Hay un parámetro muy importante en el que Austria está por debajo de la media de los países de la OCDE. Es triste y preocupante.
30 de mayo.- Uno de los factores que contribuyeron al innegable progreso técnico y social de Europa a partir de la Ilustración se debió a un experimento social de consecuencias imprevistas para quienes lo promovieron.
En algún momento del siglo XVIII, las monarquías absolutas europeas se dieron cuenta de que un estado moderno necesitaba de funcionarios competentes y de que hacía falta segmentar el talento disponible en los reinos por calidades, para encontrar a los mirlos blancos. Para eso, era necesario que todo el mundo fuese a la escuela. La escolarización obligatoria tenía además otras ventajas: a través de la infancia se podía implantar en la mente impoluta e indefensa de los críos el marco mental que se estimara conveniente (por ejemplo, se les podía convencer a los chiquillos de la existencia de criaturas de ficción tan peregrinas como el ángel de la guarda o se les podía informar de que su país, el que fuera, era el más bonito y “más mejor” del mundo). Además, si la gente contaba con una base de conocimiento común, era más fácil de coordinar, lo cual facilitaba mucho no solo las tareas propias del funcionariado, sino otros esfuerzos comunes como por ejemplo los que conlleva dejarse matar por un trapo atado a un palo.
De resultas de todo lo anterior, la gente, en masa, aprendió a leer. Y fue un éxito que cambió el mundo de una forma inesperada. Nunca antes en la Historia había habido tanta gente que supiera descifrar textos. La lectura cambió de forma duradera nuestro cerebro. Por ejemplo, favoreció mayores tiempos de concentración en las tareas. También cambió nuestra percepción del tiempo. Hizo que aprendiéramos más fácil y más rápido, por no hablar de que amplió nuestra capacidad de abstracción y estimuló nuestra fantasía, lo cual nos ayudó a encontrar soluciones creativas para los problemas.
Pues bien: según un estudio publicado hace unos días, ese milagro cotidiano puede estar a punto de irse a hacer gárgaras.
Primero, el titular: según las conclusiones de un estudio publicadas recientemente, el 29 por ciento de los adultos residentes en EPR tiene problemas para leer un texto y extraer su sentido.
Este estudio, promovido cíclicamente (una vez por década) por el PIAAC (Programme for the International Assesment of Adult Competencies) dice que en Austria hay cada vez más gente poco ducha en interpretar lo que lee y que la situación ha empeorado desde 2011, fecha de la última oleada.
Y lo que es peor: la brecha entre ricos y pobres, o sea, entre aquellos que pueden leer este texto y saber de qué hablo, y los que no, se ha hecho mayor. Mientras que la situación de los segmentos de población con estudios universitarios apenas ha cambiado, aquellos que tienen estudios medios o primarios no ha hecho sino empeorar. Esto ha provocado que Austria haya obtenido en este estudio una puntuación por debajo de la media de sus pares en la OCDE (media: 260 puntos, Austria 254 y España todavía peor, con 247).
Las razones para este retroceso, que se da en Austria pero no en Alemania, país culturalmente muy parecido, podrían estar en que la lectura ha perdido terreno como actividad de ocio. De hecho, las personas que leen (leeemos) a menudo (por ejemplo, este artículo y otros como este) puntúan por encima de la media.
Yo podría aducir otras razones. En mi opinión, el sistema educativo ya segmenta en ricos y pobres. En Austria el nivel educativo es hereditario. Padres universitarios tendrán hijos universitarios, mientras que padres con estudios primarios tendrán criaturas que abrirán zanjas en las calles. Con todo lo que eso implica de cara al ascensor social.
El sistema educativo público, salvo heroicidades docentes, no tiene tiempo, ni recursos, ni presupuesto, para emprender una tarea primordial, la de estimular la curiosidad de los alumnos para compensar la falta de estímulos que la chiquillería pueda tener en casa.
Como demuestran ejemplos recientes, como por ejemplo el de Estados Unidos a principios del siglo pasado, la prosperidad pasa por el acceso a una educación pública y de calidad para el mayor número de personas posibles. Como dijo aquel: si la educación te parece cara, prueba con la ignorancia.
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