29 de marzo de 1945 en Austria

Hoy, 29 de marzo de 1945, las tropas soviéticas han puesto pie en suelo austriaco. Burgenland ha sido liberada. La guerra se acerca a su fin.

 

LTeD 23.03.3035: La “Felichitá”

29 de Marzo.- Hoy es 29 de marzo de 1945. Estoy en Neusiedl am See, en Burgenland, una población de la Ostmark, desde 1938. Territorio del tercer reich alemán. Desde hace días corre el rumor de que las tropas soviéticas están muy próximas. Mi vecina Paula Z., que tiene dos niñas pequeñas, Antonia e Ingeborg, lió hace dos días en un pañuelo grande las cosas que podía transportar y se ha puesto en camino, en dirección a Salzburgo, al sector americano. No quiere que los soviéticos la pillen aquí cuando lleguen, porque los soldados rusos no solo rapiñan todos los objetos de valor, sino que también violan a las mujeres bestialmente y, en algunos casos, las dejan muy malheridas. Deja a sus padres, ya mayores, al cuidado de su casa.

Hace algunas semanas, viendo que la guerra ya estaba dando las últimas boqueadas y aprovechando que el abuelo era albañil, abrieron por la noche una zanja en el suelo de la porqueriza, y en ella metieron, bien empaquetadas, las cosas que pensaban que podían atraer las miradas de los rusos. Las cuatro joyas que aún les quedaban sin vender. Un reloj de bolsillo de oro que el abuelo había comprado en Bratislava con su primer sueldo y un juego de porcelana de estilo modernista, que lleva pintadas en las tazas varias escenas del juicio de Paris, el que dio inicio a otra guerra, la de Troya.

Después de dejar que el cemento fraguara, echaron tierra por encima y devolvieron a los guarros a su sitio, a la espera de que llegase un momento mejor para poder recuperar aquellas cosas que tenían más valor sentimental que otra cosa.

Incluso hasta este rincón remoto llegan los últimos coletazos de la propaganda dirigida por Josef Goebbels, pero solo los más fanáticos se creen las consignas de resistencia y muerte. La gente está hambrienta, cansada de una guerra que ya ha causado cincuenta millones de muertos y, al mismo tiempo, tienen miedo del futuro. De que el nazismo muera matando.

De hecho, así está siendo. Miles de trabajadores forzados, los que todavía están en condiciones de poder moverse, están siendo llevados hacia Mauthausen en “marchas de la muerte”. Muchos, exhaustos, encuentran en las cunetas la muerte anónima. Reina un ambiente de apocalipsis general. La población local también aprovecha la confusión para cometer crímenes que, así lo creen y así pasa en muchos casos, quedarán sin castigo. En muchos lugares de Austria se desata el infierno sobre la tierra. Hay linchamientos de “traidores” al Reich, reales o presuntos. Los sospechosos de no estar de acuerdo con el nazismo son ejecutados sin más miramientos.

El último mes de la guerra siega en Austria 90.000 vidas.

Estos crímenes son, sin embargo, producto de la desesperación. Los días del nazismo, no se le oculta a casi nadie, están contados y, pese a la insensata fe en el arma milagrosa que doblegue el inagotable poderío aliado, los aliados están a punto de estrangular en Austria a la serpiente de la esvástica.

Hoy, 29 de marzo de 1945, justo cuando los primeros soldados soviéticos ponen pie en Burgenland -puedo verlos avanzar desde mi escondite- los más avezados empiezan también a pensar en la mera supervivencia.

Todo el mundo trata de escapar de su pasado nazi lo mejor que puede. Ante la incógnita de qué harán los aliados, hay muchos que tratan de borrar sus huellas. Se queman documentos, se eliminan pruebas, aquellos que abrazaron la causa del nazismo nada más llegar la “anexión” y su “milagro económico” tratan de buscar en su pasado pruebas de que, alguna vez, fueron socialdemócratas o que militaron en las filas de los conservadores austriacos. Los nazis auténticos y fanáticos terminarán formando también un partido que le dé voz a esa masa que hoy, en marzo de 1945, pero también después, piensa que los nazis, al fin y al cabo, no han sido tan malos. Que por lo menos había orden y trabajo. Son los argumentos que, mutatis mutandis, defienden todas las dictaduras.

Dentro de unos días, el 11 de abril de 1945, un incendio terrible, el que destruye las bóvedas de la catedral de San Esteban, será el fin simbólico de esta guerra que hoy vive el principio de su fin.

 

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