recorta y, como es natural, a nadie le gusta bailar con la más fea.
Sobre todo en estos tiempos en los que todo el mundo teme que adoptar medidas impopulares (y todos los recortes lo son) conlleve engordar a la extrema derecha y que lo que fue un treinta por ciento hace un mes sea un cuarenta o un cincuenta por ciento imposible de parar dentro de dos años.
El agujero presupuestario tiene, además, otro problema para la coalición: que se ha originado mientras el socio mayoritario, el ÖVP, estaba en el poder y los otros dos partidos estaban en la oposición, advirtiendo, como era su deber, que esto podía pasar.
¿Cómo comunicar este asunto tan espinoso sin que la cosa parezca una censura al ÖVP y, por lo tanto, sin que el presumiblemente precario equilibrio de los tres partidos se vaya a hacer puñetas?
Parece ser que Nehammer ha dado hoy un poco la pauta de por dónde van a ir los tiros, al decir que los tres partidos buscaban formar “una mayoría de centro” que representase a la mayor parte de la sociedad y que huyese de la polarización y de la división y tal y cual. O sea, un poco como volver a aquellos añorados tiempos de la posguerra en los que los políticos no daban una voz más alta que otra y nadie era como Kickl.
Pero esos tiempos, como las oscuras golondrinas, no volverán.
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