Los Soles del Sur presentan su nueva propuesta, Cita a Ciegas, una cita teatral imperdible en Viena.
28 de Noviembre.- Los Soles del Sur, el grupo de teatro en español de Viena, presentan estos días su nueva propuesta, Cita a Ciegas. Se trata de una obra del autor argentino Mario Diament (Buenos Aires, 1942). La obra se representará hasta el domingo 1 de Diciembre.
EL TRAJE A MEDIDA
Como sucede con los Soles, la propuesta es arriesgada y esta defendida con inteligencia. Montar una función de teatro se parece un poco a hacer un traje a medida. Una de las primeras cosas que aprenden todos los sastres y que es un conocimiento fundamental para su oficio es que no hay dos cuerpos iguales. Todos tenemos un brazo o una pierna más largos que el otro, las mujeres no tienen los dos pechos del mismo tamaño. Hay hombres anchos de cadera y más estrechos de hombros y mujeres que son exactamente al contrario (alguna de ellas, como la top model Laura Ponte, han hecho una virtud de esta característica física). Coser también implica aceptar que hay mucho trabajo que no va a ver nadie, pero que sin duda enriquece y mejora el resultado final.
Así, solo los entendidos abrirán una americana y verán lo bien cosido que está el forro, o se admirarán con la elegancia del patronaje y con las “soluciones” que el sastre habrá encontrado para que al cliente, algo cargado de espaldas o culiancho, le siente el traje como un guante y le haga parecer un galán de la época dorada de Hollywood.
Como no hay texto perfecto, el director (en este caso directora, la muy solvente Aitana Vivó que ha optado esta vez por una puesta en escena minimalista a la que ni le falta ni le sobra nada) tiene que pelear con determinadas decisiones del autor que le puedan parecer discutibles. En el caso que nos ocupa, Mario Diament decidió que para tener un segundo acto absolutamente brillante, tenía que hacer una primera parte que, en algunos momentos, peca de ser algo expositiva. Esto, naturalmente, representa un obtáculo para la directora de la función y para los actores que están en el escenario. Son tres (no a la vez). José Luis Asensio (el ciego), Eduardo Hernández San Deogracias (el hombre) y Maria Teresa Yagüe Martín (la muchacha). Dado cómo está escrita la obra, su radio de acción está bastante conducido por el desarrollo del texto.
EL TEATRO ES EL ARTE DE LA ESCUCHA
Y así, cada actor tiene aquí su reto.
Me explico: la gente piensa que, en esto de subirse a un escenario, lo difícil es hablar cuando, en realidad, lo más complicado es escuchar bien. Darle al compañero juego para que pueda apoyar.
En este sentido, tengo que quitarme el sombrero ante José Luis Asensio, que debe de ser el hombre que mejor escucha a este lado de los Alpes y que, además, hace un ciego muy natural (en este tipo de roles siempre se tiende a exagerar un poquito). Su papel “escuchador” lo repite Aitana en el segundo acto. Eduardo Hernández tiene también, como suele suceder en las obras de los Soles, uno de esos papeles que se parecen al juego de las siete y media según La Venganza de Don Mendo (un juego vil / que no hay que jugarlo a ciegas,/pues juegas cien veces, mil,/ y de las mil, ves febril/ Que o te pasas o no llegas./ Y el no llegar da dolor,/pues indica que mal tasas / y eres del otro deudor./ Mas ¡ay de ti si te pasas! /¡Si te pasas es peor! ).
En el caso de Eduardo, no hay peligro. Es muy agradable verle ir haciendo el viaje de caballero formal a caballero obsesionado, subiendo a cada rato un poquito la tensión, dando a cada rato una vuelta al tornillo, y además haciéndolo de una forma muy sutil, cambiando los tonos, la coloración de la voz (dado que el ochenta por ciento del tiempo está sentado en un banco todo es trabajo de texto).
Maria Teresa Yagüe también está muy bien como desencadenante de la trama (que no destriparemos, por supuesto) aunque, como en el caso de los trajes a medida, tiene que hacer frente (creo yo) a una limitación de Diament como autor y es que los personajes de hombre están mucho mejor escritos que los personajes de mujer, a los cuales, a ratos, se les ven un poco las costuras pero que las actrices de los Soles dan tridimensionalidad a base de oficio, salvándolos con bravura.
ESPEJOS
En el segundo acto se repite el juego del primero, con un personaje que escucha (Aitana Vivó) y otro que habla (Sonia Maffei). Me voy a detener en la segunda porque es ella la que tiene el que yo creo que es el salto emocional más duro de la obra (de nuevo, los actores sirviendo al texto). Tiene solo dos escenas en las que tiene que reconciliar las dos mitades (algo contradictorias) del mismo personaje. Cuando terminó la representación, me acerqué a saludarla en compañía de dos amigos, también actores (ellos, en francés) que estaban todavía absolutamente sobrecogidos por su actuación y que, como es lógico, la acribillaron a preguntas. Ella, todavía temblando un poco por lo que acababa de suceder en escena, les dio una lección de cómo se construye un personaje. Y les explicó, con otras palabras, lo que yo decía un poco más arriba y que a ningún actor se le debe olvidar: el teatro de calidad, como el de los Soles del Sur, es e fruto de muchas horas de trabajo que, al final, nadie ve, pero cuya presencia todo el mundo nota, siendo consciente o sin serlo.
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