Hace casi tres años la Federación Rusa inició una guerra expansionista que ha cambiado la geopolítica mundial. Austria no ha sido ajena a ese cambio.
19 de Noviembre.- El 24 de Febrero de 2022 tropas de la Federación Rusa iniciaron una invasión de Ucrania a gran escala.
Europeos, estadounidenses y ucranianos ya habían detectado movimientos de tropas en el último tercio de 2021, pero el Kremlin, con Vladímir Putin a la cabeza, juraba y perjuraba que se trataba de maniobras. La madrugada de ese día de febrero se supo que, como ha sucedido antes y seguirá sucediendo, el Kremlin mentía.
El plan original de la Federación Rusa era una guerra corta. Sobre el papel, al menos, todo estaba a su favor. Rusia es la segunda potencia militar del mundo, con un gran fondo demográfico del que tirar y con reservas prácticamente inagotables de todo lo que se necesita para una guerra moderna -singularmente petróleo-. El plan era, más o menos, un ataque fuerte y contundente por más de un sitio, con tropas dirigéndose hacia la capital ucrania, Kiev. Los generales rusos contaban con que los ucranios, vencidos por el miedo y la sorpresa, no ofrecerían ninguna resistencia. O que, incluso, los ucranios se entregarían sin luchar. Rusia llevaba meses socavando la popularidad de Zelensky mediante lo que hoy se conoce como “guerra híbrida”. El mismo procedimiento que ya había ensayado durante el Brexit, durante la fallida independencia de Cataluña o durante la primera campaña que llevó a Trump a la Casa Blanca (esta vez no ha hecho falta, con Twitter).
Sin embargo, la cosa no salió bien. En primer lugar, los ucranios estaban preparados y el efecto sorpresa no funcionó. En segundo lugar, la Unión Europea reaccionó con singular rapidez y contundencia, muy lejos de esa imagen titubeante y babélica que los partidos de extrema derecha europeos y la propia Rusia gustan de dar. En tercer lugar, y no menos importante por su carga simbólica, Bolodímir Zelensky, el presidente ucraniano, no se exilió como le ofrecían, y se mantuvo en su puesto junto con su Gobierno. Por último, la extrema corrupción que reina en Rusia, como en todas las dictaduras, en donde todo cristo roba lo que puede y le dejan, hizo que el motor de la invasión se gripase de pronto. El ejército ruso se convirtió en el hazmerreir del planeta entero, con columnas de camiones y de tanques atascadas por las carreteras ucranianas.
Cosa de una semana después, se vio que la invasión rusa iba a ser un conflicto destinado a enquistarse, como así ha sido. Y ha sido precisamente esa larga duración a que ha cambiado Austria y el planeta de una manera definitiva. No es muy arriesgado decir, de hecho, que la invasión rusa ha sido el último clavo en el ataud de la Pax Americana, del orden mundial surgido de la segunda guerra mundial.
EFECTOS EN AUSTRIA
Poco tiempo después de que surgiera la invasión, la economía de la Federación Rusa se transformó, de hecho, en una economía de guerra. En estos momentos, Rusia es un país con muchos paralelismos con la Alemania nazi del periodo de entreguerras. En lo político es, en la práctica, una dictadura, en la que se ha eliminado sin piedad toda voz disidente (la última, con el asesinato de Alexei Navalny). En lo económico, Rusia ha detraído recursos de todos los sectores económicos para destinarlos al rearme, sin importar el bienestar de la población. Alguien dijo que Rusia es, en realidad, una gasolinera que cree que es un país y es precisamente ese lado, el de la gasolinera, el que ha tenido más influencia sobre Austria.
Como ha sucedido en todos los países europeos, Austria ha tenido que variar su mix energético para emanciparse en lo posible del petróleo y del gas ruso. A corto plazo ha sido una tarea difícil, que ha tenido un enorme coste económico y político, en la medida en que ha dado alas a la extrema derecha, debido al empeoramiento objetivo de las condiciones económicas, sobre todo las de las clases medias y más modestas.
Por otro lado, en estos tres años de guerra Austria ha tenido que repensar a toda velocidad (a la misma velocidad que la Unión Europea) su papel en el continente y, sobre todo, uno de los fundamentos mismos de la República austriaca: la doctrina de la neutralidad.
La neutralidad austriaca o sea, el no alineamiento en ningún bloque fue, desde el principio, una exigencia de Stalin para permitir la mera existencia. A partir de ahí se creó un corpus doctrinal que ha persistido hasta hoy. Sin embargo, con Austria miembro de la Unión Europea y con esa Unión Europea planteándose cosas como formar un ejército conjunto (máxime con la situación de la OTAN deteriorándose a toda velocidad y con Rusia, presumiblemente, emprendiendo nuevas guerras en suelo europeo en los próximos años) muchas voces se plantean ahora si esa idea de la neutralidad austriaca tiene sentido y si, de producirse un conflicto bélico a gran escala, esa neutralidad protegería a la frágil república austriaca de un poder militar como el ruso.
En general, la mayoría de los partidos políticos austriacos abogan por esperar y ver, aunque el último Gobierno austriaco (actualmente en funciones) ha abogado por aumentar las inversiones en el relativamente modesto ejército austriaco el cual es, en estos momentos, y afortunadamente, una fuerza que combate las consecuencias de las catástrofes. Solo la extrema derecha aboga de dientes para afuera por la neutralidad, en tanto que en los hechos son los de un acercamiento constante a Rusia, siguiendo el modelo de Viktor Orbán.
Todo el aparato de propaganda del FPÖ adopta sin reservas las narrativas rusas, que ahora son también las narrativas populistas y cerriles que han triunfado en los Estados Unidos. El último episodio es la negativa del ultraderechista Walter Rosenkranz de iluminar la fachada del Parlamento austriaco con los colores de la bandera de Ucrania para protestar por la invasión rusa.
Y sin embargo, cada vez está más claro que el final de la guerra se acerca. La maquinaria de guerra rusa está exhausta y Ucrania no lo está menos.
A un nivel más humano, la población de Austria se movilizó masivamente para acoger a los miles de refugiados (en un noventa y nueve por ciento mujeres y niños) que vinieron de todos los puntos de Ucrania. Es, quizá, lo único bueno que trajo la guerra en aquellos días. Personas que dejaron sus casas, familias que, de pronto, se encontraron completadas por una mujer ucraniana con sus hijos.
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