Así ha hackeado la extrema derecha la opinión pública (1)

Un hombre con un ordenador crea noticias falsas (AI/Leonardo)

Así, a ojo ¿Qué porcentaje de extranjeros viven en Austria? ¿Y en España? La respuesta explica los métodos de la extrema derecha para hackear la opinión pública europea.

 

18 de febrero.- En España, el problema de la “okupación”, esto es, que alguien se quede a vivir en una casa que no es suya, afecta a 5,3 personas por cada diezmil habitantes. O sea, a un 0,06% de las viviendas del parque español. En cambio, más de un tercio de los españoles, un treinta y cuatro por ciento en concreto, teme que le puedan “okupar” su casa. Son datos de una encuesta de la OCU, la Organización de consumidores españoles, del verano de 2024.

Según otra encuesta, publicada por el periódico español El País, el año pasado, los españoles, a ojo, tasabann la cantidad de ciudadanos extranjeros en España como casi un tercio de la población (un 30,2) la realidad es que hay muchos menos inmigrantes en españa. En concreto, algo más de la mitad de esa cifra. Un dieciocho por ciento de las personas que viven en España son extranjeras. Una cuarta parte, por cierto, tienen educación superior y la inmensa mayoría tiene estudios y trabaja como cualquier hijo de vecino.

Más ejemplos:

En septiembre del año pasado, el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) realizó su encuesta mensual sobre los problemas de la ciudadanía y encontró que la mayoría de la población consideraba la inmigración como uno de los problemas más acuciantes del país, a pesar de que es incuestionable que la mayoría de los inmigrantes en España están muy bien integrados y no suponen mayor problema para la vida diaria de los ciudadanos en términos de delincuencia o de “dumping” económico.

Paradójicamente, en la misma encuesta un porcentaje muy reducido consideraba que los extranjeros fueran a “quitarles el trabajo”.

Otro tanto de lo mismo sucede en Austria, en donde el “sentido común” o sea, la percepción que la sociedad tiene de las cosas a base de los imputs que recibe de los medios de comunicación, dice que la mayoría de los inmigrantes son musulmanes (turcos antes, sirios y afganos ahora) cuando la realidad es que el grupo más numeroso de extranjeros en Austria son los alemanes.

¿Cómo ha podido suceder esto? En este artículo voy a intentar explicar cómo la extrema derecha, utilizando internat y los medios de comunicación sensacionalistas, ha conseguido hackear la opinión pública europea para crear percepciones falsas favorables a sus intereses.

Todos los ejemplos que voy a utilizar son reales y están sacados de medios afines al ideario ultra o populista, españoles (Libertad Digital) y austriacos (OE24, y otros) además de cuentas de Facebook ultras que leo con fines de monitoreo, en forma de usuario “invisible” (no comento y no reacciono a las publicaciones).

Empecemos por hacer un poco de historia.

¿HITLER EN EL PODER? ESTA NO LA VIMOS VENIR

Si uno lee a los pensadores de entreguerras y aún a algunos inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial, se da cuenta de que domina en ellos una cierta perplejidad al no haber visto venir el ascenso y auge del nazismo.

¿Cómo, se preguntaban, una clase trabajadora muy empobrecida, que venía de la crisis económica de 1929-1933, no se echó en brazos del socialismo para hacer la revolución, sino que, contra todos los pronósticos, viró al polo absolutamente contrario, la extrema derecha, y puso a un patán sin estudios, como era Hitler, y a la oligarquía económica industrial en el poder?

En mi opinión, esta sorpresa era (es) producto del sesgo con el que miraban la realidad que estaban estudiando.

Los pensadores a los que me refiero eran en su mayoría o bien de izquierdas (por lo tanto, veían la tendencia hacia la revolución como una especie de propiedad física inmutable de la naturaleza humana) o bien eran personas que habían alcanzado una posición económica desahogada, la cual les permitía poder dedicarse tranquilamente al trabajo intelectual.

De alguna manera, incluso los que más claros veían sus defectos, no terminaban de entender a cabalidad las razones que alguien pudiera tener para cambiar el sistema. O que alguien tuviera el impulso irrefrenable, agresivo y brutal, de llegar a un lugar ideológico solamente “para romper cosas”, sin que esa disrupción tuviera, a primera vista, más finalidad práctica que canalizar una sed de venganza cuyas raíces no podían entender.

Además, para cualquier observador imparcial era obvia la relación instrumental que las oligarquías económicas alemanas (los Krupp, los Thyssen, y tutti quanti) tenían con el nazismo.

Es hora, por cierto, de abrir un pequeño paréntesis.

LA TELE ES UNA COSA DE RICOS (Y POR QUÉ, EN AUSTRIA, ESTA PERCEPCIÓN NOS ESTÁ COSTANDO LA DEMOCRACIA)

Uno de los caballos de batalla de la extrema derecha (y por muy buenas razones, como veremos más adelante) es el canon que se paga para el sostenimiento de la corporación de la radiotelevisión pública austriaca.

Hasta hace muy poco, de hecho, en Austria había dos tipos de personas: los que pagaban el impuesto (el famoso GIS) y los que no.

Naturalmente, existía una minoría de personas que no pagaban el impuesto por convicción o por simple tacañería. Pero lo cierto es que las clases populares, más o menos coincidiendo con mi llegada a Austria, a principios de este siglo, empezaron a ver el impuesto de la ORF como un lujo. O peor, como algo ajeno a sus intereses y a su estilo de vida.

A pesar de que la ORF es todavía la fuente de noticias con más cuota de mercado del país y sus radios las más seguidas. Aunque, por lo menos teóricamente, la programación de la ORF es de servicio público y está dirigida a la totalidad de la población austriaca, el propio mandato de calidad que la corporación recibe de la ley que es su razón de ser, hace que el espectador prototipo se aleje cada vez más de amplias capas de la población de Austria.

La ORF (su tercer canal especialmente, ORF III) está hecha para un público decorosamente culto e incluso los programas de puro entretenimiento tienen un cierto aroma didáctico y, por lo menos proforma, tratan de no embrutecer a la población.

El asunto no es menor y, como me he propuesto hacer a lo largo de este artículo, voy a ejemplificar las consecuencias de esta situación con una historia personal a la que en su momento no presté la atención que merecía.

Como se recordará, en 2015 se produjo la llamada “crisis de los refugiados” la cual, quizá junto con la pandemia, es el evento que más hondas consecuencias ha tenido en la formación de la Austria contemporánea.

En aquellos tiempos, una conocida, madre de familia de una familia muy modesta que NO pagaba el canon de la ORF por no podérselo permitir, vino un día a casa de visita y mencionó, como de pasada, su preocupación ante el aumento de personas procedentes de Oriente Medio (a pesar de que, ni en aquel momento ni ahora, se veían personas de esa procedencia en donde yo vivo). Absolutamente en serio y a pesar de vivir en una zona de una tranquilidad bucólica, expresó su temor de ser violada en cualquier momento.

Durante algún tiempo, sus temores fueron objeto de cachondeo pero mucho más tarde me di cuenta de que sin tener acceso a noticias sujetas a los filtros de calidad de la ORF, esta persona, como muchísimas otras, se veía abocada a informarse y, por lo tanto, a obtener una imagen de lo que sucedía en el mundo, por otros medios. O sea, internet y la prensa gratuita dirigida a las clases populares, en donde la extrema derecha ya había empezado a colar sus contenidos.

Y, por supuesto, el miedo morboso al árabe bestial venido de oriente que viene a violar a la vírgen aria es una de las piéces de résistance de la propaganda ultra.

Puede decirse que, en realidad, esta anécdota, rememorada muchísimo más tarde, es la semilla de este artículo.

Se cierra paréntesis.

POR MI CULPA, POR MI GRANDÍSIMA CULPA

A lo largo de las casi dos décadas que llevo escribiendo esta página he sido víctima, me parece, del mismo sesgo que aquejaba a los pensadores que analizaban el ascenso del nazismo y ese sesgo me ha conducido a la misma sorpresa improductiva y sin salida.

Muchas veces, poseído de los mismos escrúpulos y, por qué no, de una mal disimulada indignación contra un 30% de mis convecinos, a los que trataba de acémilas y de estólidos y de cosas aún peores, me he preguntado ¿Cómo ha podido ser que la clase trabajadora austriaca haya abandonado las opciones políticas afines a sus intereses, y se haya puesto en manos de un artefacto ideológico tan ferozmente reaccionario como contrario a su bienestar como es el FPÖ? Nótese que, cuando escribo esto, el FPÖ es el líder imbatible de las encuestas de intención de voto.

Y es líder, y creo que no se subraya lo bastante, por las clases trabajadoras austriacas que lo votan en masa.

Tengo que confesar que esta cuestión me ha dado mucho que pensar, hasta que me he dado cuenta de que mi problema principal para entender el proceso eran mis propios juicios sobre los votantes del FPÖ. Sin querer compararme con los pensadores de los que hablaba más arriba (mi nivel intelectual es mucho más modesto, evidentemente) podría decirse que mis prejuicios me impedían ver el bosque.

Hace unos días, relfexionando sobre la anécdota que contaba más arriba, pensé que, a lo mejor, sería útil hacer el esfuerzo de ponerse en el lugar de los votantes del FPÖ y que, lo mismo que para entender los sentimientos, el marco mental, de la burguesía ciudadana de clase media-alta, hay que acudir a los productos culturales que consume esa burguesía ciudadana de clase media, para entender a los votantes del FPÖ, personas en su inmensa mayoría de clase trabajadora y sin estudios universitarios, había que fijarse en los productos culturales que consume esa clase trabajadora.


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