Quedan un poco más de dos semanas para terminar 2024 y se impone un repaso a lo más destacado del año.
12 de Diciembre.- Estamos entrando en la proverbial recta final de 2024 y, como pasa anualmente, toca pasar revista a este año, pobrecito, del que nos hemos quejado tanto y tanto.
Nada más apagarse los ecos de la Pummering empezó en Austria la primera polémica del año. La ORF, la radiotelevisión pública austriaca, estrenó nuevo sistema de financiación. Muchas fueron (y son) las personas que, por diferentes razones, no están de acuerdo en financiar con su “mardito parné” las actividades de una fuente de información tan importante como es la cadena pública austriaca. Los hay que no ven la necesidad (son los que “piensan por sí mismos”) y los hay que no quieren que la gente pueda saber (la extrema derecha, la cual ha prometido derogar el sistema y trocear el conglomerado de emisoras públicas si es que -Dios lo evite- llega al poder).
De momento, y eso son noticias de hoy, los tres partidos que están negociando la nueva coalición están pensando en recortar precisamente de ahí para intentar enjugar el agujero presupuestario que ha terminado con el equilibrio de las finanzas públicas.
Será una noticia que, probablemente, daremos y comentaremos en 2025.
En enero también aterrizó en el aeropuerto de Schwechat la última invitada de Richard Lugner al Baile de la Ópera u Opernball. Lugner falleció meses después, dejando tras de sí una viuda fresca y rozagante y una familia siniestra, pero no adelantemos acontecimientos. La invitada de Lugner fue otra viuda, la de Elvis Aarón Presley, Priscilla, a la cual el millonario austriaco bautizó como “Prisquila”. La señora, cuya profesionalidad quedó fuera de toda duda, posó todo lo que por contrato tuvo que posar y soportó estoicamente la curiosidad de cefalópodo de los dedos del millonario.
En otro orden de cosas, dimos cuenta en estas páginas de las protestas, azuzadas por los Cayetanos de toda Europa, contra la política agraria de la Unión y, muy singularmente, contra la ley de la restauración de la naturaleza, para cuya aprobación Austria desempeñó un papel tan importante.
Si tuviéramos que seleccionar una de las noticias más importantes del año en Austria, por lo que ha tenido de sintomático y por las consecuencias económicas que ha dejado tras de sí, sin duda esa noticia sería la quIebra del grupo SIGNA.
El holding empresarial, a cuyo frente estaba el hoy ex muchimillonario René Benko, se declaró en quiebra arrastrado por la situación internacional y por la mala gestión. Según fueron saliendo a la luz detalles, se supo que detrás de SIGNA estaba la clásica estafa piramidal en donde Benko pagaba con el dinero de Pepito lo que le debía a Juanito, préstamos entre empresas y contabilidades creativas.
René Benko había sido admirado por sus aparentes éxitos y todos los que se apuntaban a las virtudes del “liberalismo” traducido por “capitalismo salvaje” besaban el suelo que pisaba. Entre los admiradores, el experto financiero, conocido por la profundidad de sus conocimientos en diferentes materias, Sebastian Kurz.
Quizá en el futuro, Kurz y Benko se crucen en los tribunales. Uno, el primero, con el futuro asegurado gracias a una conveniente puerta giratoria, el otro, igual, gracias al entramado de fundaciones en las que supo poner su dinero a resguardo.
En Febrero también se cumplieron dos años desde que la Federación Rusa invadió a la pobre República de Ucrania que estaba ahí quietecica, sin hacerle nada a nadie.
Fue precisamente este conflicto el que nos llevó a darnos cuenta de que los malos utilizan lo que antiguamente eran juguetes para intentarnos convencer de que son verdad cosas que no lo son.
Una comisión de expertos dijo en el Parlamento austriaco una cosa que todos nos temíamos ya y es que las redes sociales, en su estado actual, son un peligro para la democracia, aunque solo sea porque, evolutivamente, no estamos preparados para poder luchar con nuestro sentido crítico contra algoritmos preparados a conciencia para engañarnos.
Propusieron un código ético y un manual de uso para los políticos austriacos. Ambas cosas no se han implementado y es muy dudoso que se implementen. Para eso los malos tendrían que convertirse en buenos y no parece que vaya a ser el caso.
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