Clint Eastwood cumplió años y se puso a soltar por su boca declaraciones jugosas. Todo bien, solo que no era verdad.
4 de Junio.- Las personas a pie de calle piensan que eso que suele llamarse la profesión periodística es un poco como lo de Clark Kent cuando no llevaba el pijama puesto con los calzoncillos por fuera. O sea, que uno va a un periódico, “echa” el currículum, le cogen a uno, y entonces un director malhumorado que masca cigarrillos y dice de vez en cuando ¡Paren las máquinas! Le envía a la calle a recoger noticias. Primero, la de un gatito atrapado en la copa de un árbol -esta salió en el “Joite”, gran periódico- y luego más tarde noticias de más fuste, hasta que uno descubre una trama de corrupción en la fiscalía que tiene por objeto un informe pelícano.
Pues no, no es así. La profesión de periodista es mucho más estropajosa que todo esto. La presión de los costes ha hecho que cada vez haya más periodistas freelance que cobran a tanto la pieza. Y ese tanto es una miseria. De buena tinta sé yo que, por ejemplo, por jugarse la vida en una de esas guerras ignotas en lugares polvorientos y calurosos cobran los pobres periodistas ciento cincuenta o doscientos la pieza. Y eso, cuando las cobran. Porque tú envías el artículo y luego, si eso, ya se piensa el periódico si te lo cogen y lo pagan.
Como se deduce, están los periodistas caninos. El que puede, se busca otra cosa. Y los que quedan, pues escriben “Bilbado”, “delante suyo” y cosas así (o peores). O sea, que está el mundo de los “masa media” hecho unas bragas.
Hace algunos días, Clint Eastwood -que también está ya, debido a su edad, hecho unas bragas- publicó un comunicado en el periódico británico The Guardian. De muy mala leche, denunciaba que una supuesta entrevista, publicada por el “piniódico” austriaco Kurier con motivo de su nonagésimo quinto cumple, era una invención de la mente calenturienta de su autora, una cierta Elisabeth Sereda.
Uno se imagina el pánico que debió de cundir en la redacción del Kurier, porque una acusación semejante es como si alguien descubre que un médico se ha dejado una gasa dentro de un paciente. Un papelón. Sereda vive en Estados Unidos, así que todo el mundo intentó localizarla por tierra, mar y aire. Sin resultado al principio.
Sin embargo, Elisabeth Sereda ha tomado la palabra y ha dicho que Clint Eastwood tiene razón, pero que ella no se ha inventado nada. O sea, que ella ha vendido una pieza al Kurier no como una entrevista nueva, sino como un refrito de varias entrevistas antiguas. Que el Kurier lo sabía perfectamente cuando lo publicó -el Kurier lo niega-.
Como ejemplo, Sereda dice que utilizó el mismo procedimiento para “reciclar” viejas entrevistas con motivo del noventa aniversario de Clint Eastwood, y que hizo lo mismo con Tippy Hedren -la madre de Melanie Griffith-, llamada la atención de Sereda sobre el hecho de que cuando Hedren le “concedió” la entrevista padecía demencia, la periodista dice que ella la encontró muy rozagante y que no le consta que no supiese dónde tenía la mano derecha.
Siendo malintencionados, podría decirse que esto apunta a un modus operandi. Elisabeth Sereda se asegura siempre de “entrevistar” a personalidades que están un poco gagá o pidiendo pista, con la esperanza de que ni ellos ni sus parientes echen cuenta de que se ha publicado un texto. Austria es un país chiquitillo y el Kurier un peso pluma entre las cabeceras del mundo. Al fin y al cabo es una mentirijilla inocente, debe de pensar ella. Y, para el caso de ser descubierta, siempre tiene preparada la excusa de que se trata de un “collage”.
Veremos si cuela.
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