Dominik Nepp: el cuñado de Austria

El jefe de los ultras vieneses asiste cada día a la batalla que libran dos personas que quieren su cuerpo: el cuñado y el político.

 

LTeD 16.03.2025: 5 años del primer confinamiento en Austria

18 de Marzo.- Una de las características de la burbuja lingüística de la extrema derecha es que, como sucede con todas las jergas, llega un momento en el que se vuelven tan autorreferenciales que terminan volviendo imposible la comunicación entre el interior de la burbuja y el exterior.

Un buen ejemplo es la tensa entrevista que se retransmitió ayer entre Armin Wolf y Dominik Tepp…Digoooo Depp….Digooo Nepp, el jefe de los ultraderechistas vieneses. Creo que no hace falta que explique quién estaba dentro de la burbuja y quién fuera.

Antes de considerar el tenso intercambio al que dio lugar la conversación (por llamarla de alguna manera) quisiera contar aquí algo que, de puro repetido, puede resultar redundante. Al objeto de ponerles a sus adeptos unas anteojeras para que solo vean la realidad con las gafas del FPÖ, la extrema derecha austriaca ha creado una serie de seudomedios que proporcionan forraje ideológico a los votontos…Digooo a los votantes ultras (madre mía, cómo estoy hoy). En estos artefactos (canales de YouTube, Servus TV, OE24 y cosas semejantes) los políticos del FPÖ comparecen regularmente y se someten a las caricias y a los lametones de presentadores que les preguntan exactamente lo que ellos quieren contestar.

Va de suyo que esto crea malos hábitos en los políticos ultras porque, acostumbrados al chuperreteo habitual, cualquier pregunta normal de un periodista no paniaguado que se salga del argumentario es percibida por ellos como un ataque insoportable o como un “intento de censura”.

A esto se añade que los políticos ultras no suelen ser ni demasiado inteligentes (la cerveza mata más neuronas de las que crea) ni demasiado simpáticos. Y sin duda, entre los menos simpáticos, está Dominik Tepp…Digooo Depp…Digo Nepp, el jefe de los ultras vieneses. Una de esas personas a las que en su familia ponen plato aparte en la cocina porque no pueden ni soportar verles.

IDEOLOGÍA DE GÉNERO, ISLAMISMO Y OTRAS COSAS DE METER

En unas seis semanas la ciudad de Viena va a elegir a su nuevo parlamento (Viena es, aparte de ciudad, su propio estado independiente).

Los ultras saben que serán la segunda fuerza (el Zeitgeist es lo que tiene) y que tienen probabilidades tirando a cero de tocar poder. Por eso Nepp estaba ayer muy en su papel de hablar para sus convencidos y de intentar convencerles de una cosa que saltaba a la vista que era imposible: de que era capaz de colarle algún gol a Armin Wolf.

En ese sentido, ver la conversación da un poco de alipori, porque es como verme a mí, un poner, intentando hacerle un regate a Mbappé. O sea, que Nepp ni olía los balones que Wolf hacía bailar delante de sus narices.

El ultra intentó colar que lo que él y su equipo de spindoctors malvados y lloriqueantes llaman “el sistema Ludwig” despilfarraba millones de ayudas sociales en personas que no eran “ciudadanos austriacos”.

Wolf le recordó amablemente que las leyes comunitarias impedían una diferencia de trato entre los ciudadanos austriacos, los ciudadanos comunitarios y los refugiados. La respuesta de Nepp fue la que hubiera dado (y de hecho dio) el nazismo a problemas parecidos: “las leyes se pueden cambiar, y es mi propósito hacerlo así” (uno de los lemas del nazismo era que ”el derecho debía servir a la política”).

En los últimos tiempos, el elenco de la extrema derecha vienesa se ha visto enriquecido con un nuevo mamporrero. Se trata de Leo Lugner (nacido Kohlbauer), yerno del difunto Richard Lugner. Es otro especimen del tipo de Orbán, de esa gente que parece que te está ofreciendo siempre muslo o pechuga. Armin Wolf le preguntó a Nepp por qué este Lugner estaba (¡Oh, casualidad!) pescando votos en un grupo religioso de turcos que el mismo Nepp había querido prohibir el año pasado por (presuntamente) ser parte del islamismo radical.

Nepp contestó que Lugner había ido a esa fiesta “a título personal” y que él no era partidario de mezclar la política con la religión.

Asimismo, el presentador de la ORF le preguntó por qué la candidatura de la extrema derecha vienesa era lo que suele conocerse vulgarmente como “un campo de nabos”. O sea, que solo había una mujer en la lista. A lo que Nepp contestó que, por lo menos, se trataba de “una mujer de verdad” (Wolf puso cara de “?”). Después, mirando a cámara, Nepp empezó a intentar explicarse con una serie de argumentos confusos sobre lo que estos jumentos llaman “ideología de género” en los que el cuñado ganaba por momentos al político, si es que eso es posible.

Wolf intentó pararle educadamente, diciéndole que le habían invitado a hacerle algunas preguntas y no a que “echara un mítin”. Nepp, muerto de miedo (aunque lo disimulara) no hacía más que rajar.

No quiero terminar este artículo sin glosar también que Wolf le sacó a Nepp el tema de llamar al Standard “panfleto de mierda” (Scheissblatt). A Nepp por supuesto calificar así a un medio le pareció normal y su argumento fue que Armin Wolf seguramente diría cosas parecidas de otros periódicos. A lo que Wolf, que se las sabe todas, contestó que a él no se le ocurriría nunca decir algo así y que, además, no era político.

En resumen, y como decía al principio, toda la entrevista fue la prueba precisa de que no puede existir la comunicación entre un fanático enganchado a la chatarra ideológica y una persona normal.

Causa escalofríos pensar que gente como este Nepp, en algún momento, ha estado a punto de poder gobernar.


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