El Gobierno austriaco se dispone a abordar un viejo proyecto que ya ha fracasado antes por discriminatorio.
4 de mayo.- Antes de entrar en materia, me gustaría dejar clara una cosa: a pesar de haber sido educado en la religión católica, en un país que, cuando yo estudiaba, era todavía católico -hoy, quienes profesan la religión católica lo hacen cada vez más superficialmente y cada vez de manera más minoritaria- soy absolutamente contrario a que la religión esté en las escuelas. Bajo mi punto de vista, la enseñanza religiosa, de cualquier religión, en las escuelas, es un anacronismo que debería ser remediado cuanto antes. La asignatura de religión debería ser sustituida por algo como “religiones del mundo” para evitar que los pobres estudiantes abandonen su carrera educativa sin saber las cosas necesarias para entrar en el Museo del Prado y saber a qué atenerse delante de un cuadro de El Greco o de Zurbarán o para saber lo que es el Ramadán o el Yom Kipur. A la chavalería hay que mantenerla lejos de la religión hasta que puedan enfrentarse al fenómeno religioso después de haber abandonado la etapa del pensamiento mágico.
Dicho esto: la ministra de Integración, Claudia Plackholm, ha acudido hoy a la televisión pública para hablar de diferentes asuntos relativos a sus competencias.
LA MINISTRA DE TODO
Como ya expliqué cuando hablé de la formación del (no tan nuevo) Gobierno de Esta Pequeña República, a Claudia Plackholm le dieron todas las cosas que no cabían en los otros ministerios. Así, es ministra de Europa (asuntos europeos, podría decirse) pero también es ministra de los cultos (no de los que saben distinguir un capitel jónico de uno corintio, sino de las religiones) y ministra de integración, entre otras cosas.
En calidad de esto último, ha anunciado que el Gobierno actual está manteniendo un “intercambio intenso” con expertos para intentar por segunda vez algo en lo que el Gobierno austriaco ha fracasado en el pasado: esto es, el prohibir el hijab, o pañuelo para la cabeza, para las niñas menores de catorce años.
Esta prohibición ya se intentó la última vez que el FPÖ estaba en el Gobierno y el Tribunal Constitucional austriaco ya tumbó la ley entonces.
Entonces como ahora (lo ha reiterado hoy la ministra) la razón de prohibir el hijab es que esta forma de cubrir la cabeza representa una medida de opresión contra las mujeres y las niñas, que quedan así a merced de los llamados “guardianes de las costumbres” (individuos que velan de manera extraoficial por que la conducta de los musulmanes esté de acuerdo con la sharia) y quedan también excluidas de la sociedad, al no permitir esta pieza indumentaria realizar determinadas actividades
Plackholm también ha mencionado en el curso de la entrevista que Austria es un país cristiano, dando a entender por lo mismo que la práctica de cualquier religión que no lo sea tiene dudoso encaje en este país (a renglón seguido y de manera un poco contradictoria ha dicho que la libertad religiosa es un gran bien, pero que tampoco hay que caer en la tolerancia mal entendida).
ORILLAR LA POSIBLE DISCRIMINACIÓN
Las dos periodistas que han entrevistado a la ministra le han recordado que una norma así ya fue calificada de anticonstitucional por el alto tribunal austriaco y ello por razones fáciles de entender: en primer lugar, por ser una medida que, al dirigirse contra un grupo muy determinado de personas, los musulmanes, resulta claramente discriminatoria (para que no lo fuera, tendrían que prohibirse todos los símbolos religiosos de los escolares, por ejemplo, la kipa para los niños judíos o las medallas que llevan -o llevaban, ya no sé- los niños cristianos). El otro argumento del constitucional austriaco fue que la sola prohibición de cubrirse la cabeza resulta insuficiente si lo que se pretende es salvar a los infantes (a las infantas) de las garras del islamismo radical.
A esto ha respondido la ministra, bastante propensa a utilizar un lenguaje populista calcado del de la extrema derecha), que se va a intentar convencer al Constitucional haciendo que la prohibición del hijab no sea la única medida, sino que vaya combinada, por ejemplo, con charlas obligatorias de los padres o medidas estrictas contra los “vigilantes de las costumbres”. En resumen, poniendo bajo sospecha, por defecto, a todas las personas de religión musulmana.
Está por verse si el Constitucional se dejará convencer esta vez.
Entrando en el aspecto práctico, la ministra ha recalcado que una ley tan importante exige un consenso lo más amplio posible. A su juicio, existen dos posibilidades: una, anclando esta prohibición en la constitución, para lo cual la extrema derecha debería “retratarse”. Otra, hacerlo como la última vez, mediante una ley normal.
Veremos a ver.
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