
Dos diputados de la ultraderecha austriaca se reunieron a beberse unas birras con gente de su cuerda. No sabían que alguien les estaba grabando.
15 de Enero.- El pasado día ocho de enero, unos periodistas franceses asistieron a una tertulia, en principio pública, dirigida por dos diputados del FPÖ, Harald Stefan y Markus Tschank. Los dos conspicuos ultras. Stefan, por ejemplo, ha estado investigado por cantar en el funeral de un antiguo nazi un himno de las SS. En cuanto a Tschank, ha estado implicado en confusos asuntos relacionados con una presunta financiación irregular del FPÖ (las investigaciones se suspendieron en 2020).
QUÉ CHAVOCHA LA CHEVECHA QUE CHE CHUBE A LA CHAVECHA
La charla a la que asistieron los periodistas franceses se celebró en una “chambre separée” de un restaurante. A ella asistieron, según se puede ver en el vídeo, varios ciudadanos de esos que ahora se definen como “patriotas” o peor como “liberales”. Una ciudadana de estas, patriota y “liberala” como la que más, se dolió de que la gente la llamara nazi cada vez que hablaba sobre los inmigrantes (la pobre). Lo consigno aquí a modo de ilustración del nivel intelectual que reinaba en esa ocasión.
Seguramente, sobre todo dada la tradición del FPÖ, corrió la cerveza. Se soltaron las lenguas. Y ya se sabe que cuando una lengua neonazi se suelta solo pueden salir perlas. Los artefactos grabadores de los periodistas franceses no perdieron ripio y sus dueños pusieron a disposición de los medios austriacos el material obtenido.
Las afirmaciones de los dos bocachanclas pardos han caído como una bomba en la opinión pública austriaca (aunque, en puridad, no sabe uno de qué se sorprende la gente dados los antecedentes del FPÖ, pero bueno). Tschank y Stefan dijeron de todo, nada bueno. Empezaron por el partido que, en estos momentos, negocia con los ultras la formación de un nuevo Gobierno, el ÖVP.
UN PARTIDO CACHONDO Y “ESA GENTE” SIN DERECHOS HUMANOS
Para Tschank y Stefan, el Partido Popular austriaco merecería ser enviado a la oposición y que se le prohibiera gobernar para siempre (Regierungsverbot). Ambos conferenciantes analizaron el estado de la fuerza con la que van a gobernar en estos términos que no dudo en calificar de versallescos. Según estos mequetrefes, el Partido Popular austriaco estaría “cachondo por conservar el poder” (machtgeil) y, naturalmente, esta debilidad debe representar para los ultras una oportunidad “de demostrar que son un partido fuerte e imponer sus contenidos”.
Por ejemplo, en lo concerniente a nosotros, los inmigrantes.
Los espectadores franceses pudieron ver en horario de máxima audiencia como los dos ultras austriacos se despachaban a gusto. Pedían que los inmigrantes fueran expulsados de Austria lo más violentamente posible, utilizando toda la fuerza del Estado si era necesario, para que a nadie se le ocurriese volver. Se refirieron a nosotros, los inmigrantes como “esa gente” o peor, como calaña (Gsindel).
Los ultras se monstraron partidarios además de que Austria abandonara esos acuerdos internacionales que desgraciadamente (leider) tienen el mismo rango que la constitución, por ejemplo la Convención Europea para los Derechos Humanos. Y, si abandonarlos no era posible, por lo menos adjuntar una explicación (“completarlos”) para que dijeran lo que ellos quieren que digan. O sea, reducirlos a papel mojado.
LA UNIÓN EUROPEA Y LAS FAMILIAS SIN PROBLEMAS
Tapándose la nariz, el Presidente de la República, Alexander van der Bellen, entregó el mandato a Herbert Kickl de formar gobierno. Lo hizo, sin embargo, con algunas restricciones. Una de ellas fue que Austria continuara siendo un socio fiable de la Unión Europea y que se respetaría escrupulosamente la libertad de medios.
También tuvieron Tschank y Stefan para la Unión Europea, a la que consideran un ente inoperante, censor y ultraburocratizado.
No me resisto a reproducir textualmente la idea que la extrema derecha tiene de lo que debería ser la Unión Europea. Avive el seso el lector y despierte:
“Wenn ich ein Lobbyist bin, dann will ich ja nicht, dass irgendwelche blödsinnigen Wähler etwas verändern können, da will ich mit den 12, 15, 25 Kommissaren reden und sagen: Du, pass auf, deine Familie, da brauchts dir nie wieder Sorgen machen. Keine Ahnung, wie das genau rennt. Aber der Kommissar setzt dann irgendeine Initiative, und dann rennt das”
Traducimos:
Si yo soy un lobista, no quiero que unos votantes estúpidos quieran cambiar esto o aquello; lo que yo quier es hablar con 12, 15, 25 comisarios y decirles: tú, atiende, ya no te tienes que preocupar nunca más por tu familia (por el dinero que recibe, naturalmente). No sé cómo funciona esto exactamente, pero el comisario pone en marcha una iniciativa, y ya está”.
Por supuestísimo, este funcionamiento sería el menor de los males porque, según estos caballeros, Austria debería salir más pronto que tarde de la Unión Europea. Lamentablemente, sin embargo, es una línea roja que ha puesto el Partido Popular (ay, qué pena).
Para no hacer este artículo más extenso de lo que debería ser y, sobre todo, para intentar no vomitar después (o al mismo tiempo) de escribirlo, dejo para el final las consabidas estupideces sobre la negación del cambio climático y la defensa de la familia “tradicional”.
Estas afirmaciones se unen a un Tweet de esa persona a la que, probablemente, no quieran ni en su misma familia, Dominik Nepp, el jefe de la extrema derecha en Viena. En él, Tepp, digooo Nepp, abogaba por la desaparición del Standard, al que llamaba “panfleto de mierda” (sic, Scheissblatt) y pedía que el Estado austriaco diera subvenciones solo a “medios de calidad” o sea, a medios ultras.
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