El cardenal austriaco Christoph Schönborn

El cardenal Schönborn se jubila

El cardenal austriaco Christoph Schönborn

Una de las personalidades más prominentes de Austria, el cardenal Schonborn, se jubila.

18 de Enero.- Un día, volviendo de no sé dónde, en un aeropuerto, me lo encontré esperando mi mismo vuelo. La verdad es que me dio la impresión de ser un hombre triste y, de alguna manera, muy cansado. Estaba muy pálido y tenía la piel mate. Los ojos, lacrimosos, y la mirada perdida. Quién sabe lo que pasaba por su cabeza en aquellos momentos. A mí, de todas maneras, me impresionó un poco su presencia y su sencillez, como siempre impresiona ver en persona a una persona a la que has visto por la televisión.

Recuerdo que su presencia en los medios fue una de las cosas que más me llamó la atención cuando llegué a vivir a Austria, hace veinte años. En un telediario español, en horario de máxima audiencia, no se entrevista normalmente a un príncipe de la Iglesia Católica.

Cuando le vi en la pantalla por primera vez, pregunté:

-¿Quién es este hombre?

-El cardenal Schönborn.

En persona, le volví a ver por otra carambola. Tengo un amigo muy religioso que tradujo una biografía de la beata Hildegard Burjan, la fundadora de Caritas Socialis. En aquellos tiempos era papa el nefasto y siniestro Benedicto XVI. Como ya no estaba para muchos trotes, para evitarle viajes y sopitipandos se retomó la costumbre de que las beatificaciones se celebraran en la diócesis en la que hubiera vivido cada “siervo de Dios” (sierva, en este caso). Como digo, este amigo mío tan religioso, consiguió dos “pases” para la misa solemne en la Catedral de San Esteban. La ofició Schonborn y ahí le hice la foto que ha ilustrado algunos de los posts de esta página (y este artículo).

Cuando Benedicto tiró la toalla y se celebró el último cónclave, el nombre de Schonborn sonaba como uno de los candidatos con más posibilidades para ser el nuevo papa. Es europeo sin ser italiano, es progresista pero con indudable mano izquierda para que su progresismo no se contradiga demasiado con la doctrina oficial de la iglesia. Es un hombre de talante amable, maternal y contemporizador. Él, por supuesto, siempre negó querer ser papa (cuando los eligen, a la antesala en donde se les pone la sotana blanca, la llaman “la sala de las lágrimas”) y ahora pasa por ser amigui del papa Paco (a ver si nos dura muchos años, el pobre hombre, que ya está empezando a dar más fallos que un ordenador con Windows XP).

El martes próximo Schönborn cumple los ochenta y le ha llegado la hora de la jubilación.

Durante el ejercicio de su jefatura al frente de la iglesia austriaca ha hecho gala de múltiples virtudes. La principal de las cuales, en mi opinión, es la sensatez.

Le ha tocado, como a muchos de sus contemporáneos, gestionar la pérdida de importancia de la Iglesia Católica en la sociedad austriaca y, sobre todo, parlamentar con la modernidad.

De él se puede decir que ha tenido la humildad de evolucionar. Si a primeros de este siglo denunciaba desde el púlpito la idea de que los homosexuales se casaran como cualquier hijo de vecino, porque ese matrimonio significaba decir que “no a la vida” luego se lo pensó mejor y dijo que había que ver caso por caso y que había que ver la calidad de las relaciones y que si esas relaciones eran estables, pues oye, que había cosas peores.

Ha tenido, y tiene, amigos notoriamente homosexuales y es famosa la buena sintonía que le une a Gery Keszler, el organizador del extinto Life Ball.

La teoría que yo tengo al respecto es que, como le pasa a muchos ultraderechistas xenófobos que reniegan de los extranjeros, antes de decir según qué cosas el cardenal Schönborn no se había acercado a una pareja de gays y se había tomado un café con ellos. O sea, que es muy fácil decir barbaridades basándose en prejuicios.

Hablando de los ultras, Schönborn también ha puesto más de una vez pies en pared cuando la ultraderecha se ha pasado (y se ha pasado bastante). Les ha recordado algo con lo que quisiera terminar este artículo y es que la Iglesia es la casa de Dios pero que también es la casa de todos los fieles y que cuando los fieles entran en ella, son todos iguales. O sea, que Dios, como decía San Pablo, es más grande que nuestro corazón de cada uno.

Lo que es verdad es que con la jubilación de Schonborn se cierra una época de la historia de Austria.


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