
Hace escasos minutos ha muerto el papa Francisco. Un hombre bueno e íntegro. Nunca estuvo en Austria, pero el eco de su pontificado llegó hasta aquí.
21 de abril.- Hoy es un día muy triste, porque acaba de fallecer, hace apenas media hora, una de las personalidades de este siglo. Ha muerto el papa Francisco (en este blog, conocido cariñosamente como el Papa Paquirri).
Mientras escribo estas líneas, aún estoy asimilando la noticia.
Después del horroroso Juan Pablo II, al que Dios tenga donde se merece, del no menos siniestro Benedicto XVI, Jorge Mario Bergoglio, “alias” Francisco, ha sido sobre todo una persona bondadosa, tolerante, comprometida con los pobres, que nunca ha dejado de decir verdades incómodas y que ha devuelto a la Iglesia Católica al lugar que nunca debió dejar, al de la compasión, al de los pobres de la tierra, al de los pecadores.
Recuerdo perfectamente dónde estaba cuándo llegó la “fumata bianca”.
Con mis amigos, en un bar de Viena en el que solíamos reunirnos todos los jueves, el Schlufpwinkel, el escondrijo. Hace relativamente poco tiempo, pero también hace mucho, porque las vidas de todos los que recibimos aquella noticia (empezando por mí mismo) han cambiado mucho.
Pronto, empezamos a saber cosas de este papa, que nos quitaron un poco las ganas de hacer bromas y nos aumentaron el respeto que sentíamos por él. Se veía que era un hombre que predicaba con el ejemplo. Eran cosas relativamente pequeñas, pero con gran siginificado.
Para empezar, rechazó desde el principio abandonar sus relativamente humildes habitaciones de la residencia de Santa Marta, llevaba los mismos zapatos baratos y normales que siempre había llevado, trató (sin éxito) de no llevar guardaespaldas y también intentó moverse por Roma con un viejo dos caballos, lo cual habla no solo de sus pocas pretensiones, sino también de su valentía, porque el tráfico de Roma no está hecha para cobardes, precisamente.
Mientras tanto, en un convento, andaba exiliado y amojamado el antecesor, en una situación, la de tener dos papas vivos, que no se había dado nunca en tiempo de paz.
El pontificado del papa Francisco se ha movido en un ten con ten bastante complicado. Entre la comprensión (el famoso “quién soy yo para opinar de eso” cuando le preguntaron sobre los homosexuales) y la mano dura con los abusos sexuales de los clérigos. Trató (ya veremos con qué éxito) de meter en cintura a los fundamentalistas. Y se las tuvo tiesas con algunos de ellos, como el cardenal Sarah, que representan lo más siniestro que una Iglesia Católica de influencia ya muy mermada, lleva en las entrañas.
Dotó de una nueva base legal al menguante Opus Dei y certificó, ya casi agonizante, la disolución del Sodalicio. No parece que haya podido con El Yunque, la sociedad secreta radical que tanta influencia tiene en la política española, a través de Vox y de organizaciones como Hazte Oir.
También ha sido bajo su pontificado que la Iglesia se ha avenido al proceso de “resignificar” el negro mausoleo que fue de Franco.
En casa, hacíamos bromas porque mi abuela, cada vez que lo veía por la televisión, decía:
-Hay que ver lo que se parece este hombre a tu abuelo Paco.
Y es verdad que se daba un aire a mi abuelo Paco, sobre todo cuando ya fueron siendo los dos más mayores. Aunque es cierto que todas las personas ancianas, si bien se mira, se parecen un poco.
¿Qué nos espera ahora?
Francisco, en vida, se ocupó de ir nombrando (“creando”) cardenales más o menos afines ideológicamente, pero los cónclaves son una incógnita. Esperemos, en cualquier caso, que el Espíritu Santo (para los que crean en él) se emplee otra vez a fondo y que el sucesor nos salga por lo menos igual de bueno que el Papa que ha muerto ahora.
Es una lástima que al cardenal Schönborn, que sonó para papable cuando se eligió a Francisco, le pille la cosa tan mayor. Como es lástima también que la última audiencia del Santo Padre haya sido con el incalificable JD Vance. Ya es mala pata, joé. Parece como si el destino le hubiera querido dar ese último sinsabor a este hombre al que se hubiera podido calificar como a Juan XXIII como “el papa bueno”.
Descanse en paz. Hoy, como acaba de decir mi madre es como si se hubiera muerto mi abuelo una segunda vez.
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