Después de las vacunas, los ultras han encontrado otra obsesión igual de loca y de peligrosa: los trasplantes de órganos
8 de abril.- En otra vida trabajé mucho tiempo como voluntario en una unidad de hemodiálisis. Eran otros tiempos. Yo era más joven, estudiaba todavía y el tiempo me cundía mucho. Fue una de las lecciones más valiosas de mi vida y sigo teniendo aquella época muy presente. Mi familia y mis seres queridos ya lo saben pero, por si acaso, lo hago público aquí también: el día en que me pase lo que nos pasa a todos en algún momento, si hay algo de mí que se pueda utilizar para otra persona, como dijo Quevedo, mis restos ceniza serán, más tendrán sentido. Polvo serán, más polvo trasplantado.
Recuerdo mucho a aquellas personas que esperaban un trasplante de riñón con ansiedad y la alegría de los familiares cuando lo recibían y, gracias al trasplante, mejoraba su calidad de vida. España es líder en trasplantes. Tradicionalmente hemos sido muy generosos y la Organización Nacional de Trasplantes es puntera en este sentido.
En Austria se realizan todos los años muchos trasplantes, se salvan así vidas, pero lo cierto es que hay escasez de órganos y de recursos. Para que un órgano sirva para un trasplante tiene que venir de una persona en muerte cerebral. Esto quiere decir que, estando la persona clínicamente muerta, se haya podido mantener artificialmente su cuerpo con vida. Además, la persona tiene que estar sana. Esto, como es lógico, reduce mucho el número de órganos trasplantables. Además, hay otro factor: gracias a las campañas de prevención de accidentes de tráfico, cada vez hay menos accidentes. De manera que, cada vez menos, las desgracias de unos sirven para labrar la fortuna de otros.
También ha subido la edad media de los donantes. De 26 años en 1990 a los 57 de ahora.
Todo esto viene a cuento porque la extrema derecha, a través de Auf1, su mierdiplataforma cercana al FPÖ, ha encontrado otra manera de hacer el mal. Como el asunto de las vacunas está empezando a sufrir signos de desgaste, los ultras van ahora en contra de los trasplantes. Acusan a los médicos de la monstruosidad de extraer los órganos de personas que todavía están vivas para “ganar dinero”. Para cualquiera que entienda un poco del tema (y no sea un hijo de perra) la calumnia es evidente.
En Austria, como en España, se exige la presencia de un médico que certifique la muerte cerebral antes de proceder a la extracción de un órgano para un trasplante. Por supuesto, la donación SIEMPRE es altruista. O sea, que no gana dinero ni e médico, ni los herederos de la persona donante y, por supuesto, el criterio para trasplantar un órgano a una persona es sola y exclusivamente médico, basado en la compatibilidad entre el órgano disponible y el receptor.
Por otro lado, del mismo modo que se puede expresar la voluntad de ser donante, se puede también expresar la voluntad de rechazar la donación, inscribiéndose en un registro creado para ello (desde 1978). Es una opción que, en estos momentos, elige un 0,5% de la población.
¿Cuál es el objetivo de Auf1? El mismo que cuando la calaña antivacunas invadía las calles, o sea, el de esparcir inseguridad a propósito de los médicos y de la ciencia. Ahora, como entonces, esa maldad puede costar vidas.
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